Nicholas y Guinny se miraban en silencio esperando a que alguno de los dos se dignase a comenzar la conversación. Sin embargo parecía que ninguno de los dos quería ser el que empezase a hablar. Al fin y al cabo, el que lo hiciese demostraría ser el más implicado en lo sucedido, y ninguno quería mostrarse débil.
—Nick, Isaac me está esperando, ¿ocurre algo?—preguntó Ginny manteniendo esa actitud de que nada había pasado entre los dos.
Nicholas tragó saliva. Esa situación le estaba doliendo más de lo que le podía mostrar a la pelirroja. Tomó una bocanada de aire y se decidió a dejar su orgullo de lado por una vez.
—¿No crees que deberíamos hablar de lo de ayer?—preguntó con un tono de voz bastante suave.
Ginny desvió la mirada hacia el suelo. Habría deseado que él jamás hubiese pronunciado esas palabras. Que lo hubiesen dejado de lado y fingiesen que nada había pasado, pero al parecer el chico no estaba dispuesto a ello.
Se mordió el labio inferior pensando en que decir. La verdad no era una opción, y no solo porque por culpa de ese sentimiento había descuidado a sus amigos, o porque no se terminaba de creer lo que Nick le había confesado, o por la chica que había visto en casa la otra noche, sino porque en el fondo sabía que lo suyo era imposible.
Nicholas era leal a su padre, su relación estaba destinada a un futuro de mentiras, de engaños mutuos, de lucha de poder y de utilizarse el uno al otro en su propio beneficio... ¿Qué tipo de relación sería esa? Ninguno merecía algo tan desolador, merecían encontrar a alguien que lograse hacerlos felices y, sobre todo, que en vez de enfangarlos más en ese oscuro mundo en el que los dos habían decidido introducirse, los llevasen a una realidad en la que pudiesen dejar de lado todo y fuesen ellos mismos. Pero eso era algo que ninguno de los dos podía hacer por el otro, y aunque Nicholas no lo supiese, Ginny sí.
—Nick, ambos sabemos que ayer los dos estábamos muy borrachos y era el alcohol quien actuaba por nosotros—dijo la pelirroja sin ser capaz de mirarlo a los ojos—. Ninguno pensaba nada de lo que dijo. Es mejor que finjamos que nunca pasó—añadió dando unos pasos hacia atrás.
Esas palabras la estaban destrozando, quería decirle que le estaba mintiendo, que lo quería, que quería estar con él y que el solo hecho de imaginárselo con la otra la había vuelto loca de celos, pero no podía hacerlo. Debía ser consecuente con sus actos. Ella había tomado un camino hacía muchos años, y debía seguirlo. No podía dejar tirados a aquellos que dependían de ella.
Nicholas se mordió el labio inferior con fuerza para no soltar ni una sola palabra. Él sabía perfectamente que todo lo que le había confesado a la joven era cierto. Él no había bebido ni una gota de alcohol, y la joven lo sabía, pero si quería jugar a ese juego, no iba ser él quien se interpusiese. Le había abierto las puertas de su alma y ella había decidido alejarse, era su decisión, y, en el fondo, él sabía que era la correcta. Esa desvergonzada y tierna chica pelirroja que lo volvía loco era la hija de su jefe, y él no debía verla con esos ojos, aunque ya le fuese imposible mirarla de otra manera.
El joven asintió con la cabeza y comenzó a alejarse sin mediar palabra. No podía hacerlo, sabía que si comenzaba a decirle algo se rompería. En su interior todo se removía de una manera angustiante y descorazonadora. Hacía años que había cerrado las puertas de su vida a todos, que no se había permitido sentir nada por nadie, y ahora había llegado ella con su alegría y su perfecta sonrisa que lo había cautivado. Le había hecho bajar la guardia, enamorarse perdidamente de su luz, y finalmente le había dejado una sensación de vacío que sabía que jamás sería capaz de llenar.
Ginny aguantó sus lagrimas mientras veía como Nicholas se iba alejando paso a paso. Sabía que había obrado correctamente, pero también era consciente de que había alejado a Nick para siempre de su vida.
Caminó hacia la habitación de Isaac cuando una llamada trastocó todos sus planes y la dejó completamente desolada. Entró en la habitación y se despidió de Isaac quien la miró confuso.
—Lo siento, de verdad, pero tengo que irme—dijo reteniendo las lágrimas.
El pelirroja la miró sin entender qué acaba de ocurrir, pero no le dijo nada. Si tenía que irse, no iba a retenerla. Barbie en cambio sí que salió tras ella al ver la cara de Isaac. Sabía que le dolía que la joven se fuese, y más que se fuese con Nicholas.
—¿En serio?—preguntó furiosa cuando ambas estaban en el pasillo.
—Barbie, no tengo tiempo para explicaciones, tengo que irme—respondió algo seca.
—Tu mejor amigo está en el hospital, no has estado con él en todo el día, y aunque él sea incapaz de decírtelo, tú sabes que lo que más quiere es quedarse contigo, y, aún así, tu te vas a ir detrás de tu nuevo novio—Esto último lo dijo con cierto tono de desprecio.