En el tren rumbo a Canterlot, dentro de uno de los vagones de carga, entre cajas apiladas y voluminosos equipajes, un joven poni estaba sentado, envuelto en una opresiva oscuridad. Su rostro, apenas iluminado por la tenue luz que se filtraba desde la escotilla del techo, reflejaba nerviosismo. No había dormido la noche anterior y llevaba horas sin probar bocado. Sin embargo, nada de esto era la verdadera causa de la inquietud que lo embargaba. Su espíritu permanecía fuerte, su mente clara y alerta.
Era, más bien, su lucidez (que le permitía comprender su situación con cruel claridad), la fuente real de su angustia.
El momento de su prueba definitiva se acercaba.
Intentando calmar los nervios, tomó la botella de sidra que sus maestros le habían dado como regalo antes de abordar el tren. Era la primera vez que probaba sidra, y al primer trago, el ardor en su garganta le arrancó una tos seca que resonó en el silencio del vagón. A pesar de la incomodidad, siguió bebiendo, consumiendo aproximadamente un tercio de la botella antes de dejarla a un lado. Poco a poco, el calor de la bebida logró disipar los temblores en sus patas, y su mente se aclaró aún más.
Con algo de tiempo por delante, encendió el reproductor de música que llevaba consigo, se colocó los audífonos y, algo más relajado, se dejó caer en el suelo.
Los audífonos eran tan nuevos que la caja todavía reposaba a un lado, intacta salvo por el sello roto. Otro regalo que no había pedido, pero tampoco podía rechazar. Probablemente, no tendría otra oportunidad de usar algo tan sofisticado en su vida.
Intrigado por aquel moderno aparato, tomó la caja y leyó en voz baja: "Audífonos Gamma Silente - Averages C".
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"...y eso fue lo que pasó", concluyó Rainbow Dash con confianza. Frente a ella, sus amigas la escuchaban con atención.
"¡Wow! Eso fue increíble. Peleaste contra un cocodrilo gigante, salvaste a Daring Do de ser devorada por un enjambre de hormigas-langostas y restauraste la paz en un reino de hipopótamos. ¡Eres asombrosa, Dashi!" exclamó Pinkie Pie emocionada saltando en su asiento.
"Sí, realmente es una historia 'increíble', Rainbow", comentó Applejack, con un tono cargado de escepticismo, mientras miraba de reojo a Rarity.
"Y después de todo eso, Daring Do te entregó el borrador original de su último libro. Vaya..." dijo Fluttershy en voz baja, pensativa, mientras sus cascos jugueteaban con la alforja que llevaba al costado.
"Exactamente, así es como fue. Definitivamente", confirmó Dash, irradiando una seguridad casi desafiante.
Las cuatro ponis observaron el montón de documentos desordenados y maltratados que Rainbow Dash había colocado con orgullo en uno de los asientos momentos antes.
"Entendemos que estos documentos son muy valiosos, querida. Y dado que los has traído a nuestra reunión de hoy, supongo que esta tambien es la gran sorpresa que tienes preparada para Twilight, ¿verdad?" preguntó Rarity, entrecerrando los ojos.
"¡Por supuesto!" exclamó Dash, llena de emoción. "Conociéndola, probablemente ya ha leído el libro diez veces. Pero estoy segura de que quedará muy impresionada cuando vea esto".
Rainbow Dash ya había imaginado ese momento una y otra vez. Sus amigas la inundarían de preguntas y alabanzas por su brillante idea, y ella respondería con entusiasmo a cada una. Si lograba evitar mencionar 'el otro asunto peligroso', todo lo que había pasado para conseguir esos documentos habría valido la pena.
Solo necesito su aprobación... nada más.
Guardando cuidadosamente sus emociones, Dash esperó con una sonrisa. Pero...
Nada de eso ocurrió.
En cambio, sus amigas se miraron entre ellas en silencio, compartiendo expresiones de preocupación.
"¿Qué pasa?" preguntó Dash, sintiendo un escalofrío de inquietud al notar la falta de entusiasmo. "¿Acaso no creen que le sorprenderá?"
No lo reflejaba en su rostro, pero por dentro, un miedo creciente le retorcía el estómago.
"Por supuesto que se sorprenderá", respondió Applejack, con un tono tranquilo pero firme. "Es solo que tu historia no explica lo que pasó hace un momento".
Un leve tic en el párpado de Dash delató su nerviosismo, aunque ella misma no lo notó.
"¿Explicar qué?" replicó de inmediato, fingiendo ingenuidad.
"¿Quién era ese poni sospechoso que vimos antes?" preguntó Applejack con seriedad, clavándole la mirada.
"¿Ah, eso? No es nada importante", respondió Dash, encogiéndose de hombros con una risa forzada. "Solo era una admiradora que conocí por ahí. Quiere que firme un contrato para ser su modelo estrella. ¿Gracioso, verdad?"
Sus palabras, deliberadamente simples, apenas si convencieron a nadie. Applejack frunció el ceño, mientras Rarity levantaba una ceja con evidente escepticismo.
"¿Una admiradora...?" insistió Applejack, cada vez más inquisitiva.
"Pues deberías hablar con ella. No debería estar acechándote de esa forma. Solo te traerá problemas y terminarás más estresada de lo que ya estás", dijo Pinkie, sacando de la nada un muffin que mordisqueó despreocupadamente. Las otras ponis le lanzaron una breve mirada de reproche; todas sabían que Pinkie no era la más indicada para dar ese consejo, considerando su historial de conductas similares.
"¿Estresada? ¿De qué hablas, Pinkie? Estoy perfectamente bien", replicó Dash con una mezcla de exasperación y firmeza.
"Pinkie tiene razón, querida. Te ves terrible. ¿Te has visto en un espejo?" comentó Rarity, en su tono usual de exagerada preocupación por la imagen.
Rainbow frunció el ceño, sintiendo una punzada de irritación. No solía confiar en las opiniones de Rarity sobre su apariencia, pues las consideraba demasiado melodramáticas. Pero la duda ya había sido sembrada, así que decidió dirigirse a la amiga que sabía que nunca le mentiría.