Adrián observó con detenimiento la recuperación del vampiro. Era increíble la capacidad de regeneración que tenía su especie. La sangre era mágica para ellos, hacía milagro. El cadáver horrible había vuelto a la vida, la oruga fea se transformó en una hermosa mariposa. Era un joven muy atractivo. Resaltaban sus ojos morados en su tez blanca y cabello castaño claro.
—¿En que año estamos?—fue su primera pregunta. Era lo único que le importaba, saber cuanto tiempo estuvo encerrado. Nunca perdonaría que lo hayan tratado de esa forma.
¡Él era un vampiro!
¡Uno original!
Y no obstante lo trataron de esa forma tan humillante.
Le celebraron un juicio y lo condenaron.
¡Los odiaba a todos!
Odiaba a los vampiros, a los lobos y hasta a los humanos...
¡¡¡Nadie se salvaba!!!
Todas y cada una de las especies que habitaban sobre la tierra se lo pagarían caro. Por su culpa estaba en esa situación.
La muerte de sus padres, el castigo, el rechazo de los suyos, su soledad, su miseria, la horrible desesperación e impotencia que sintió mientras se secaba en el sarcófago.
¡Todos eran culpables!
¡Todos tenían que pagar por igual¡
Sentenció.
Y recibirían su merecido a su debido tiempo, él se encargaría personalmente de dárselo. Se declaraba formalmente enemigo de los hombres lobos, los humanos y hasta de los de su propia especie.
Nada le importaba, lo único que le daba deseos de vivir era ese sentimiento abrasador de VENGANZA.
Maikel estaba solo y cegado por el odio. No tenía nada que le importara y cuando alguien está así se vuelve un auténtico peligroso en potencia.
―En el año 2019―le contestó Adrián.
El vampiro centró su mirada en él, lo analizó y se dio cuenta por su vestimenta, por su altivez, por su porte de grandeza innato y por el parecido innegable a la reina Isabel a su lado, que era el nuevo príncipe. Que en el tiempo que estuvo encerrado, inconsciente, como muerto, había tenido un hijo. Lo odio más que a nadie con solo mirarlo porque sintió envidia. Adrián era todo lo que él jamás sería. Sacó cuenta mentalmente de los años que llevaba encerrado:
«285»
Cada año se lo pagarían con sangre y no precisamente de humano, tampoco para beber...
Después del proceso de liberación del vampiro, Adrián sintió ganas de visitar a su humana. Sin pensarlo mucho se dirigió a a su palacio de perla. Ella estaba allí, así le dijo Frank y lo acompañó en el recorrido hasta el aposento donde ella se encontraba. Florecita lo recibió mejor de lo que imaginó. Era una delicia cada segundo que pasaba junto a Melinda. Su sangre era exquisita, antes, durante o después de hacerle el amor, terminaba clavándole sus colmillos en su delicado cuello. No era algo que lo enorgulleciera, pero no podía evitarlo, procuraba no lastimarla mucho, tal vez hubiera aprendido a controlarse si no la sintiera excitarse aún más con su mordida. Esa humana era extraña, el dolor la ponía cachonda.
Bueno, no es que el se quejara. Su forma de ser le gustaba, más que gustarle lo seducía, ¡era pura dinamita!, tenía la lujuria tatuada en la frente; pero también era inocente y pura. Esa mezcla lo fascinaba.
En la noche, el príncipe Adrián Aragón, se encontraba en su recámara. Tenía en su cabeza la última conversación que tuvo con su madre esa misma tarde, donde le advirtió, una vez más, que tenía que estar pendiente de Maikel. Si este se lo proponía podía ser muy peligroso, no sólo por sus grandes poderes sino por su capacidad de bloquear sus pensamientos. Ese Vampiro era un enigma, no quería arrepentirse de haberle dado otra oportunidad. No poder acceder a su cabeza era lo que más le preocupaba a Adrián, estaba adaptado a saber lo que piensan todos a su alrededor. Las únicas mentes que respetaba al 100% eran las de sus padres y sus tíos. No es que andara por ahí averiguando las vidas ajenas, nada más lejos de la realidad; pero cuando alguien se comportaba de forma enigmática o sospechosa lo hacía. Puro instinto de supervivencia podría llamarse. Lo había inquietado no poder saber los pensamientos del recién liberado, realmente eso hubiera ayudado a relajarse, no sólo a él sino a todos en su ciudad. Decidió darse un baño relajante, con sus lociones especiales. Se relajó tanto que hasta se quedó dormido en su tina, rebosante de espuma.
Maikel escuchó atento, todos los rumores que circulaban por la ciudad, sobre la humana que estaba con el príncipe. Prestó especial atención a la parte en la que decían que era muy joven y hermosa. Una florecita tierna, inocente y puta, así la llamó cuando supo que la sacó de un burdel, la Pirámide del Placer. Decidió que esa mortal también tenía que darle placer, él no era menos que Adrián, así que se fue a conocerla al Taj Mahal. Burló la vigilancia, porque sabía que lo vigilaban, fingió que iba a dormir y se dirigió a su recámara. Esperó un tiempo prudente y salió, dejando tirando sobre la alfombra roja de su recamara, el cuerpo muerto de un humano. Un empleado de la servidumbre encargada de mantener su mansión y servirle. Decidió que antes de irse nesecitaba recuperar fuerzas. No se detuvo, bebió su sangre hasta dejarlo inerte y completamente seco.
Cuando llegó al lugar que destacaba por su luz propia en la oscuridad, se infiltró como un ladrón, sigiloso y escurridizo, hasta llegar a la alcoba de Melinda. Nadie notó su presencia sombría, pudo encontrarla rápido por su olor. Los humanos eran fácil de detectar, al menos para los vampiros, pensó malicioso. Se quedó observándola en la oscuridad.
¡Es realmente hermosa!
Tiene excelente gusto el mal nacido principito.
Pensó despectivo y con odio hacia su príncipe. Se desvistió y se metió en la cama con la joven, empezó a acariciar su delicado cuerpo, lujurioso. Ella se movió bajo sus caricias, como una gatica ronroneando, pero lo hizo porque precisamente soñaba con Ardían.
Estaba profundamente dormida. Aún así su subconsciente le avisó pronto que esas caricias no eran como las de su príncipe, tampoco el aliento de esa boca que aplastaba sus labios, sin delicadeza alguna. Abrió los ojos de golpe, iba a gritar con todas sus fuerzas, pero una fuerte mano ahogó su grito. Estaba completamente aterrada, temblando de miedo. No podía ver al sujeto que estaba en su cama pero sabía que era un vampiro. Todo estaba oscuro, no distinguía nada, más presentía que era un desconocido, lo intuía. Lo confirmó cuando lo escuchó hablar.
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Editado: 18.05.2022