Tú, mi destrucción ©

Capítulo 19

Me reí de lo que dijo.

A Cam no le extrañó mi reacción, mucho menos se mostró ofendido; y es que sinceramente me causaba gracia el escucharlo decir que me encontraba en peligro. No me preocupaba de quién o quiénes estuviesen detrás de aquella advertencia que me daba, a menos que se tratara Gregor, él era el único que podía lastimarme. Pero sin duda no lo diría, no lo esparciría a diestra y siniestra. Él sólo actuaba.

Así que suponía que hablaba sobre otras manadas que realmente no me preocupaban, ninguno de ellos podría contra mí. La única forma en que pudiese ser posible sería  que Aidén los liderara, y dudaba mucho que mi hermanito fuese capaz de trazar un plan para herirme. Él daría su vida por mí y secretamente yo haría lo mismo por él.

—¿De qué hablas? —Pregunté al fin. Cam tomó aire y extendió los brazos por encima del respaldo del sillón.

—Manadas, Lane —contestó confirmando mis sospechas—, ellos no están muy contentos con lo que has hecho y tampoco muy tranquilos. Saben quién eres.

—E incluso así buscan destruirme. Un tanto estúpido de su parte, ¿no crees? —murmuré displicente.

—Son demasiados. —Insistió.

—Las noticias corren rápido, ¿eh? —Comenté burlón. Cam negó con la cabeza en total reprobación ante mi tranquilidad.

—Lane, no es un juego. Si se unen pueden ser un verdadero problema para ti. No eres invencible —me recordó. Elevé mis hombros restándole importancia.

—Pero sí más fuerte que todos ellos juntos. Soy poderoso, no podrán conmigo. —Afirmé de lo más confiado.

Él apoyó los brazos contra sus muslos y recargó el mentón contra el dorso de sus manos unidas, me miraba fijamente con suma tranquilidad pero sabía que estaba preocupado.

—Deja de ser tan soberbio. La fuerza no lo es todo. Existen métodos para vencer a alguien como tú, hay armas y estrategias,  tenlo claro, Lane. —Me advirtió. Ahora lucía pensativo.

Me incorporé, acerqué mi cuerpo a la chimenea y me mantuve mirando las llamas bailar entre la oscuridad. Las sombras parecían cuerpos moviéndose uno contra otro en una danza aterradoramente fascinante que podía contemplar toda la noche.

Qué cosas más interesantes podemos encontrar en actos de lo más banales.

—Estaré bien, tomaré mis precauciones, además que Rodrik está conmigo. —Hice mención de él, aunque Cam ya lo sabía.

Soltó una risa y lo oí ponerse de pie. En segundos se hallaba a mi lado, observaba las llamas con el mismo interés que yo.

—No me digas que eres tan ingenuo para creer que Rodrik te ayudará si estás en peligro. Por favor, Lane, no puedes confiar en él cuando lo único que ha querido desde que lo conozco es acabar con tu familia. —Habló severo.

Mordí mi labio y estiré el brazo hacia al fuego. Su calor me acarició y por un breve instante Alaina ocupó mi cabeza.

Ella era cálida.

Ella era como un sol.

Eso era lo que pensaba cuando la tenía muy cerca; era tan distinta, tan única.

Sacudí la cabeza alejando su recuerdo. No tenía que pensar más en ella. No la volvería a ver.

—No confío en él, pero sé que me quiere con vida, me quiere bien para lograr lo que él no ha podido hacer: Gobernar. —Espeté.

—¿Y un reinado de cuerpos es lo que quieres? —Me cuestionó severo.

Apoyé ambas palmas contra el borde de la chimenea. Agaché la cabeza y la imagen de lo que hice en el bosque con aquellos lobos fue evocada por mi mente mientras una sonrisa siniestra se formaba en mis labios.

—No me desagrada la idea, Cam, soy malo, lo sabes, ¿no?. Lo que hice con todas esas manadas es lo que anhelo para el futuro. Sangre, muertes, cuerpos inertes, terror, pánico… Absoluto y placentero miedo.  —Dije. Lanzó un suspiro— Lamento si no es lo que has querido escuchar.

Guardó silencio por unos instantes. De pronto su mano se posó sobre mi hombro en un gesto de reconforte, de apoyo, como si estuviese diciéndome que él estaba ahí para apoyarme sobre cualquiera que fuese mi decisión.

—Sé que la maldad domina tu corazón, pero también hay bondad, Lane. La misma que te lleva a querer a tu madre, a tu hermano, a tu padre… A mí. —Comentó— Haré lo que esté en mis manos para ayudarte y guiarte, todos dan por sentado que eres malvado, que no tienes salvación, que sólo tu mujer podría ayudarte. Le han dejado esa gran responsabilidad en sus manos cuando todos y cada uno de los que te amamos podemos combatir lo que la naturaleza sembró en ti. Yo quiero combatir tu maldad, yo quiero estar contigo pase lo que pase.

Sus palabras calaron hondo en mi interior. Él era el único que pensaba en mí; sus palabras estaban llenas de verdad. De algún modo mi familia me abandonó creyendo que mi mujer era quien podría ayudarme, pero debo ser sincero al decir que si todos y cada uno de ellos hubiesen pensado como Cam, probablemente yo tendría salvación, quizá la maldad se hubiese ido o al menos habría aprendido a controlarla.




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