06. No creí que lo volvería a ver.

Yoongi se tiró en su cama después de horas bajo la ducha, con sólo una toalla cubriendo sus caderas y una sonrisa que dejaba ver hasta su encía.

«Pensaba en el chico que había conocido.»

— ¡Suga! —dijo una voz irritante tras la puerta.

No, error, abriendo la puerta y entrando al cuarto de Yoongi como “Juan por su casa”.

— ¿Qué quieres fastidiosa?

— ¡Habla ya! Evité esta conversación durante el viaje de regreso. ¿Quién es ese chico al que le plantaste unos besos en la boca?

— ¿Qué? —Yoongi se levantó de un salto—. ¿Viste eso? —fue y cerró inmediatamente la puerta—. ¿Mamá lo vió?

— Gracias a mí, no. ¿Te volviste loco? ¿Qué fueron esos besos, a fe de qué?

— No lo sé —se sentó en la cama—. Sentí ganas de besarlo, y lo besé, listo. Además, yo no te debo explicaciones.

— ¿Yoongi te gustan los chicos? —le preguntó sentándose a su lado.

— Tampoco lo sé Hana, tal vez sí; sus labios eran muy suaves y... creo que me gustó.

— Ay la madre que te parió —dijo dejándose caer sobre la cama—. Si se entera te llevarás una buena reprimenda, y peor, si se lo dice a mi tío, te puede echar a patadas de la casa. Ya sabes lo que opina de los gays.

— Nadie me va a echar Hana, soy menor de edad, y además fue un simple beso.

— En primera —expresó regresando a su posición anterior—. No fue un beso, fueron dos que yo lo vi. Y en segunda, acabaste de decir que te gustó.

— Bueno —sacudió su mojado cabello con una mano—. Supongo que tienes razón.

— En fin —se levantó—. Vístete, tenemos que salir.

— ¿A dónde vamos?

— Al supermercado, mi tía me mandó a decírtelo, tenemos que comprar cosas para la comida.

— Está bien, bajaré dentro de unos segundos.

Hana era la prima de Min Yoon Gi, era un año menor que él y se la pasaba molestándolo todo el tiempo: entraba a su cuarto aun si él se encontraba con ropa o sin ella, le registraba las cosas, le criticaba su flacucho cuerpo, sus ojos de gato, su pelo verde. Lo único que le elogiaba era su destreza al tocar el piano y sus habilidades de natación.

Suga se vistió de blanco y bajó por las escaleras hasta la sala de su casa.

— Ya estoy listo.

— Ahora no se entretengan por ahí, el supermercado queda lejos y necesito esas compras urgente —dijo la señora Min.

— Sí mamá; pero bien sabes que si nos retrasamos es por culpa de Hana.

— Bueno, váyanse ya. Hana, cordura.

— Sí tía, regresaremos enseguida — dijo Hana con una amplia sonrisa.

— Cuídense.

Hana tomó la mano de Suga y salió a toda carrera de la casa de los Min.

«¿Cordura, quién había hablado de cordura?»

Hana no conocía el significado de esa palabra, era una niña responsable cuando le venía en gana; aun así, todos la querían mucho.

Subieron al autobús y luego de unos varios minutos llegaron al supermercado. 
Entraron cojidos de la mano; pero Suga se soltó.

«Hana es un huracán.»

Ella lo volvió a agarrar y lo aló hacia el centro del lugar. Sacó una lista del bolsillo de su pantalón.

— Suga, iré mencionando las cosas y tú las buscas... ¿Suga? —dirigió la mirada a su primo pero este tenía sus ojos concentrados en otra cosa— ¿Oye, qué te pasa?

— Chim Chim.

— ¿Quién? —preguntó confusa.

— Fue el apodo que inventé para él durante el camino de regreso. Hana, no creí que lo volvería a ver.

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