Sasha y yo estábamos en el campus, sentadas sobre el césped, ambas de muy mal humor.
—¡No me puedo creer que me haya tocado formar equipo con ese imbécil!
—Vamos, no es para tanto. Lo mío es peor. ¿No sabes quién es mi compañera?
—¿La chica de la última fila?
—¡Sí! La chica de la última fila.—Dijo levantando las manos al cielo.—Esa chica es muy rara... En serio, siempre se sienta sola y nunca habla con nadie. Creo que Turner no sabía que la chica existía hasta que la vio en la lista.
—No seas prejuiciosa. No estamos en el instituto, somos adultos, compórtate como tal. Ella solo es tímida. Seguro que le debe de afectar bastante trabajar contigo. Tú eres todo lo contrario a ella. ¡Por Dios! Eres estudiante de tercer año de psicología. Usa lo que sabes. Conócela, ya verás cómo te sorprende.—Sasha era muy simpática y dulce, amable con todo el mundo, pero tenía un defecto muy grande. Siempre juzgaba a la gente antes de conocerla. Y eso no era muy agradable y hacía que no tuviera muchos amigos.
—Aun así no me apetece nada ser pareja de alguien tan raro... ¿Por qué no hablamos con Turner y yo hago el trabajo con Dragos y tú con la chica de la última fila?
—Por mí encantada, pero Turner no da su brazo a torcer ya sabes como es.
—Eso es cierto. ¿Recuerdas aquel caso que nos puso del chico que era esquizofrénico pero que según él era bipolar? Las personas que lo corrigieron y se empeñaron en llevarle la contraria se llevaron un cero redondo ese semestre. No entiendo como se pudo confundir con algo así...
—Eso no importa ahora, lo que importa es que no quiero ser la pareja de ese estúpido.
—Vamos, no seas prejuiciosa. No creo que sea como tú dices, conócelo, ya verás cómo te sorprende.
—No uses mis palabras contra mí.—Ambas nos reímos.—En serio, es un estúpido. No creo soportarlo.
—Siempre podéis hacer el trabajo por separado. Os dividís el trabajo en una tarde y en otra os juntáis de nuevo para juntarlo todo. Solo tendrás que veros dos veces.
—Es una buena idea. Se supone que tenemos que llegar a la conclusión de que es lo que hace a este asesino en serie un asesino en serie. Es solo trabajo de investigación y deducción. Será sencillo.
—Lo sé, fue mi idea.—Dijo sintiéndose superior. Yo arranqué un puñado de hierba y se lo tiré a la cara. Ella se rió y tomó otro tanto, iba a tirármelo, pero alguien la interrumpió.
—Hola.—Un chico alto, rubio y con ojos azules apareció detrás de Sasha. Ella se giró tras reconocer su voz.
—¡Mark! ¡Hola hermano que bueno verte! ¿Cómo has estado? Hace tiempo que no pasas por casa.—Mark Jones, el hermano mayor de Sasha y que está a punto de graduarse en derecho penal. Mark era un chico realmente guapo, pero como todos, solo tenía que abrir la boca para joder su apariencia. Parecía un chico bueno y dulce, pero no, era todo lo contrario, al menos desde que entró en la pubertad. Al principio era muy cercano a Sasha y muy amigo mío, la verdad, aunque he dicho que nunca me ha interesado ningún chico, no es del todo cierto. Él fue mi primer... ¿Flechazo? Sí, yo no diría que era amor. Él tenía trece años y yo diez. Yo acababa de perder a mi padre y él al suyo y era muy amable conmigo. Eso hizo que me fijara en él, a demás de que era muy guapo. Pero las cosas cambiaron cuando él empezó a ir al instituto, tenía como quince años e hizo nuevos amigos. Empezó a evitarme a mí y a su herma cuando estaba en público. Se burlaba de nosotras, de mí en especial, me empujaba, cuando caminaba ponía un pie para que me callera y a veces, cuando estaba en casa de Sasha rompía mis cosas. Con el tiempo simplemente dejó de hablarme y yo a él. Ahí terminó nuestra amistad y mi atracción hacia él.
—Bien. Oye, dile a la abuela que sí iré a cenar esta noche.—Mark se había ido de la casa de su abuela en cuanto cumplió los dieciocho y entró a la universidad. Mark siempre había sentido vergüenza de Sofie, su abuela.
—Claro. Se alegrará mucho de verte.—Le respondió ella sonriente. Mark me miró por un segundo. Su mirada era intensa y el color de sus ojos penetraba los míos como dos cuchillos. Luego abrió la boca, como si quisiera decirme algo, pero se retractó y se fue sin despedirse de su hermana. Sasha me miró.
—¿Qué?
—¿Cuándo vais a volver a ser amigos?
—Nunca.
—¡Vamos! Ya no es el mismo adolescente cretino que era. ¿Sabes que estuvo muy preocupado por ti cuando estuviste ingresada?
—Pues no lo vi por el hospital.—No debía de estar muy preocupado.
—Quería ir. Te juro que lo intentó, pero no quería importunarte, como nos lleváis bien y eso...
—¿Y de quién es la culpa?—Le pregunté furiosa.