El viento soplaba suavemente sobre el tranquilo lago en medio de la Gran Barrera. En una de sus orillas, una pequeña mariposa rosada batía exhausta sus alas en un intento desesperado por alcanzar un lugar seguro. No muy lejos de su trayectoria, el último vagón de carga del tren de Ponyville a Canterlot yacía volcado en la tierra. A diferencia de los demás vagones hundidos en el lago, este se encontraba en perfecto estado a pesar de haber sido atacado por las mismas fuerzas elementales que habían destrozado el tren.
Con esperanzas renovadas, la pequeña mariposa se esforzó al máximo para llegar al vagón y, después de varios intentos fallidos, finalmente logró alcanzarlo. Exhausta, descansó sobre una de sus ruedas.
A pesar de que solo soplaba una brisa suave en ese momento, para esa pequeña mariposa, el viaje había sido como atravesar un huracán.
Después de varios minutos de descanso en el vagón del tren, la pequeña mariposa dirigió su atención hacia el horizonte.
Al otro lado del lago, una gran nube de polvo se elevaba, y estruendos similares a estallidos comenzaron a resonar, llenando toda la Gran Barrera de un eco ensordecedor.
La nueva amenaza llenó de angustia a la pequeña mariposa, que sin perder un segundo, buscó refugio entre las aberturas metálicas que se revelaban en el vagón volcado. Su búsqueda fue breve, pues encontró un agujero en los conductos de aire cercanos e ingresó en él sin dudarlo.
Aquella diminuta criatura desapareció de la vista de cualquiera que la hubiera observado. Sin embargo, en ese mundo en conflicto, pocos tenían ojos para detalles tan insignificantes como aquel.
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"¡TRHROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!"
Una lluvia de enormes rocas impactó el bosque que bordeaba la Gran Barrera. Árboles y viejas construcciones se hicieron añicos al recibir el impacto de rocas tan grandes como carretas. La pesada lluvia de rocas continuó implacable durante varios segundos hasta que finalmente el bombardeo cesó.
La nube de polvo gris resultante de la lluvia de rocas comenzó a disiparse lentamente, revelando un páramo de destrucción.
Badwhiz, quien nunca antes había presenciado una demostración de poder tan impresionante por parte de Ceridwen, quedó profundamente asombrado. Tanto, que por un momento pensó que la batalla ya había terminado.
Sin embargo, para Ceridwen, una veterana en batallas de magia, que ya se había enfrentado a la princesa y su séquito en el pasado, aquel ataque no debería haber bastado para acabar con su oponente.
"No creo que seas tan débil como para pensar que unas simples rocas sean suficientes para derrotarte", reflexionó Ceridwen mientras asumía una postura defensiva y encendía con su magia las dos varas doradas que flotaban a su alrededor. Detrás de ella, Badwhiz por fin entendió que aún no había acabado y la imitó rápidamente para cubrir su retaguardia. Entre ambos, flotaba un cubo de cristal.
Alrededor el polvo bailaba en ráfagas grises que apenas podían ocultar el tenso ambiente.
Minutos atrás, Ceridwen había llegado al campo de batalla. Después de ordenar a Badwhiz que diera un ultimátum a la princesa, informándole que sus compañeras ya habían sido capturadas y que debía rendirse, procedió a atacarla con una lluvia de rocas al no recibir una respuesta favorable. Por supuesto, no tenía interés en escuchar las excusas de la princesa poni; si no se rendía de inmediato, no tenía sentido gastar ni una sola palabra.
Incluso en medio de ese ataque repentino, la princesa no cayó en el pánico ni la confusión. Hábilmente esquivó las rocas que habían sido empujadas mágicamente y retrocedió con su compañera hasta desaparecer de la vista de Ceridwen.
La mirada que tenía la princesa antes de marcharse era una que Ceridwen conocía muy bien; era una mirada que reflejaba una gran determinación por pelear.
Estaba claro que un contraataque era inminente.
El polvo se había disipado por completo cuando, no muy lejos de donde estaban, Twilight emergió detrás de las rocas y lanzó un preciso rayo de magia desde su cuerno hacia Ceridwen.
El contraataque comenzó antes de lo que Ceridwen había anticipado, pero solo esto fue inesperado.
El audaz ataque directo de Twilight chocó contra la sólida barrera mágica que Badwhiz había erigido. El ataque resultó ineficaz. Ceridwen, viendo una oportunidad, actuó en sincronía con Badwhiz, quien bajó la barrera y de inmediatamente ella lanzó una de sus varas doradas hacia Twilight.
La vara no se dirigió a su objetivo como lo haría una flecha, sino de costado como un rodillo rodando. Así en medio de su trayectoria, creció exponencialmente, impactando en el suelo debido a su propio peso y continuando su avance como una aplanadora gigantesca.
Twilight se sorprendió mucho al presenciar la manifestación de esta magia. El avance arrollador de la vara gigante y las rocas que salían disparadas en todas direcciones no le dieron más opción que elevarse en el cielo para evitar ser aplastada por la apisonadora.
Ahora en el aire, Twilight se había convertido en un blanco fácil.
("¡Cambio!") ordenó mentalmente Ceridwen a Badwhiz. En un movimiento perfectamente sincronizado que duró menos de un segundo, ambos compañeros intercambiaron sus posiciones. Ahora Badwhiz estaba frente a Twilight, libre para atacarla directamente con sus relámpagos negros.
Uno tras otro, rayos negros fueron disparados hacia Twilight en el cielo. Algunos rozaron su estela mientras que otros pasaron demasiado cerca, aun asi, la mayoría falló en su objetivo. Twilight no era una gran voladora, pero sus fuertes alas y su conocimiento en vuelo le daban la ventaja suficiente para esquivar el continuo asedio de Badwhiz.
Ceridwen, detrás de él, no le prestó atención. Sabía que Badwhiz no sería capaz de derribar a la princesa. Su único propósito en ese momento era mantenerla ocupada. El verdadero ataque vendría desde atrás.