Damián seguía mirando atónito a su hermano mayor. No recordaba un solo día que este se hubiese sentado junto a ellos a ver una película, a jugar a las cartas o a hacer cualquier cosa de ocio. ¿Sería que la chica lo estaba cambiando? Nicholas había estado con muchas mujeres en su vida, pero siempre había dejado claro que no habría sentimientos de por medio. Nunca se había preocupado lo más mínimo por ellas, el acuerdo estaba claro. Sin embargo ahora allí estaba sentado junto a la pelirroja y esbozando una sonrisa que hacía años que sus hermanos no se la veían.
—¿Y cuál vamos a ver hoy?—preguntó Ginny interrumpiendo la animada conversación entre su mejor amiga y Fede.
—¡Verónica!—exclamó Barbie emocionada.
Ginny comenzó a negar con la cabeza. Odiaba esa película. Bueno, esa y cualquier otra del género de terror. Esas cintas le ponían los pelos de punta. Le provocaban miles de pesadillas que imposibilitaban su sueño.
—No... —respondió a modo de súplica.
—Por favor—rogó Barbie con voz dulce.
Bárbara era una gran amante del cine de terror, y nunca podía disfrutarlo con su mejor amiga, así que esta vez no desaprovecharía la oportunidad.
—Barbie...
—Si tienes miedo te agarras al dios griego—dijo señalando a Nicholas sin sentir vergüenza alguna.
Ginny por su parte sí que la sintió, ¿cómo se le había ocurrido a su mejor amiga llamar así a Nick?
En cuanto el chico se giró arqueando una ceja a Ginny ella notó como todo su cuerpo comenzaba a calentarse y sus mejillas cogían color.
—Si no quieres verla podemos ir a otro lado—ofreció Nicholas quien también estaba algo avergonzado por la frase de la chica.
—No, no, está bien—se apresuró a responder Ginny tratando de dejar de lado esa conversación.
No hizo falta mucho más para que Barbie le diera al play y comenzase el suplicio de la pelirroja.
La película estaba basada en un hecho de los años 90 en Vallecas, Madrid. Ginny prestó atención a las primeras escenas, por ahora no estaba tan mal. Las chicas jugaban a ouija, y parecía que todo iba bien, pero pronto Verónica comenzaba a sufrir extraños episodios, y Ginny comenzó ya a cerrar los ojos para no ver lo que sucedía, sin embargo el sonido provocaba que los abriese para saber qué estaba pasando. Ya se sabe eso de que muchas veces es peor imaginárselo que verlo.
Comenzó a morderse el labio inferior. Lo estaba pasando realmente mal, sabía que esa noche no dormiría, pero si se iba en ese momento tenía la certeza de que Barbie se reiría de ella de por vida. ¿Por qué a su mejor amiga le gustaban tanto esas películas?
Ginny comenzó a clavar sus uñas aterrorizada, pero pronto se dio cuenta de que no las estaba clavando en su propio cuerpo, sino en el de Nick, quien la miraba preocupado.
—Lo siento—se disculpó ella apartándose un poco de él.
—Tranquila—respondió él ofreciéndole de nuevo su brazo, pero ella lo rechazó y salió del lugar.
Barbie paró enseguida la película y miró en la dirección en la que su mejor amiga se había ido.
—Pero si aún no ha empezado lo bueno—chilló tratando de que esta volviese.
Nicholas la miró con evidente enfado y salió tras Ginny, quien estaba tumbada en una de las hamacas que rodeaban la piscina.
—¿Estás bien?—preguntó preocupado.
La pelirroja se incorporó y lo miró sorprendida.
—Sí, tranquilo. Ve con el resto a ver la peli. Yo me voy a quedar aquí un rato.
El joven sonrió y se sentó en la hamaca junto a ella.
—Como has dicho antes no soy mucho de ver películas—respondió entre risas.
Ella rió junto a él y se quedaron unos instantes en silencio contemplando las estrellas.
—Nick.
Él sonrió. Ya se había medio acostumbrado a que ella lo nombrase así.
—Dime.
—Sé que haces todo esto por mi padre, pero quiero que sepas que realmente agradezco todo lo de hoy con Barbie.
Él la miró serio, en verdad no lo había hecho por el señor Avellaneda. Ver a la pelirroja tan afectada le había provocado un sentimiento que hacía mucho que no sentía, pero eso no se lo podía reconocer.
—No te preocupes, ya me devolverás el favor cuando seas fiscal y tengas influencias—bromeó entre risas.
Ginny lo miró y golpeó su hombro con la fuerza justa.
—¿Y tú cómo sabes que yo quiero ser fiscal?—Hizo una pausa y recordó la conversación que había tenido con Damián—. ¡Tu hermano!—exclamó entre risas.
—No, tu padre.
La joven dejó de reírse y su semblante se volvió serio.
—Ni siquiera sabía que él supiese lo que quería ser—comentó.
—Guinevere, no deberías ser tan dura con él. Lo hace lo mejor que sabe.