Sé lo que está pensando. No solo porque me lo gritan sus ojos, su lenguaje corporal, sino porque yo habría pensado lo mismo. Y créeme, mi reacción habría sido muy diferente y mucho menos pacífica.
Admito que no fue mi idea. Para ser sinceros, me negué a seguir con esta pantomima hasta que la vi parada junto a la puerta con los ojos inyectados en sangre y el corazón a punto de salirle por la boca. No hay que ser un ass para saber lo que rondó su mente en ese momento. Es más, podría jurar que escuché cómo me insultaba su voz interior. Supongo que no es raro pensar que me sigue viendo como el malo de la película. Claro que eso siempre es más sencillo que admitir la parte de culpa que corresponde.
Es más fácil odiarme.
Es más sencillo intentar hacerme el villano de su película.
Es lo mejor olvidarse de mí.
Es lo que decidió al no coger esas llamadas.
Fue su decisión alejarme, cuando yo la alejé.
Miedo. Eso es lo que corre por mi torrente sanguíneo cuando las manos de mi rubia se paran en seco sobre mi pecho cuando escucha su nombre caer de mis labios.
—¿Kala? —pregunta algo confundida antes de seguir la dirección de mi mirada—. ¡Oh! ¡Hola! Soy Julia, creo que no nos habíamos presentado como es debido.
No puedo evitar esbozar una sonrisa fugaz cuando la escucho tan entusiasmada. Julia es la persona más amable, carismática y paciente que conozco. Pero, sobre todas las cosas, tiene un don para alumbrar cualquier habitación que pisa. Es su calidez, su cercanía y el corazón que le pone a todo lo que hace.
Los ojos de la morena relampaguean buscando los míos en un leve reclamo. Creo que acaba de darse cuenta de quién es ella. Supongo que logró ubicarla en los recuerdos de la noche que pasamos en el pub.
—Encantada. Siento haber interrumpido su cita. Estaré en mí habitación.
Ahí está. Otra vez con esa careta de hielo impenetrable. Como si nada le importase. En estos momentos no la reconozco. Sé que es infantil por mi parte -y algo egoísta- esperar ver sus ojos llenos de lágrimas. Yo soy el primero que no muestra así sus sentimientos, pero conociéndola, es la reacción que habría tenido años atrás.
Llorar y tirarse en su cama enfurruñada, tapada hasta los oídos mientras escribe en su libreta las cien mil razones por las que me odia. Esa es la reacción de la niña dramática que dejé en casa años atrás, pero ya no es lo que obtengo de la adolescente que tengo delante.
—¿Cita? —Julia me mira preguntándome si se lo dice ella o quiero ser yo quien le de la maravillosa noticia. Me encojo de hombros para que entienda que eso es lo que menos me preocupa ahora mismo—. ¡No, no! Esto no es...
El portazo ligeramente más ruidoso de lo normal corta la frase que estoy seguro ni siquiera ha querido escuchar.
—Creo que no le he caído muy bien —dice girando lentamente sobre sus talones con una sonrisilla—. ¿Lo siento?
—Te dije no era buena idea.
—Vamos, no seas así, dale una oportunidad a mi pavo a las finas hierbas. Es capaz de resolver conflictos bélicos, creo que podrá con algunas rencillas entre hermanastros.
Si ella supiera que lo nuestro es peor que un conflicto bélico. Es mucho más profundo, menos trivial. Y el problema es que ninguno quiere admitirlo, porque al hacerlo todo se tambalearía.
—No la conoces. No sabes lo insoportable que puede ser a veces.
—Pues yo la he visto una chica muy normal.
Normal es un adjetivo que jamás utilizaría para describir a Kala.
—No quiere hablar y yo tampoco. Ni siquiera sé por qué he accedido a toda esta mierda.
—Porque en el fondo de tu corazón, —clava su índice en mi pectoral— en algún rincón olvidado, sabes que es lo correcto. Jamás he podido convencerte de hacer algo que no quisieras realmente hacer.
Me jode darle la razón, porque sabe que la tiene. Así que opto por callar y suspirar profundamente preparándome para lo que está por suceder.
—Habla con ella, Dylan. Explícale que esta es tu ofrenda de paz. Intenta entenderla y hacer que te entienda, solo así lograrán acercar posturas. No pueden vivir en un constante tira y afloja. Aún queda mucho verano por delante.
—No corro detrás de nadie. Tú mejor que nadie lo sabes. ¿Por qué tendría que hacer una excepción con ella?
—¿Porque es tu familia? ¿Porque la quieres? —enumera divertida—. ¿Porque vas a tener que seguir conviviendo con ella un par de meses más? No sé. ¿Por tu salud mental?
—No somos familia...
—Sí, como quieras. —Rueda los ojos acercándose para abrazarme—. Inténtalo al menos, ¿sí?
—Uhum.
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Editado: 31.08.2023