Tú, mi destrucción ©

Capítulo 21

Dos semanas más transcurrieron, dos semanas donde me acoplé a mi nueva vida junto a Stacy en las profundidades del bosque. Desde aquella noche que la besé no dejé de hacerlo cada vez que tenía oportunidad. Como tampoco perdí tiempo para hacerla mía, sin embargo, no la mordí, no entendía por qué no estaba en mí la necesidad de hacerlo. Se suponía que era algo importante marcarla como mía, pero la necesidad de morderla no era tanta como lo fue con Alaina.

De vez en cuando solía tenerla en mi mente, debía ser sincero y admitirlo al menos en silencio, porque jamás lo haría en voz alta.
La pensaba mientras Stacy dormitaba en mis brazos, al observarla, a veces solía mirar a Alaina en ella, las comparaba y siempre esta última salía vencedora en todo.
Stacy no me desagradaba en lo absoluto, sólo que era demasiado dulce, vulnerable, sumisa. No tenía problemas con ella porque hacía lo que yo quería y buscaba la forma de mantenerme contento incluso cuando eso significaba ir en contra de sus deseos.
No había emoción, sólo una larga monotonía. Pero haciendo de lado mi descontento, también debo mencionar que con Stacy me sentía tranquilo, me brindaba paz cada vez que me cernía sobre su cuerpo y la poseía. Me calmaba su cercanía; sin embargo, cada día despertaba con el miedo de no encontrar más mi paz al estar junto a ella. La razón era que, conforme los días transcurrían, la sensación de que era ella mi mujer se iba desvaneciendo de a poco. Intenté pensar que sólo eran sugestiones mías, no quería contemplar la idea de que me equivoqué de nuevo y que la naturaleza volvió a jugar conmigo haciéndome creer por un tiempo más prolongado que Stacy era lo que yo buscaba.

Sería mi destrucción.

Mi perdición.

—¿Qué tantas cosas hay en esa cabeza tuya, Lane? —Cuestionó Cam, aunque más bien parecía que esa pregunta la formuló para él.

Comenzaba a anochecer, ambos caminábamos entre las casas de los lobos, las mismas que ellos construyeron con sus propias manos; no querían saber nada del mundo exterior, es como si se hubiesen quedado congelados en otra época. Y sinceramente me gustaba más el estar aquí, que lidiando con los humanos y su tecnología.
No necesitábamos dinero, cada quien cazaba lo que quería y necesitaba, el agua del río los sustentaba, el fuego era su luz eterna. Me podría quedar aquí siempre, había mucha tranquilidad, pese a que, yo había llegado a formar el caos y pensaba seguir sembrándolo, pero fuera de este lugar, el que estuviese a mi lado sería gratificado con esta paz y quien no, serviría de abono para los árboles y plantas del bosque.

Nadie detendría mis planes, sólo había una persona que me preocupaba pero ya lidiaría con él cuando apareciera, porque estaba seguro que tarde o temprano se presentaría ante mí nuevamente. Quizá con el castigo del que mi padre habló, estaba ansioso por averiguarlo, quería ver qué sucedía, qué ocurría si provocaba el caos. En parte esto lo hacía para provocar a Gregor, como una invitación para que saliera de su escondite y me mostrara de lo que era capaz.

Tal vez jugaba con fuego e iba a quemarme, pero qué sentido tendría el permanecer en la absoluta monotonía cuando podía darle algo más de emoción a mi vida siendo lo que era.

—Planes. Sólo planes —respondí pasados unos minutos.

Nos detuvimos debajo de un gran árbol, él metió las manos en sus bolsillos y observó con fingido desinterés a una joven que caminaba hacia el bosque.

—Hasta ahora no has asesinado, supongo que Stacy tiene que ver en ello, ¿no? —Murmuró—. Aunque pensándolo bien, más que tratarse de ella siento que es este sitio, es como si fuese mágico, brinda mucha… paz.

El oírlo me molestó, no por sus palabras, sino que yo pensaba de igual forma que él.  El pánico se desbocó en mi interior nuevamente al ser consciente que tal vez me equivoqué con Stacy.

—Sí, tienes razón —comenté en voz baja.

En ese momento divisé a Rodrik venir hacia nosotros con ese andar de caballero antiguo tan exagerado que poseía; no lo había visto desde hacen un par de días. Vaya a saber dónde se metió.

—Cam, diría que es un placer el verte pero no es así. —Habló en cuanto llegó.

—Entonces deberías ahorrarte tus comentarios, Rodrik, a nadie le interesan —repuso Cam. Me sorprendía la serenidad de Cam, rara era la ocasión que alguien lograba enfurecerlo.

—Deberías unirte a nosotros, después de todo tú y yo tenemos en común algo —se mofó.

—Ni se te ocurra nombrarla —le advertí.

—Tú y yo no tenemos en común nada. Así que di a qué viniste o lárgate por donde llegaste. —Aseveró. Rodrik río, parecía un jodido demente; me desagradó el ser consciente de que yo de alguna manera llevaba su sangre en mis venas.




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