Luego de llorar durante varias horas, logré tranquilizarme y dormir un rato más. El demonio no había venido en toda la noche, excepto por mi pesadilla, lo cual era una buena señal. Seguro el crucifijo me protegía de él. A la mañana incluso logré estudiar un poco, ya que estaba bastante más tranquila. Al fin pude darme un respiro de toda la preocupación.
Los padres de Rose llamaron cerca del mediodía para decirme que ella aún estaba en terapia intensiva, se había roto varios huesos y había perdido bastante sangre, además estaba inconsciente pero estable por el momento. Prometieron volver a llamar si había más noticias.
El resto del día lo pasé en mi habitación, ya que allí me sentía más segura. El domingo pasó más rápido y fue más tranquilo de lo esperado, y tuve tiempo para recuperar mis fuerzas y energías. Decidí que no podía dejar que el demonio despedazara mi alma en mil pedazos, por más sufrimiento que me causase, debía mantenerme cuerda; necesitaba ser fuerte. Necesitaba esforzarme el doble.
El domingo de noche tampoco supe nada de él, ni tuve pesadillas. Me desperté el lunes de mañana pensando que todo se estaría bien, que, a pesar de todo, todavía podría ganar esa batalla. Caminé hacia la escuela sin ver el búho en ninguna parte, sentía que hasta podía respirar mejor, más calmada después de tantos días.
Fue durante la clase de historia que me di cuenta que en vano había cultivado la esperanza que Devin me dejase en paz. Mi móvil vibró en el bolsillo de mi pantalón y, mientras la profesora escribía en el pizarrón, miré el mensaje entrante.
“Tu tarea empieza hoy. ¿Lo recuerdas? ¿Pensaste que te librarías de mí? Durante el almuerzo tendrás más pistas”.
“No puede ser”, pensé, tratando de ni siquiera imaginarme qué sería lo que este demonio me haría hacer ahora.
Pasé el resto de la mañana muy nerviosa, imaginándome diversos escenarios. Devin me envió otro mensaje recién al mediodía.
“Cuando vayas a la cafetería, siéntate con Ned, actúa de manera natural”, decía simplemente el mensaje.
“Bueno, no es algo tan complicado al fin y al cabo”, pensé, aunque no sabía cómo reaccionarían Jessica y Mary al verme sentada con él. Pensé que supondrían que me había dado cuenta de que Ned me gustaba. En realidad… tal vez sí me gustaba un poco. Pero solo eso, un poco.
Caminé hasta la cafetería, casi última como siempre, y busqué una bandeja con comida. Nada se veía absolutamente delicioso pero servía para nutrirme y eso era lo que ahora importaba.
Con una amplia sonrisa en mis labios, tratando de disimular que estaba siendo obligada a hacer esto, me dirigí a la mesa en la que Ned estaba solo, y me senté frente a él. Ned levantó su mirada, sorprendido de verme allí. No estaba acostumbrado a que nadie quisiera sentarse con él. Era tímido y no se daba mucho con las personas. Pero era un buen chico, y yo lo apreciaba mucho por eso.
—Hola Ned —lo saludé—. ¿Puedo sentarme contigo?
—Claro… —contestó él, evidentemente un poco nervioso—. ¿Problemas con tus amigas? —Sacudí mi cabeza.
—No. Simplemente tenía ganas de sentarme contigo. ¿Algún problema?
—No, para nada —me contestó, y levantó su tenedor, comenzando a comer de su plato. Me di cuenta que mi presencia lo inquietaba un poco. Tal vez realmente era cierto que yo le gustaba. Comencé a comer también, y me mantuve en silencio, sin saber qué hacer ni qué decir, hasta que sentí mi móvil vibrar en mi bolsillo. Era otro mensaje de Devin.
“Pregúntale si puede ayudarte con matemática, esta tarde, en casa de él”.
¡Genial! Este demonio sabía todo, inclusive que me costaba matemática más que nada, y que Ned era bueno con eso, casi como con todas las otras asignaturas. La pregunta era… ¿Por qué este demonio quería que me acercase a Ned?
—Ned… —dije, rompiendo nuevamente el silencio—. ¿Qué haces esta tarde? —Ned casi se atragantó al escuchar mi pregunta.
—Ehm… No tengo planes —respondió—. ¿Por qué preguntas?
—Quería saber si te molestaría explicarme un poco de matemática… Realmente me está costando mucho, y pensé que podrías ayudarme —le pedí con una dulce sonrisa.
—Claro… —dijo él. Me pude dar cuenta que sus manos estaban temblando un poco—. ¿Dónde nos encontramos?
—En tu casa, si no es problema —contesté sin dudar.
—Bueno —accedió, tomando un poco de zumo de naranja—. Te espero a las cinco.
Terminé mi almuerzo en silencio, aliviada porque Devin no me había enviado más mensajes, y porque no había sucedido nada escalofriante en la cafetería. Tal vez había visto demasiadas películas de terror en la que las cafeterías de la escuela suelen terminar en un inevitable baño de sangre. Prometí dejar de verlas, si sobrevivía todo esto, por supuesto.
Luego de salir del instituto, pasé por el hospital para ver si había noticias de Rose, o si había chances de verla. Su madre estaba allí, y lucía realmente terrible. Nunca la había visto de esa forma. Ella me dijo que todo seguía igual, y que de momento estaban esperando que Rose recuperase la conciencia, pero cada hora que pasaba perdían más y más las esperanzas. No se sabía si sobreviviría.
***
Cuando salía del hospital, recibí otro mensaje:
“Si obedeces y haces todo lo que te he pedido hoy, puede que tu amiga no muera. Todo depende de ti”.
¡Fantástico! Estaba obligada a obedecer a ese demonio si quería que Rose viviera. Me sentía como una esclava, una triste y sucia esclava.
A las cinco en punto, ni más ni menos, estaba golpeando la puerta de la casa de Ned. No era una casa de las más lujosas, ni de las más grandes, y eso podía verse desde el exterior. Simplemente tenía una planta, y allí vivía él junto a su madre, ya que su padre los había abandonado cuando él era muy pequeño.
Ned abrió la puerta, luciendo una tenue sonrisa en su rostro, cuya belleza yo estaba comenzando a apreciar.