Al fin de su jornada del trabajo, Ingrid se dirigió a su quad con la mirada abajo, al asfalto y a su mano que juega con las llaves. Por primera vez en el día, dirige la mirada a su moto, deteniéndose al ver que su alegría fue antes del tiempo y que las rosas que no encontró esta mañana si están de nuevo en su atv.
Incapaz de no hacer lo de cada día y buscar a su alrededor al posible culpable.
-Ee no, esta vez no - murmura con los dientes apretados.
Luchando contra el enojo, saca su celular para ponerlo en el oído al escoger el contacto.
-Hola, Baldo. Tengo algo que te llegaría muy bien - dice mirando las rosas con una mano en la cadera.
-Hola, Ingrid. ¿De qué se trata?
-Unas rosas rojas - cruzando los pies en los tobillos dice poniendo un tono alegre a su voz.
-¿Y qué hago yo con ellas? - riendo pregunta Baldo.
-No me digas qué no tienes a quien dárselas - dice en un modo melódico.
-Sabes que si - se lo escucha sonreír. - ¿Pero como las conseguiste? - pregunta, volviéndose serio.
-Dime donde estás, te las llevo y te lo cuento.
-Estoy en el trabajo.
-Está bien, voy para ya.
Cuando termino la llamada se acercó al quad para quitar las flores de la silla y poder sentarse. Con el ramo en la mano mira como acomodarlos escogiendo ponerlas entre los pies y poder irse.
Deteniéndose frente el hotel, le manda el mensaje avisándole que llegó.
-Eres rápida - dice al venir.
-Que puedo soy así.
-Bueno, dime ¿qué pasa?
En cambio, de contestarle, señala el ramo.
-Son hermosas - exclama Baldo.
-Son, no lo niego y las tengo de más por lo que te las regalo - le dice.
-Es un gesto hermoso, no obstante dárselas a Klarrisa no - lo ve dudar.
-Porfa, tomarlos, yo ya no puedo con ellas. Mi casa se convirtió en un jardín, alguien nos las deja y es demasiado - pide desesperada.
-Está bien, a pesar de que todavía no sé qué haré. ¿Me las puedes dejar en la casa? - pregunta ofreciéndole las llaves. - Aquí no las tengo donde guardar y sin agua se van a marchitar.
-Va, las llevo y vuelvo a regresarte las llaves.
-Gracias - se despide mientras ella que vuelve a montarse en el quad.
-Hola, má - saluda, entrando.
-Hola, hija - devuelve desde el sofá.
Cansada se tira al sillón.
-¿Qué pasa? - la pregunta mamá al ver cómo se tiró con ese aspecto de cansancio.
-Nada, olvídalo. ¿Tú, cómo estás?
-Bien, sigo evitando el tacto con el pie.
-¿Te hago de comer?
-Me serví lo que quedó de ayer.
-Está bien. Me voy a dar una ducha y vuelvo - la informa, levantándose.
Saliendo del baño, mientras levantaba el pelo, le dijo:
-Ahora nos hago una rica cena, ¿Qué quieres?
-De tus manos lo que sea.
-Ahora vemos lo que hay - dijo abriendo el refrigerador cuando oyeron a alguien tocar.
Ambas se miraron sorprendidas, dejándose claro que no esperan a nadie.
-Abro - por sorpresa, dijo lo que nunca anuncia. Su sorpresa no disminuyo cuando vio quién es - Señor.
-Buenas noches, Ingrid - con una sonrisa nerviosa, la saludo Reynaldo. - Me da mucho gusto volver a verte. ¿Puedo? - cuando vio que ella no reacciona, pregunto apuntando con el dedo adentro.
-¿Qué hace aquí? - pregunta, dejándolo pasar.
-Vine a platicar con tu mamá. O mejor dicho quejarme. Hola, Eva - saluda, acercándose al sofá donde está acostada para sentarse en el que está alado.
-¿Qué pasa, Reynaldo? - con preocupación pregunto Eva.
-Y que no. Lastimé a Klarrisa hoy en la oficina y para alegrarme el día Sandra no deja que echarme la culpa.
-¿Qué paso con Klarrisa? Porque esa parte no la entendí - pregunto Eva.
Ingrid volvió a la cocina para hacer la cena y desde ahí escuchaba la plática.
-Me dejé llevar por los sentimientos de padre, así que le pregunté si estaba segura de esa relación. Se enojó y me dijo que ella no va a dejarse influenciar por lo que otros digamos, sino por el corazón.
-Y tiene razón - murmuró Ingrid lo suficientemente alto que los dos la voltearon a mirar. - ¿Qué? - pregunto, viéndolos mirarla. - Ustedes quieren que haga lo que ustedes les plazca sin importarle como se sentirá ella.
-En eso tiene razón Ingrid. Ya una vez hizo como le era dicho, ¿y dónde la llevo? De nuevo está aquí, viene aquí a cada oportunidad.
-Y me siento culpable por eso, sin embargo, eso es otra cosa. Aquí no hablamos de dos amigas, sino de su futuro, no puedes comparar dos niñas con un hombre.
-La debes dejar para que busque su camino - le dice y enseña a Ingrid. - Yo lo hice - intenta murmurar.
-Te escucho - la advierte, mirando los ingredientes en la isla.
-Bueno - rindiéndose dice. -, entonces y yo me puedo lamentar. Yo tampoco estoy contenta con las decisiones de Ingrid, ¿Y qué puedo? No escucha, es terca.
-¿De verdad, de nuevo vas a comentar? - pregunta con suspiro.
-¿Lo ves? - se lamenta Eva.
-Es tan lindo verlas así - dice sonriendo, como si se olvidó de todos sus problemas. - Klarrisa y Sandra nunca se comportaban con tanta ligereza. Si se reprochan terminan peleando y ustedes sonríen, a pesar...
-Preparo la cena para los tres - anuncia, ignorando lo que dijo.
-Sabes muy bien que con Sandra todo debe ser en un nivel, aquí es solamente el amor, por eso Klarrisa no se siente relajada a su lado - explica Eva.
Reynaldo iba a decir algo cuando Ingrid anuncio:
-¡Listo! - llenando los platos para la cena.
-Te ayudo - levantándose, ofrece.
-¡No, ella como ahí! - informa Ingrid, advirtiéndoles de que no se mueva. - Aquí tienes - dice, trajeado todo. - Espero que no te molesta si comemos en la sala para hacerle compañía - cuando acomodo el plato a su mamá, volteo a Reynaldo refiriéndose a los otros dos platos que tiene preparados para ellos.
-No, todo lo contrario. Salir de la monotonía me llegará bien.