Llego a la casa con la bolsa del vestido que Samuel ha comprado, lo coloco sobre la cama y lo miro fijamente. Es hermoso y de seguro me quedará bien, tiene buen gusto. Sonrío, nunca pensé volver a verlo y mucho menos que me convertiría en su novia.
Me recuesto en la cama volviendo a pensar en Alex. Mientras llegaba a la casa, Bryan me llamó para comunicarme que mi ex se va a quedar en Colombia; pensé que esa noticia me afectaría mucho, pero no fue así. Ya lo veía venir.
Aunque Samuel ha ofrecido venir por mí, he decido tomar un taxi e ir a su departamento. Tal como lo imaginé, el vestido es de mi talla y me queda a la perfección. No puedo dejar de estar nerviosa, sobre todo al escuchar sus últimas palabras. ¡Quiere tener sexo conmigo! Sé que no es obligatorio hacerlo, pero en el fondo quiero ese acercamiento porque me he dado cuenta de que no soy inmune a sus caricias. Tengo que empezar a forjar nuestra relación y empezar con el pie firme. Aun así, no sé por qué estoy nerviosa, ya lo hemos hecho anteriormente, el único detalle es que ahora está el recuerdo de Alex, ese que no me puedo arrancar en su totalidad. Es imposible que lo olvide fácilmente, llegué a amarlo por su forma de respetarme, de tratarme con cariño y consideración, también por su forma de darme libertad y al mismo tiempo sentirme atada a él.
Llego al departamento de Samuel según sus indicaciones y al entrar me encuentro que hay una mesa decorada con rosas y velas, se ha esmerado mucho para que la cena le quede bien. La decoración de su departamento es totalmente masculina como si quisiera mostrar su lado soltero, me ha comentado que lo compró a raíz de la separación con su exesposa.
Según él, ha preparado esta cena para celebrar formalmente que he encontrado trabajo. Sonrío ante su tacto suave cuando acaricia mi mano.
—Estás más hermosa de lo que te imaginaba. Aunque la chica de la tienda me quería vender otro, sabía que éste te quedaría perfecto.
Sonrío al recordar el drama que hizo en la tienda, pero también le seguí el juego porque me pareció gracioso.
—Estás loco, Samuel —digo recordando el beso—, casi me metes en problemas. Estoy segura que Leonard se dio cuenta.
Se encoje de hombros ante mi queja.
—¿Te gustó la cena? —pregunta dando un giro a nuestra conversación.
—Sí. Estuvo deliciosa.
Luego de escuchar mi respuesta, se levanta hacia el estéreo y coloca música suave y romántica.
—¿Me concede esta pieza, señorita? —Ofrece su mano cuando llega frente a mí. Sin esperar más tiempo, me levanto y nos dirigimos al medio de la sala.
Bailamos lento al ritmo de la bella melodía, su tacto en mi cintura y en mi espalda descubierta provoca una extraña sensación. Evoco todos los recuerdos y la forma en que me hizo suya cuando estuve con él, avivando un estremecimiento que estoy segura ha percibido. Besa mi hombro descubierto y su contacto dilata mi ansiedad. Lentamente, separa su cabeza de mi hombro para acercarse a mi boca, uniéndonos en un beso apasionado.
Su boca viaja hacia mi mentón, luego mordisquea mi cuello y logra que emita un gemido ante sus caricias. Sin dudarlo más, me aproximo a su cuerpo y me aferro a su cuello para no flaquear. El mero roce de la tela al bajar el tirante del vestido me hace desear más, es sorprendente cómo Samuel logra despertar en mí todo este deseo. Estoy segura de que si fuera otro hombre, no reaccionara de esta manera.
Grito con deseo al percibir sus dientes mordiendo mi pezón, al no llevar sujetador por el modelo del vestido siento sus dientes a través de la fina tela. Su mano presiona con fuerza en mi cintura, obteniendo que mi espalda se arquee al recibir la presión; con su otra mano viaja por mi muslo con lentitud hasta subir el vestido para acariciar y estrujar mi piel desnuda. Automáticamente me erizo.
—Carolina —gime mi nombre mientras pasea su boca por mi cuello.
—Hazme tuya…por favor… —suplico.
Sin dejar de besarme y acariciarme, Samuel consigue llevarme hasta su habitación. En ese momento, no presto atención a los detalles. Una neblina de emociones atraviesa mi cuerpo y mi mente. Enseguida, él posiciona su cuerpo sobre el mío en la cama. Cuando nos desnudamos, recorre mi cuerpo con tanto deleite que evidencia un ardor contenido. Es fascinante.
—Había extrañado tanto tu cuerpo —susurra besando y sorbiendo mi piel con lujuria. De repente, siento su miembro hundiéndose en mí, su boca hambrienta busca la mía y ahoga el gruñido que provoca al adentrase en mí. Es indescriptible lo que siento.
No reconozco la ambición vehemente que surge de estar con él, busco su boca con deseo para besarlo cuando la abandona por un segundo. Nos removemos en la cama de tal manera como si nunca lo hubiéramos hecho y lo deseáramos mucho. Sus arremetidas no son rudas, sino demandantes y yo deseo más.
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Editado: 27.02.2019