—Desmond, despierta.
La voz de Carolina Péricand despertando a su hermano bastó para sacarlo de su sueño, no así de su cama. El joven de diez años empezó a mover su cabeza de un lado a otro en la almohada, mientras trataba que sus ojos se abrieran sin muchos resultados por la luz de sol que entraba por su ventana.
—Desmond, recuerda que hoy es el último día de clases antes de que la profesora regrese a la ciudad.
Tras combatir contra la modorra por varios minutos, finalmente se levantó, dirigiéndose al baño a ducharse. Su casa era de principalmente de madera. El suelo era de madera café barnizada. Las paredes eran planchas de madera en las que se veían los clavos que se usaron para sujetarlas a la estructura principal. Por fuera, listones de maderas recubrían la fachada, pintadas de celeste turquesa en la zona baja, y blancas en la zona que sostenía los tejados de madera de zinc. Sin embargo, el baño era una habitación extra, construida a posteriori con cemento, sin ningún tipo de adorno o recubrimiento para taparlo. El joven Péricand se desnudó, corrió las cortinas que se sujetaban en un alambre, y encendió la ducha.
Diez minutos después, ya estaba totalmente cambiado de ropa, y se presentó al comedor. De piel blanca, estatura media, pelo corto negro en ese momento mojado por el baño, saludó a su madre quien estaba esperándolo.
—Buenos días mamá —le dijo bostezando.
—Buenos días Desmond —contestó ella con tono estoico. Allí también estaba su hermana, cuatro años mayor que él, sentada a la mesa con una taza con leche caliente, junto a otra que pertenecía a su hijo, quien se sentó y empezó a beberlo en silencio.
—Desmond, deberías empezar a levantarte mas temprano. Entiendo por que estás así, pero aun así, un poco de esfuerzo deberías poder —le decía ella.
—Como si tuviera ganas de levantarme —fue su respuesta.
—¿Y las ganas para hacer cosas, para ayudar a llevar harina o visitar a tu tío?
—Esas actividades me llenan y me hacen sentirme bien. Levantarme de la cama tras dormir incómodamente no.
—Pues entonces —le interrumpió su hermana —deberías encontrar la forma en que levantarte te ayude a sentirte bien o te llene.
Él se limitó a asentir mientras bebía, sonriéndole y lanzándole una mirada de gratitud.
—Sabes, ya sé que te va a alegrar —agregó ella —. Va a pasar un grupo de Rangers que viene de la ciudad-fortaleza de Craco, quizás allí venga también Sophie con Hans.
Su hermano cambió su mirada y la miró. Una cara mas animada se vio en ella debido al interés ganado. Bebió su leche rápidamente para luego dirigirse al baño a lavarse los dientes. En el entretanto, Irène se acercó donde su hija y le dio las gracias por ese apoyo. No lo quería decir, pero ella se sentía un poco mal por no haber podido hacer mucho para animar a su hijo.
—No te preocupes por eso mamá —le dijo sonriendo —, sé que estos también han sido meses difíciles para ti desde que falleció papá, por eso estoy aquí apoyándote.
"Heredó la entereza de su padre", pensaba Irène, lamentándose para sus adentros el no ser tan resilente como su hija.
Cinco minutos después, Desmond y Carolina iban trotando por la carretera hacia el centro del pueblo, de nombre Concord, donde estaba la escuela. Su casa estaba un poco apartada del mismo, así que tenían que recorrer a pie un trecho mayor. Todo estaba anclado al centro de un verde valle, con distintos cultivos creciendo tanto en la depresión como en las montañas, con pequeños bosques dispersos entre ellos. El primero además llevaba su bien mas preciado colgando del cuello: una cámara fotográfica.
Llegaron al centro y allí vieron a poca gente, como algún campesino usando un sombrero de paja a caballo, otro con un carro tirado por caballos llevando varias verduras, y algo que no era tan común ver: un automóvil, el cual se notaba hecho con metales toscos y sucios que estaba estacionado junto a la estación de tren.
Una cuadra mas allá estaba el edificio de la escuela, que al igual que el resto del pueblo, solo contaba con un piso. Allí jóvenes de distintas edades iban en un curso que iba enseñándole los distintos conocimientos que iban a necesitar, siguiesen o no estudiando a futuro. Las mesas eran de madera pintadas de blanco de forma sencilla, con sillas de igual material y de múltiples colores. Los dos hermanos llegaron y saludaron a sus compañeros justo cuando la profesora Rose-Marie Lamothe apareció en la sala. Era bastante alta, con el pelo ondulado y corto, piel de color, ojos café y una sonrisa afable. Dejó su bolso sobre su mesa y empezó a caminar entre las mesas de sus estudiantes.
—Buenos días a todos. Como hoy es el último día y como un grupo de Rangers va a pasar por aquí, vamos a terminar las clases mas temprano para que puedan ir a verlos.
Un exclamación de alegría se expandió por todo el lugar, la cual fue silenciada cuando ella levantó la mano buscando aquello.
—Pero antes, quiero hacer una breve clase de historia. ¿Saben quienes son los Pioneros?
Todos respondieron con un sí al unísono.
—¿Y me pueden explicar quienes son o fueron?
Silencio. Lo que pasaba en las mentes de los jóvenes era que sabían quienes eran, pero sabían ponerlo en palabras. Desmond, que pasaba por exactamente eso, fue interrumpida por su hermana.
—Vamos, tú sabes bien, Hans te estuvo explicando todo eso hace unas semanas.
—Disculpe señorita Péricand, ¿pasa algo? —interrumpió la profesora.
—Es que mi hermano puede responderle la pregunta —le explicó con una sonrisa en la cara, explicación que dejó descolocado a Desmond, quien se sorprendió.
—Bueno señor Péricand, ¿podría responder la pregunta?
El joven comenzó a armar su respuesta en la cabeza, tratando de recordar lo que le habían contado.
—Fueron personas que... no se sentían cómodos en las ciudades-fortalezas por diversas razones. Algunos decían que se habían creado modos de vida nada sanos y totalmente deshumanizantes... Otros simplemente eran demasiado pobres o desplazados de la misma... Al comenzar la Era del Ganado, toda esa gente salió en masa a colonizar las zonas amarillas, buscando una mejor vida, o incluso encontrar mejores alternativas al rebuscar en las ruinas de las antiguas civilizaciones, pensando que antaño estas fueron mejores.