Papá se retiró la mascara.
Pude ver sus ojos llorosos, sorprendidos que observaban de reojo a Alexander. —Suelta a mi hijo si sabes lo que te conviene, espantapájaros —no pude impedir a mi mente ver imágenes, recuerdos de lo que pasó, hasta pude imaginar a Oscar feliz, junto a mamá y a mi. —No puedes impedir esto, pasaré por la puerta y tu hijo vivirá —basta. —Si yo no salgo, él tampoco.
Sentía su respiración cerca de mi nuca, cada vez más lenta. Se estaba relajando, me estaba amenazando y a mi padre, recuerdo el Alexander de hace años que me impedía ser feliz. Recuerdo lo que me costó darle oportunidades de cambiar, ahora se estaba relajando y parecía aquel ser sin nada que perder. —Por favor, no me dejes perderlo a él también —dice colocándose la mascara —No, papá. Déjame verte, mírame a mi. Si esta es la últi —grita, interrumpiéndome —Este basura ya me sacó lo suficiente, mis dos hijos no se van a morir por el mismo Alexander, mereces vivir esta vida por tu madre, sin importar lo que hayamos hecho.
Entendí porque se puso la mascara. Sentí su voz ahora por mi auricular, susurraba para que él no lo escuchara, para que no lo escuchara llorar. —Escúchame, pequeñin. Voy a correr hacia él a la cuenta de tres, necesito que me digas si te está agarrando con la mano derecha -la que no sostiene el cuchillo- si no es así, agáchate apenas me veas corriendo.
—Por favor, déjenme irme. No quiero matar a nadie, nunca quise matar a nadie, quiero volver a casa con mi madre —ahora —No, no. Ya amenazaste, no salís vivo de esta habitación —amenazo también, le doy la información a mi padre, quien comienza.
1
2
3
Agacho mi cabeza moviéndola hacia atrás apenas lo veo acercarse, siento un pinchazo leve en la parte izquierda del cuello y después el golpe del empujón. Escucho el estruendo de la espalda de Alexander contra la pared y seguido, la puerta abriéndose. —Claudia, corre —Mi padre inmediatamente me frena en el piso, sabe que no quiero que Claudia se entere. —Por favor basta, todos tenemos demonios, no necesitan hacer esto —dice Alexander apenas mi amiga sale de la puerta.
El primer golpe lo doy yo, el cual evita agachándose. —No fallaré de nuevo —aviso, golpea él directo a mi mandíbula —Yo tampoco —basura, no tenes derecho a fardar, doy el siguiente golpe en su nariz, observo como mis nudillos se vuelven rojos, aprovecha para golpear mi cabeza desde arriba tirándome al piso, moviéndose hacia atrás de unas sillas y esquivando un golpe de mi padre —No vas a tener esa suerte la próxima —le dice levantándome y dirigiéndome a la puerta —De acá no salís, espantapájaros —mis ojos se llenan de lágrimas por lo que me coloco la mascara y susurro —No tiene poder sobre mi. No tiene poder sobre mi. Detrás de esta mascara soy el enmascarado y no su presa —los golpes suenan adelante para cuando veo a Alexander dirigiéndose hacia mi, un golpe certero en mi nariz, caigo al suelo y la puerta se abre detrás de mi.
—Pablo, Pablo, respóndeme. —me arrastro hasta uno de los estantes para levantarme —No hay marcha atrás de esto, papá —susurro, colocándome la capucha —Nunca hubo marcha atrás esta noche —estiro mi mano y me retiro uno de los guantes, él hace lo mismo. Nos damos el último apretón, que se convierte en abrazo —Te amo, hijo.
Salimos de la puerta y vemos a los cuatro corriendo por los costados del muro, Sergio, Claudia, Agustín y Alexander. —Una lástima que Sofía ya no está, Andrea también hubiera sido una gran adición —veo como Sergio voltea y les dice algo a los otros, que empiezan a desviarse hacia el gimnasio. Observo como las cadenas desaparecieron, así que vuelvo para tomar la mochila debajo del banco —Alexander se llevó el cuchillo, así que toma el cambio —le doy una hacha y veo una clavada en la cabeza de la profesora, tiro la mochila y la arranco, limpiando la sangre del filo. —Buen trabajo, papá. Ahora tengo que dedicarle esta a Alexander, equipo de emergencia, salida 3.
Alexander
—Vamos, vamos. Estamos cerca —dice Claudia corriendo hacia la puerta de servicio, cuando sentimos las sirenas de la policía por atrás de nosotros —No, no puede ser. Es la puerta principal —dice Sergio llevándose las manos hacia la cabeza —No importa, no nos van a agarrar de este lado, podemos darle la vuelta a la manzana, las dos otras puertas están bloqueadas —digo, tomando el mango de la puerta y abriendo. El grito llegó primero de Claudia, que vio a seis hombres al menos parados en circulo frente a nosotros, uno con un cuchillo nos señala su cuello en raya y grita —Me parece que deberían volver a entrar —Sergio se adelanta —Cuanto les hayan pagado, podemos aumentarlo, déjennos ir —el hombre sonríe, comenzando a reírse —Sabes, las mascaras de los que los perseguían tienen cámaras, lamento que sean un espectáculo, pero nosotros somos la audiencia y no la vamos a perder —sincronizados, todos toman una mascara de su bolsillo, una blanca sonriente y se la colocan, comenzando a caminar hacia nosotros.
Agustín abre la puerta y entra apresurado, todos lo seguimos hasta que escucho mi nombre —Espera —apenas volteo dos de esos hombres me toman de los brazos y me llevan hasta el principal, escucho los gritos de queja de los otros hasta que el hombre levanta el dedo y dirige un cuchillo hacia mi cuello —No sé que le hiciste a él, no sé que va a pasar después de hoy contigo. Pero la cámara que tengo puesta quiere captar tus facciones mientras la sangre sea parte de tu cara —dice pasando el cuchillo por mi mejilla, mientras lanzo un grito ahogado —Lastima que no tengo nada para captar ese sonido, llévenselo muchachos —me arrastran de vuelta adentro y siento como trancan la puerta con algún objeto. —No pasa nada, estás bien —dice Sergio, acariciando mi hombro.
—Si, estoy bien. Pero voy a estar mejor cuando este basura y sus amigos estén en la cárcel ¿Creen que soy un espectáculo?—digo —Les voy a dar un espectáculo.