Narrador omnisciente.
1 día antes de Navidad, 23 de diciembre.
Todo el personal de la cabaña Limanture tenía el día atareado, los jardineros decoraban el jardín de una forma inigualable, las personas que se encargaban de la limpieza ahora estaban ayudando a poner cada decoración en algún punto estratégico de la cabaña, los cocineros hacían compras para preparar la cena del día siguiente, y por último estaban las manos derechas dentro de la casa de los Limanture. Los “acompañantes”.
Llamados así gracias a que en cuanto los Limanture ponen un pie dentro de la casa estás personas se les pegan y los siguen a todos lados como perros falderos. A excepción de Martha Bond. Ella jamás se le vio tan pegada a la pequeña Limanture.
Los acompañantes en esta ocasión estaban organizando todo para la cena perfecta de Navidad, daban ordenes siguiendo las instrucciones de su jefe. Abadie Limanture.
—No tenemos mucho tiempo, estamos a solo un día, necesitamos ser más rápidos —Martha la acompañante de Edlynne salía a paso furioso de la casa para poder corregir el desorden que estaban haciendo los jardineros—. Saben que al señor no le gustan las decoraciones excesivas, pero tampoco tienen que ser así de simples, la señora odia lo simple y obvio tiene que tener algo muy llamativo y especial a la señorita no le gustará si no es así.
—Deja de tratar que los tres se sientan contentos con la decoración, nunca lo lograrás —Emilio James, el acompañante de la señora Limanture aparece en el campo de visión de Martha para aclararle algunas cosas—. ¡Chicos sigan trabajando que nos queda muy poco! Ahora tú —señala a Martha—. Y yo iremos a dentro y tomarás un descanso, no es bueno que sufras así a tu edad.
Ambos entran a la casa, Martha estaba teniendo un ataque de pánico, tantas cosas que hacer.
< ¿Sí todo sale mal y me despiden? Necesito el sueldo para pagar mis cuentas, no me puedo dar el lujo de descansar en estos momentos. > Pensaba Martha.
—Dando ordenes me siento tan importante —Brandon Porse, un hombre alto, fornido, mestizo, con pelo largo y un aura fuerte intercepta a Martha y a Emilio.
—No estás dando las ordenes solo las estás transmitiendo, las ordenes en realidad si vienen de alguien importante —los tres se sientan en la sala de estar de la cabaña.
—Vamos, Martha. Has servido a esta familia durante casi toda tu vida, por una vez siente la libertad de hacer algo que no sea pensando en ellos.
—Mi lealtad y mis servicios siempre serán para ellos, aunque tu odies recibir órdenes, ahora muevan sus traseros y revisen que todos estén haciendo lo que les corresponde —la señora Bond se levanta y sale nuevamente de la cabaña.
—No me ignoren y hagan todo lo que les mencione antes, ¡rápido! —les grito a los jardineros.
Las horas pasaban rápido, parecía que el tiempo se había adelantado, pues a todos les fue complicado terminar sus tareas. En cuanto dieron las 11 de la noche todos los empleados se habían ido a sus casas, menos los vigilantes y los acompañantes.
Los vigilantes como siempre velando para que nadie entrará en las instalaciones, Emilio James preocupado por sus hijas pues no las veía desde tiempo atrás, Brandon Porse con una sonrisa en el rostro porque no tenía ninguna preocupación esa noche y Martha Bond con un medio terrible, sabía que los Limanture estaban cambiando y le preocupó la cercanía de los Brown, además que la familia Limanture cada que cambiaban de año escondían más cosas.
Más cosas de las que ella sabía, más cosas de las que ella podía guardar, más cosas de las que ella podía hablar.
En la fría mañana del 24 de diciembre Martha fue la primera en levantarse, metiéndose a la ducha y después acomodando sus rizos rubios en un chongo lo más pulido que pudo. Se cambio por su ya amoldado vestido negro para el trabajo, sus medios que le quedaban a la perfección y sus cortos tacones negros. Se maquillo solo un poco y salió de su habitación.
En cuanto noto el frío entro nuevamente por su abrigo. Una vez se lo puse se encamino hacia la entrada principal de la cabaña.
—Señora Bond, les llegó esto por la mañana a la familia Limanture, mi turno acabo así que ¿se los podría entregar usted? —un vigilante interrumpió en su entrada a la cabaña.
—Claro, yo se los entrego.
Una distraída Martha regreso a su habitación para poner el sobre en su escritorio, al voltearlo para acomodarlo al derecho vio unas iniciales. Unas iniciales que nunca iba a olvidar. Jamás.
C. H.
Decidió abrir el sobre, aunque sabía que estaba prohibido, pero esa persona era algo que no quería recordar. El sobre se abrió y de él una carta salió. En cuanta Martha la abrió y empezó a leer se quería desvanecer.
Querida familia Limanture, ahora son conocidos mundialmente, felicidades, lo lograron. Que mal que exista una persona que realmente no los quiere ver triunfando que los quiere ver tan destruidos que le rueguen por ayuda.
Es obvio que con la llegado de los Brown creyeron que todo mejoraría, no es así.
Si entienden que no podemos seguir jugando.