Mariluna apareció en el mimo lugar que estaba, antes de la primera vez que utilizó el nuevo poder, que desconocía que poseía: la teletransportación (Recuerden que aún le faltaba un poder por descubrir, poseía el transmitido de su abuela Serena, más no tenía uno propio, el cuál podía aparecer o no, afortunadamente apareció cuando más lo necesitaba), aún no podía creer que de verdad existiera tal habilidad y que ella la poseyera, pero no tenía tiempo de pensar en ello, su único propósito importante era eliminar a su enemigo, no podía dejar que volviera a acercarse a su padre ni a nadie, si no cumplía con su deber ella se sentiría responsable de la próxima víctima de ese desquiciado vampiro.
Miró al frente, Maikel aún permanecía en el mismo sitio, conmocionado. Estaban como al inicio, pero esta vez él no tenía atrapado a su padre y ella podía actuar a su antojo, sin miedo a que él lastimara a nadie, únicamente estaban ellos dos, solos, como quería. Le lanzó una mirada retadora, desafiante.
—¿Que demonio eres tú?, ¿una bruja?—espetó furioso.
—Soy tu peor pesadilla—le respondió con voz autosuficiente y acto seguido se transformó en su verdadera naturaleza, dispuesta a terminar con él, rindiéndole homenaje a su raza. Se sintió tan bien en su forma salvaje, hace tiempo que no lo hacía y el júbilo y la adrenalina fluyó por todo su cuerpo.
—Un Lobo—tartamudeó Maikel con el rostro desencantado. El enemigo estaba verdaderamente aterrado, recuerdos del pasado aflojaron a su mente, la muerte de sus padres y su posterior castigo lo desequilibraron, odiaba a los lobos y quería venganza, pero también eran su mayor fobia.
—Una Loba—pensó, lo hubiera corregido si pudiera hablar.
Cuando ella se transformó, inconscientemente Maikel retrocedió impactado y luego cayó de rodillas en la tierra derrotado. Hundió su rostro entre sus manos y lloró como un niño. Mariluna lo miró extrañada por un instante, un tanto sorprendida por su inesperada actitud. A su memoria acudieron los recuerdos de lo que le contó Adrián, sobre la vida de este vampiro, luego como su clan eliminó a los padres de Maikel.
De pronto Maikel se incorporó, alzó la cabeza dejando ver una mirada completamente desquiciada, volvía a ser el de siempre o peor. Mariluna se tensó, un escalofrío la recorrió a lo largo de su médula espinal, luchar con un maniático no iba a ser nada fácil, pero se armó de valor y alzó su cabeza enorme, mostrándole sus temibles y afilados dientes.
Maikel comenzó a transformarse y Mariluna se quedó mirando ese acto tan repulsivo, «y mi madre cree que ella es horrenda cuando se transforma, me imagino que se le quitó el complejo cuando vio este monstruo», pensó irónica. Comenzó la lucha cuando Maikel recogió el cuchillo del suelo, el mismo que Mariluna le arrebató pasa salvar a Andrés y tuvo que soltarlo rápidamente por la quemadura de los tornillos de plata de la empuñadura, recordó. Sentía su pata delantera dolida por ello.
Maikel estaba descontrolado, en ese momento, le nació un odio más grande que el que sentía por Adrián, desde el mismo momento que despertó en la pirámide, donde lo tenían encerrado. Quería vengar la muerte de sus padres, en esa loba que tenía en frente; era el primer ejemplar de la raza de los lobos que veía después de que pasó lo de su tragedia, así que matar a esa enorme e imponente ejemplar que tenía en frente, era su prioridad. La atacó lanzándose en cima de ella con el mismo cuchillo, haciendo uso de su velocidad vampírica, Mariluna lo esquivó y de un salto estaba sobre su cuello mordiéndolo, él, con sus monstruosas manos, se la arrancó de encima, lanzándola varios metros de largo. En cuanto sus patas tocaron el suelo se incorporó y le mandó una ráfaga de enormes bolas de fuego que él lograba esquivar con facilidad. Le colocaba muros de piedra, pero el vampiro era capaz de romperlos a golpes, de detener, romper o esquivarlas rocas que le lanzaba. Ni una burbuja de aire era capaz de detenerlo, sus alas las rompían y era capaz de volar, incluso dentro de una. Mariluna se dió cuenta que su rival era más fuerte de lo que imaginaba.
Del interior de la casa salió una ola de cuchillos que logró ver a tiempo y desapareció apareciendo detrás de Maikel, le lanzó una bola de fuego, suficiente potente como para convertirlo en una fogata, pero este se apagó rápidamente utilizando sus enormes alas peladas, era de piel gruesa y resistente sin dudas. Un vampiro común no hubiera quedado vivo, pero Maikel no era como los demás vampiros, era resistente al fuego.
Viendo lo poderosa que resultó ser su oponente, quiso escaparse alzando su vuelo. Mariluna lo detuvo formando una bolsa de aire a su alrededor, haciéndole presión para que retrocediera, dejándolo dentro sin aire para respirar, fue lo único que se le ocurrió, la hizo lo más gruesa y grande que puedo, utilizando toda su energía hasta quedar exhausta. Bajo ningún motivo podía permitir que el enemigo escapara, le quedó muy claro que era demasiado fuerte y poderoso como para darse el lujo de dejarlo suelto por ahí.
Este batallaba por salir y oxigenarse, batía sus alas desesperado tratando inútilmente de llenar sus pulmones de oxígeno, logró salir una vez más, rompiendo la barrera de aire con la ayuda de sus fuertes y grandes alas grises; aunque esta vez quedó agotado y sin fuerzas para volar. Cayó en picadas al suelo, estrellándose en la tierra como una avioneta fuera de control. El impacto fue grande y rodó varios metros arrastrado todo a su paso.
Nuevamente un sin fin de cuchillos amenazaban peligrosamente por alcanzarla, ella los detenía utilizando sus poderes, los escudos que formaba de tierra se le daban mejor, también los detenía o los apartaba disminuyendo su velocidad, o lanzándolos lejos de sí con el poder del viento, o simplemente se teletransportaba en zigzag aquí y allá. Mariluna sabía que su contrincante era fuerte y podía manipular el metal. Continuaron peleando en una lucha de poderes y de fuerza, era un combate a muerte y solo uno de ellos dos podía salir con vida.Ambos se estaban agotando, el reflejo de Mariluna estaba empezándole a fallar porque tres de los cuchillos, de los muchos que venían en su dirección, se clavaron en su cuerpo, uno en el pecho, otro en la pata derecha delantera y el último en el lomo. Con su poder del viento pudo desviar al resto afortunadamente. Su rival no se quedaba atrás, estaba sangrando por todas parte, con marcas de mordidas profundas, su piel lacerada y enrojecida pero aún así reía triunfante al verla herida y debilitada,tanto o más que él.
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Editado: 18.05.2022