Los padres de Andrés lo miraban emocionados a la máxima expresión, con sus ojos abnegados en lágrimas, en sus miradas se podía apreciar claramente todo el amor que sentían por su hijo y lo mucho que habían sufrido por su ausencia, su madre era un poco más baja que su padre de cabello rubio oscuro, ojos color miel, piel blanca y contextura semi delgada, de porte elegante pero relajado, emanaba un aura de dulzura y de confianza, su padre el cual sobrepasaba a su madre desde la barbilla, era alto como él, aún conservaba bastante bien su figura de galán para su edad, de cabello chocolate oscuro como el de su hijo pero adornado ya por canas plateadas, las arrugas comenzaban a notarse un poco más de lo que recordaba en la comisura de la boca y alrededor de sus ojos y en la frente, pero sus ojos marrón sonreían expresivos, la luz de vida brillaba en ellos por el regreso de su único hijo a su hogar, sus padres estaban mayores, Andrés se dio cuenta que ya era hora de cuidar de ellos así como ellos cuidaron de él, eran padres maravillosos, siempre lo fueron, él le debía todo lo que era a su educación y execelente crianza, sus buenos consejos, su firmeza de carácter, pero siempre sintió su cariño, su amor.
Las vistas de ambos padres descendieron a la niña y se notó en sus rostros la impresión, si esa niña tuviera el cabello negro solamente y los ojos como los de Laura sería la copia exacta de su nieta perdida, tenía como la misma edad que ella cuando murió, miraron a su hijo con los ojos llenos de preguntas, sin atreverse a materializarlas, cada uno pensó indistintamente que estaban soñando que su hijo estaba de regreso con su difunta nieta.
La niña tan inteligente y vivaz como siempre, contemplando esos rostros envejecidos, ya en el invierno de sus vidas, aquella edad en el que el tren de la vida se va acercando a su última parada, sintiendo una oleada de ternura y cariño espontáneo por esos seres de auras de luz, decidió que ellos serían los abuelos que nunca tuvo presentes, ella admiraba y quería a sus abuelos de sangre por lo que fueron, aún sin haberlos conocido en persona, pero no es lo mismo que sentir a alguien de carne y hueso, poderlos abrazar, escuchar sus voces, ser consentida... quería experimentar algo así, decir abuelo mientras los miraba a los ojos, sabía que era muy rápido para que ellos la quisieran como nieta pero ella se ganaría ese lugar en sus corazones, al menos lucharía por ello, pensó en Vincent y en Serena y sintió que ellos le daban su aprobación.
―Hola, es un placer conocerlos, mi llamo Mariluna, soy huérfana y su hijo me salvó la vida, me voy a quedar a vivir con él, espero que ustedes sean los abuelos que nunca tuve.
Todos miraron a la encantadora niña sorprendidos, hasta Andrés que ya conocía esta faceta peculiar de ella, podía ser tan civilizada que aún no se podía creer que vivía en la selva, sin ningún contacto con los humanos, sin socialización... Sus padres se desorientaron por sus palabras, les llenó de zozobra sus corazones el hecho de que se haya quedado huérfana, era tan pequeña. Se ganó sus nobles corazones para siempre solo con esas palabras, con su carácter determinado y dulce. Era absolutamente encantadora y cautivadora, robaba corazones sin proponérselo...
―Mucho gusto pequeña, yo me llamo Sonia, pero puedes decirme abuela si deseas...
―Yo me llamo Antonio, es un encanto conocerte y puedes decirme abuelo si quieres, sería agradable.
Le dijo el padre de Andrés con sinceridad, con el corazón, con la añoranza de escuchar nuevamente esa palabra que lo hizo tan feliz... que había quedado en el pasado y que ya estaba convencido de que moriría sin volverla a oír.
Sonia se acercó a la niña se agachó a su altura y la abrazó muy fuerte, Antonio hizo lo mismo con su hijo, luego se intercambiaron, Antonio fue a cargar a la niña como lo hacía con su nieta y no pudo, realmente era muy pesada pero se confirmó con sentir su cálido cuerpo infantil junto al suyo, correspondido a su muestra de cariño y bienvenida.
―Bienvenida a la familia Mariluna y por casualidad que comías porque pesas mucho o yo me estoy debilitando.
―Yo peso más de lo normal...incluso sería más apropiado que yo los cargara...
Los padres de Andrés se miraron, luego bajaron la vista a la pequeña niña y rieron a carcajadas, tomándolo como una broma.
―Yo lo tomaría en serio y no me reiría, se sorprenderían con todo lo que es capaz de hacer, pero hablaremos de eso luego...— ambos dejaron de reírse y analizaron la expresión de su hijo buscando rastros de que él continuaba con la broma que inició la niña pero su rostro reflejaba seriedad, al parecer no estaba bromeando.
―Bueno pasen, deben de estar cansados, acomodaré rápido tu cuarto y el de Sofía... ahora el de Mariluna.―terminó nerviosa y triste. Hubo un momento de tensión tras la mención de la niña fallecida, su madre sabía como se ponía su hijo cuando se referían al tema, todos los rostros reflejaban dolor, pero Andrés se recuperó pronto y habló.
―Les pido disculpa por comportarme como un energúmeno durante tanto tiempo, por no pensar en ustedes ni en su dolor...yo tuve mucho tiempo de recapacitar durante el medio año que pasé en la selva... Mi hija murió y es un hecho, hay que dejarla ir... que su alma descanse en paz, siempre estará en nuestros corazones... entendí que es malo recordar con dolor, envenena el alma, hay que recordarla con amor, los momentos felices que vivimos a su lado, Mariluna se parece... pero no es ella, la amaremos por lo que es y construiremos nuevas vivencias con ella...
Miraron a la niña con ternura, con aceptación, con bondad.
―Tienes toda la razón hijo, me alegro mucho que lo hayas comprendido―Le dijo su padre orgulloso. Luego se dirigió a la niña―Ya formas parte de la familia jovencita, la nueva y más pequeña integrante.
―Gracias señor.
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Editado: 18.05.2022