Todos estaban sentado en la mesa para 6 personas aunque sólo eran 4, habían una variedad de platos suculentos colocados en un juego de vajilla color azul claro con rayas crema, cada plato estaban decorados con buen gusto, como elaborados por un chef de un restaurante italiano, apetitosos, llamativos por su delicada apariencia, churrascos, pizza, arroz chino, ensalada cesar, pabellón, pan de jamón... Andrés los miraba como si estuviera en el paraíso, pero la niña únicamente tenía ojos para ese pollo semi asado, colocado justo en el centro de la mesa, la boca se la hacía agua, sentía el exceso de salivación, su intenso olor la estaba volviendo loca, esteba como hipnotizada; pero sentía pena y no quería incomodar a esas amables personas, nadie había tocada nada aún, ella no sabía cuales eran sus costumbres. Andrés la miró y siguió la dirección de su mirada, dándose cuenta enseguida que era lo que la tenía tan ensimismada, era el pollo que mandó a preparar para ella, claro que no les dijo a sus padres.
―El pollo es tuyo Mariluna, pero si deseas comer del resto puedes hacerlo―Andrés le acercó el pollo que le quedaba lejos de sus tiernas manecitas y la niña se lo agradeció con el alma porque estuvo a punto de ponerse de pie encima de la silla y lanzarse a adueñarse de ese plato que la hacía delirar.
—Gracias...
Logró articular antes de lanzarse a devorar el animal, se lo comiócon gusto, saciando sus ansias, hacía dos días que no se alimentaba bien, los padres de Andrés no pudieron evitar quedarse petrificados contemplando esa escena anormal, ¡¿una niña tan pequeña podía comer así?!, se preguntaban, más o menos parecido, cada uno mentalmente, era alucinante verla comer con las manos, con ese apetito voraz, lamerse los dedos, morder aquel pollo semi crudo, ver rodar la grasa por sus manos aún con sangre, ver los huesos quedar semi ensangrentados.
Eso le haría daño a su estómago infantil,pensó la madrey miró a su hijo, la estaba preocupando cada ves más su falta evidente de cordura, él comía gustosamente, pero normal, con los cubiertos, pero sin prestarle atención a la niña como si fuera lo más normal del mundo o simplemente acostumbrado... ¡¿como iba a mandarle a preparar algo así a esa inocente criatura?! Tenía que hablar claro a solas con él y arreglar ese comportamiento tan inapropiado, seguro le había dicho tantas veces a la niña que era un lobo que hasta ella se lo creía ya, ¡había adoptado una conducta similar a la de esos animales salvajes!, estaba molesta pero a la vez la enternecíamirla, no había visto nunca a nadie comerse con tanta ansias y rapidez un pollo, como si fuera el manjar más apetitoso del planeta.
Luego de cenar se sentaron en la sala a ver televisión, esa invención, en la actualidad tan común y aparentemente imprescindible para la niña era todo un acontecimiento y llamó en gran medida su atención, no dejaba de ver las imágenes como idiotizada, su madre le había hablado sobre la tecnología humana y lo que habían sido capaces de crear, pero nada se comparaba con la realidad. La infanta estaba sentada entre Sonia y Antonio, en un hermoso sofá marrón, mirando entusiasmada la televisión. Sonia le dio el control a Mariluna y comenzó a explicarle como funcionaba, luego que entendió sus funciones comenzó a explorar los canales, cuando vio uno de la selva se detuvo, las lagrimas asomaron a sus ojos y ya no pudo contenerlas más, sus hombritos ascendían y descendían, por la intensidad del llanto, en medio de suspiros y sollozos entrecortados, a los adultos se les achicó el corazón y sintieron en el alma la aflicción de la niña, el desconsuelo que dominaba su ser, la abrazaron y murmuraron palabras de consuelo, Andrés se arrodilló frente a ella y tomó su linda carita entre sus manos.
—Llora mi pequeña, llorar no es malo, saca ese dolor de tu corazón para que puedas seguir adelante, no llenes tu ser de veneno, llénalo de amor... con los recuerdos buenos y hermosos de tus padres, de tu familia, de tu manada... Tus padres querían verte feliz y tu debes regalarle ese deseo, recuerda las palabras que pronunciaste aquel día... Tu raza es muy fuerte, ¡tú también lo eres! y lo serás más en honor a ellos, cuando te sientas preparada quiero que le muestres a mis padres tu otro ser...
Ella lo miró optimista, un poco asustadas, pero mucho más calmada tras sus palabras, él secó sus lagrimas con sus manos.
—¿Tu crees que debo hacerlo...?―dijo dudosa aún, con voz temblorosa.
―Sí, estoy seguro...―le respondió, aunque en verdad no lo estaba del todo, pero creía que era lo mejor. A lo que más le temía era a la reacción de sus padres...Andrés se paró y cerró todas las cortinas y le abrió un espacio suficiente apartando los muebles de la sala.
Sus padres quedaron en silencio, esperando a ver hasta donde llegaba el grado de locura de su hijo, sin atreverse a desmentirlo por le pequeña, sin dudas ambos iban a necesitar de un psiquiatra, luego se ocuparían de eso.
Tras una señal de Andrés la niña se dirigió al espacio que él le abrió previamente y se trasformó. Era una suerte que la pareja estuvieran aún sentados en el amplio sofá porque de estar en pie hubieran goteado como mangos maduritos, cuando vieron la metamorfosis de la niña sintieron como sus corazones se aceleraron desbocados como caballos de pura sangre fuera de control, un mareo les nubló la vista por un momento, una flojera por todo el cuerpo como si hubieran perdido el tono muscular... la loba avanzó hacia ellos y por instinto se recogieron en el sofá, pegando sus cuerpos temblorosos, la mirada de la loba era triste, como buscando su aceptación, tenía la misma mirada azul turquí pero sus ojos brillaban como dos linternas, era majestuosa e increíble, con un pelaje único y bello, el color azul resaltaba encima del negro, se echó frente a ellos con ojitos tiernos y suplicantes, mientras hacía un sonido gutural y tierno de perrito lastimero.
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Editado: 18.05.2022