Los días pasan a medida que me acostumbro a los cambios, reconozco que varias veces son espinosos y en alguna ocasiones soportables. Poco a poco el ambiente en casa toma forma. Al parecer, papá también se ha acostumbrado a su trabajo, o eso es lo que intenta aparentar; es lamentable que la mayor parte del tiempo cuando está en casa, la pase encerrado en su habitación, a veces he estado a punto de tocar su puerta para aventurarme en conversaciones como antes teníamos, pero ya no es igual. Prefiere estar solo, o simplemente soy yo la que he llegado a creerlo así.
Ruth se esfuerza por ser el soporte de nuestro hogar, ahora es ella la que hace las compras de acuerdo al menú del mes, ya no es como antes que íbamos con papá y sin ninguna lista para llenar el carrito del supermercado pensando que todo eso se necesitaría. Ahora estamos aprendiendo a vivir mejor, como dice ella. Hace unos días no soportaba acompañarla y regirme estrictamente por una lista, ahora empiezo a acostumbrarme. Cuando me invaden esos sentimientos de impotencia recuerdo las palabras de Alex «hay personas que viven con menos». Eso, aunque parece mentira, me ayuda a levantar mi ánimo, es como si fuera mi actual lema. Es un alivio tenerlo a mi lado, lo amo.
Han pasado ya unos meses y por ende, ya hemos terminado los exámenes del semestre en la Universidad. Estamos de vacaciones, aunque sea por unos días. Han sido mis primeras vacaciones sin planear ir a algún lugar, y no es que no haya invitaciones: los chicos han procurado hacer planes, pero la mayor parte del tiempo no estoy de ánimos, no es lo mismo. Cuando decidíamos ir de viaje, las compras eran infaltables, necesitaba todo nuevo para disfrutar, pero ahora con la ausencia de mi única tarjeta de crédito no siento ganas de comprar. El efectivo es más complicado para comprar y lo peor es que ahora tengo que fijarme en los precios.
En fin. Me he dado cuenta que el ser humano se adapta a su medio, solo debemos ver las cosas desde otra perspectiva.
Reconozco que Alex ha sido como mi salvación, ese soporte que no permite que tambalee y que me ayuda a aprender a vivir en equilibrio, aunque muchas veces tenga miedo a caer. Siempre encuentra tiempo para vernos aunque esté muy ocupado. Estuvo fuera de la ciudad por dos semanas debido a un seminario y lo extrañé demasiado, me sorprendió saber que su ausencia me golpeó de tal forma.
En mi tiempo libre trato de hacer diversas actividades para no pensar en demasiadas cosas negativas; últimamente me preocupo por todo y de forma exagerada. Hago ejercicios, escucho música o cualquier otra actividad, mi cabeza nunca está quieta. El miedo invade todo mi ser, más en lo relacionado a Alex, todo esto me provocaba un miedo terrible. Es doloroso pensar que después de su viaje ha estado distante y al mismo tiempo cerca. En estos días solo nos escribimos en las noches y a veces porque yo tomo la iniciativa. Según él, la empresa está envuelta en un proyecto grande y colabora con el diseño, lo que requiere la mayor parte de su tiempo, eso hace que se quede hasta muy tarde. Sé que ese proyecto es cierto porque mi papá me ha comentado y por eso me esfuerzo por creerle.
Pero la verdad es que me asaltan muchas dudas, sobre todo cuando mi papá me pregunta sobre el estado de nuestra relación, eso es demasiado raro porque en todo este tiempo que llevamos juntos nunca pregunta, pero estos días lo hace a menudo.
Mejor me decido por enviarle un mensaje.
Yo: Mi amor, ¿me amas?
Tarda unos minutos, pero al fin lee el mensaje, y veo que está escribiendo…
Amore: ¿Y eso?... sabes que te amo con todo mi ser.
Me sorprendo cuando recibo enseguida un video de Franco de Vita con la canción Tú de qué vas. Escucho con atención la letra y no puedo evitar sonreír y emocionarme.
Amore: Esa canción es una muestra de lo que significas para mí, nunca sales de mi pensamiento. Mi mundo no sería el mismo si no estuvieras conmigo. Recuérdalo siempre.
Yo: Lo sé. Te amo tanto.
Amore: Yo también te amo y te quiero siempre conmigo.
Sus palabras deberían bastarme, pero no son suficientes.
La cena ha sido placentera, hemos hablado sobre nuestras actividades y me alegra ver que papá está un poco más receptivo a nuestras conversaciones. Pero, aun así, me he dado cuenta que papá no ha dejado de mirarme. Estoy casi segura de que se muere por decirme algo, pero que no se atreve porque se le está haciendo difícil. Esta actitud me angustia porque la verdad ya no quiero cambios en mi vida, creo que no soportaría algo más. Es como si mis heridas recién empezaran a sanarse.
Me voy a mi habitación y me cambio de ropa con algo más cómodo, estoy a punto de escribirle a Alex cuando veo entrar a mi papá. Tal como lo presentí, algo ocurre.
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Editado: 27.02.2019