Me limpio con rabia la lágrimas; estoy agotada además de que se me cae la cara de vergüenzas cada vez que me cruzo con alguno de los estudiantes que no fueron a casa este fin de semana
Son las 8:00 de la noche y apenas comienzo mi cuartelería en el área del docente después de terminar con la casa estudiantil, la residencia y el edificio de los profesores.
La verdad no sé si mi cansancio es debido al esfuerzo físico o a la cantidad de ideas que han cruzado mi cabeza.
Me siento inundada y pesimista. Creí que venir a esta Universidad y forjarme yo misma mis éxitos sería el modo perfecto para demostrarme que esa Azul infantil, egoísta, débil e inconforme no existe; pero la mirada de superioridad del profesor Martinez me hizo recordar lo que me empeño en ignorar: que no soy más que una niña tonta que se revela con el único objetivo de llamar la atención de sus padres...
— ¿Qué hace él aquí? —la rabia sustituye cualquier otro sentimiento cuando veo a Mateo acercarse al contenedor de basura que intento recoger
¿A qué viene? ¿A burlarse de mí?
— ¿Tienes otro par de guantes? —me quedo muda ante su pregunta
Mateo mira detrás de mí y zafa de un movimiento el par de guantes de repuesto que tenía en el bolsillo trasero de mi pantalón.
Miro estupefacta cómo se los pone, se agacha y empieza a recoger la basura que se ha salido rellenando bolsas medio vacías.
— ¿Como qué vienes...? —se me escapan las palabras como dagas ácidas —¿Como héroe o como villano?
Se detiene un segundo y me mira a los ojos antes de responder:
— No, como damiselo en apuros... —habla increíblemente serio y vuelve su mirada a la basura —hoy no, Azul, por favor... no ahora...
Se me enfría el alma; otra vez vuelvo a ver al chico de las letras quebradas y los remiendos de dibujos...
¿Qué eres, Mateo? ¿Víctima o Bandolero?
Mateo me ayuda a recoger y a limpiar en silencio, su expresión se va relajando poco a poco
No sé qué pensar de esto. Debería estar molesta con él pero me pueden la curiosidad y el orgullo.
— Lo siento por la broma. —hace una mueca— lo admito, me pasé con eso...
Me sorprende que se haya disculpado pero no digo nada; no me permito hacerle saber cuánto me asustó, no a él...
Carraspeo
—Las fotos...
Se ríe por lo bajo
—Se me destrozó el teléfono, así que si se filtran, no soy yo... —me mira con picardía— ¿Quién diría que la "Reina del hielo" tendría fotos así...? Si te doy un beso. ¿posarías para mí?
—Idiota... —le lanzo un pomo vacío que él evita con facilidad.
Levanta las manos en son de paz
—Las palabras no son tu fuerte, eh —chulea y le vuelvo a azuzar una lata esta vez— okey, okey... Tú ganas, súper Azul.
Volvemos a ignorarnos, pero no es igual, nos embarga una silenciosa complicidad y así seguimos, codo con codo, hasta terminar.
Son las 12:30 am, estamos frente a la puerta de mi residencia y esto es muuuyyy incómodo.
No sé qué decirle; él no es interno, pero aun así se ha quedado hasta bien tarde por ayudar y no tengo idea de qué tan lejos vive.
— Esto es extraño, no sé si debo darte las gracias o no; después de todo fue tu culpa...
Mateo se ríe suavemente
— Si, okey, vale, lo siento de verdad peeero —da un paso hacia mí— creo que con la broma estamos a mano, Azul, ¿recuerdas la parte en la que me chantajeabas tú? —se inclina hacia mí y me habla con un tono ligeramente ronco— o en la que me espiabas en el vestidor...
Por instinto doy un paso atrás, Mateo se reincorpora y se encoje de hombros
— Podría no haber venido a ayudarte —canturrea y me mira con intensidad, sus siguientes palabras son un reto más bien — ¿de verdad me negarías un pequeño favor...?
Quiero girarme y decirle "No"; pero el modo en el que le brillan los ojos y la adrenalina de enfrentarme a él es demasiado tentadora como para dejarla pasar.
Me cruzo de brazos como si así me pudiera proteger de él.
—¿Qué?
Mateo aplana los labios para no reír y mi ceño se acentúa aun más.
Mira hacia el edificio
— Es tarde... —habla casual pero luego parece dudar— solo déjame dormir hoy aquí... estas sola ¿no?
Su petición me toma por sorpresa, Mateo frunce el ceño y me mira intentando evaluar mi reacción y por un momento vuelve a titubear.
— ¿Me tienes miedo, Azul?
Niego en respuesta y me giro hacia la escalera.
— Vamos —añado esperando que sea una broma, pero Mateo empieza a subir detrás de mí.
Hay tanto silencio que temo que pueda escuchar mi corazón desde donde está.
¿Qué estás haciendo, Azul? ¿De verdad piensas pasar la noche sola con Mateo en tu habitación? —me recorre un escalofrío— No, no... Solo estoy buscando el modo de acercarme más, solo busco el modo de ganar...
Mateo entra a nuestra pequeña habitación y de repente siento vergüenza; la pintura de las paredes está un poco desconchada sin contar que como ya les dije, mis compañeras y yo no somos de las más organizadas...
— Puedes dormir ahí —le digo señalando la cama de abajo de la otra litera, Ana la ha dejado tendida — esa es la puerta del baño —La señalo antes de recoger mis cosas y entrar en él
«¿Eso es una invitación?» —reconozco que esperaba de él algún tipo de comentario así, no el asentimiento silencioso ni la pétrea expresión.
Me restriego la cara con fuerza. ¿Qué es esto que siento? ¿Decepción?