Tú, Yo y los Besos

Capítulo 2- Azul

 "Tengo un secreto: Algunas veces, sueño…”

—¡Devuélvemelo!

Cierro la libreta de golpe, el corazón me salta frenético en el pecho e intento disimular mi respiración exaltada.

Levanto la cabeza, siento alivio al confirmar que sus ojos dorados están clavados solo en mí y no en la libreta que aplasto con ambas manos.

—¿El qué? —chuleo con arrogancia intentando disimular lo nerviosa que me pone todo esto.

Mateo me mira irritado, el casi imperceptible temblor de su mandíbula quiere decir que esta vez si que está molesto…

Se inclina sobre la mesa y tengo que evitar el impulso de echarme para atrás. Me mira serio...

A simple vista Mateo Adams parece un estudiante como cualquier otro; sin embargo hay algo en sus ojos que te transmite la sensación de que no es igual a nosotros, como si hubiera vivido más que el resto; y la verdad, no sabría explicar qué clase de sensaciones me transmite todo eso

De repente un ambiente extraño se forma entre nosotros, yo lo noto y al parecer Mateo no es ajeno a eso. 

Se aparta desviando los ojos.

—No estoy para juegos, Azul, no hoy, no co n esto. —ver el modo en el que hunde los hombros y se sienta a la mesa hace que se aflojen mis labios, sonrío.

—¿Mateo Adams está dispuesto a rogar por algo? —canturreo burlándome 

Mateo se recuesta en la silla y cruza los brazos mientras me observa

—¿Sabes que se consideraría fraude si copias alguno de mis diseños? ¿Estás tan desesperada?

—No es eso —respondo osca y me molesta la mirada altanera que me dedica —Sabes muy bien que ese cuaderno guarda más que simples bosquejos—  

Soy consciente de que estoy confirmándole que yo lo tengo, pero igual llamar su atención es todo lo que quiero...

Se pone serio y se inclina hacia delante

— ¿Cuál, es, tu, precio? —ha pronunciado las palabras despacio, un susurro tentador más bien; y lo sé, está tanteando el terreno; porque sabe tanto como yo que no hay forma de que las cosas sean iguales si leí ese cuaderno.

No somos amigos, Mateo ha sido mi némesis desde primer año, desde el momento en el que descubrí que solo él se interponía entre yo y el primer puesto. 

Desde entonces no pude evitar intentar ganarle, ni dejarlo en paz, ya puestos. Él por momentos me ignora, por momentos me sigue el juego, pero nunca me había hablado ni tan molesto ni tan en serio.

Me inclino hacia él

“Llama su atención, tiéntalo, acércate, métete en su cabeza… y él te dará todo lo que quieras…” —ni yo misma me creo que esté siguiendo el consejo de un extraño hasta que las palabras se deslizan entre mis labios:

—Dime tú, ¿Qué tienes para ofrecerme, Mateo?

Sus ojos se abren ligeramente y una pequeña exclamación escapa de sus labios. Sus ojos van directo a mis labios y no puedo evitar morderlos para provocarlo 

—Un beso… —su voz es apenas un ronroneo y por un momento siento que lo tengo en la palma de mis manos

“Tiéntalo (…) pero no caigas”

—¿Tanto valen tus besos?

Sonríe débilmente

—No sé, ¿probamos?

La chulería devuelve mis pies al suelo; es su juego, cualquiera que lo conoce sabe que este es su juego: toma todo lo que se le viene a las manos, lo usa, y luego lo deja sin miramientos

¿Quiero yo jugar? No, al menos no ese juego.

Agarro suavemente su barbilla, no se aparta, por el contrario, se inclina hacia mi tacto.

Me atrevo a más y con mi pulgar recorro en un casi imperceptible roce sus labios. 

El contacto con la piel delicada y fina me estremece por dentro y por un momento casi caigo rendida ante la promesa de su beso; pero el modo egocéntrico con el que me mira me recuerda lo que verdaderamente quiero.

Corro la mano hasta su nunca, deseo bajar y descubrir con mis dedos todo lo que vieron mis ojos pero no lo hago...

Me inclino hacia él, despacio... Paso de su boca y rozo suavemente su mejilla hasta llegar a su oreja.

— ¿Que te hace pensar que alguien como yo desearía un beso tuyo, Mateo...?

Me paro sin esperar su respuesta y camino hacia la salida de la biblioteca con el corazón en la mano.

Apenas logro sobre pasar uno de los estantes del fondo cuando jala mi brazo y me acorrala contra uno de ellos.

El ambiente íntimo se ha esfumado, está verdaderamente molesto.

— ¿Por qué te metes conmigo, Azul? ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué tengo que hacer para que dejes mi mundo en paz? ¿Cuál es tu juego? —me quedo muda, y creo que estoy temblando, toma mis hombros con sus manos y me aprieta un poco más contra los estantes.— ¿En busca de experiencias extremas? Haz paracaidismo o algo, déjame al margen, no soy un proyecto, no me meto en tu vida, así que mantente alejada de la mía ¿está claro? —intento hablar pero no puedo —¿Esto es por el estúpido escalafón? ¿Si desapruebo un examen me dejas en paz? ¿Eso es lo que tengo que hacer para que dejes de joderme?

—No… —ni siquiera sé por qué me he negado, cualquiera que lo viera, sabría que no es un buen momento para cabrearlo.

Aprieta la mandíbula con tanta fuerza que le tiembla, la respiración se le vuelve pesada y la mía se agita cuando se acerca un poco más.

Una de sus manos toca mi cintura y la otra toma mi quijada para levantar mi rostro. Su tacto es brusco al igual que sus palabras.

—¿Un beso no es suficiente? ¿Quieres algo más? —se ciñe contra mí y se me corta el aire—¿Una noche…? ¿Acaso soy tu amor platónico?

—En tus sueños… —escupo las palabras temblando de rabia y odio.

Me suelta de golpe y camina hacia atrás, respira de forma agitada y me mira  como si saliera de un trance

—Olvídalo, quédatelo —me da la espalda y esta vez es él el que se aleja.

—¿Crees que le interese al periódico de la escuela? —se detiene cuando capta lo que insinúo— sería algo lindo de ver que el temible "Mateo Adams" no es más que un poeta deprimido y frustrado...

Se gira hacia mí y me mira con desprecio y tristeza, tengo el impulso de retractarme pero no lo hago. 




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