Richard.
Es el nombre de la persona que manda el mensaje. Richard es un amigo de la infancia. Prácticamente desde que éramos unos niños de tan solo 7 años.
Guardo mi celular en uno de los costados de mi mochila y me dispongo a ir a mi habitación.
Al entrar lo primero que noto es la sala en un primer plano de la casa, luego dos escaleras, la sala es un espacio alto con muchas decoraciones, compradas en viajes de mis padres.
Subo las escaleras mencionadas. En cuanto llegó al pasillo, empiezo a caminar hacia mi habitación. Un pasillo con muchas puertas y justo la de en miedo es la mía.
Mi casa es moderna nada exagerada, pero lo es, a excepción de mi habitación que tiene algunos toques de todo lo que me gusta. Libros, plantas, un poco de luces, algunos posters y lo básico que tiene que tener cualquier habitación. Una cama en el centro, algunos muebles a los costados y un closet.
Al llegar a mi habitación me quito los tacones y subo a mi cama, pensar en que se supone que voy a hacer de mi vida, de verdad quiero estudiar literatura, pero siento que no es lo mío, solo me gusta leer, pero no escribir. Así que no sé para qué me va a servir estudiar una licenciatura en eso.
Ri: Hola.
Ed: Hola renacuajo, necesitas algo.
Ri: En realidad si, pero necesito que adivines.
— Señorita, ha llegado al fin. — Esa voz proveniente de Martha, una empleada de la casa que adoro, ha sido una mujer muy importante en mi vida. — Sabe me voy a tener que acostumbrar a verla más seguido por aquí.
Martha. La única que solo me a tiende a mi dentro de esta.
Me sostengo sobre mis codos para poder observarla mejor. Coloco el celular a un lado de mí.
— ¿Así qué ahora se acostumbrará? — Pregunto con cierta sorpresa y la cual no sé porque está ahí.
— Si señorita ust…
— No. — La interrumpo. — Tú sabes que me puedes llamar Ed. No hace falta llamarme señorita y menos si mis padres no están presentes.
— Lo sé, pero no solo lo hago por sus padres sino también por respeto. Gracias a sus padres ahora tengo donde caerme muerta. Es solo respeto.
No entiendo la necesidad de llamarme por usted, a Martha la conozco desde niña todavía piensa que me tiene que guardar respeto. Yo debería llamarla por usted pues ella es mayor que yo.
Martha es de las pocas personas a las que les cuento todo, cuando digo todo es TODO.
— Bueno, como usted este más cómoda llamándome está bien, solamente le doy algunos consejos. — Le digo dando por terminada esa pequeña conversación.
Ella sale de mi recámara. Sus zapatillas cortas resonando por todo el pasillo.
Vuelvo a mirar mi teléfono. Richard quiere que adivine lo que él necesita.
¿Cómo voy a saber qué es lo que necesita? Si no sé lo que yo necesito, menos voy a saber lo que el necesita.
Tiene mucho que no veo a Richard, se fue a un retiro espiritual, para sanarse y desde hace dos años nuestra única comunicación es, llamadas y mensajes.
Decido apagar mi teléfono y aventarlo a mi cama, me coloco de nueva cuenta mis zapatillas y salgo de mi recamara para ir directo a la cocina.
— Sí, ¿tú crees? — Escucho hablar a Martha junto a otra empleada de la casa.
— Pero ella es tan joven ¿Cómo es que queda embarazada? — Pregunta Lila, que es la empleada con la que Martha habla. Lo sé por la voz.
— Creo que no te tengo que explicar cómo se hacen lo hijos. — No tengo ni idea de que hablan, pero no me quiero enterar.
Bueno tal vez sí, pero por lo mientras me quedaré con la duda, después preguntaré quién se embarazó y por qué. Pasó de largo el pasillo en el que están hablando y entro a la cocina. En cuanto abro el refri y quiero ver que puedo comer se escucha una voz familiar.
— Hola niña.
— ¿Eres real? — Pregunto, aunque sueno como una estúpida.
Richard está parado en mi cocina, esperando hablar conmigo, es Richard y está aquí. Dos años de no verlo y muchos cambios ahora está aquí, en unas vacaciones de invierno demasiado comunes.
<Y luego piensas que no eres.>
Mi conciencia. La odio porque siempre tiene razón.
— Según yo, no. Creo que soy un unicornio, no uno normal, si no uno que te da magia si lo tocas.
— Eres un idiota Richard.
Es lo último que digo antes de acercarme a él y abrazarlo. Él no tarda en reaccionar y hace lo mismo.
— ¿Qué haces aquí? ¿Qué no estabas en un retiro espiritual?
— Si, yo sigo ahí, esto que vez lo creo Richard para que no te sientas sola, porque el no regresará. — Este chico y sus contestaciones me van a sacar canas verdes.
Richard es… Richard.
Mi mejor amigo. No me dijo nada sobre regresar este día, ¿Y cómo entro a mi casa?
— Ed, ¿Qué te pasa?