Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Colores

Colton terminó de de contar su historia con un fuerte retortijón. Recordar todo eso le molestaba y al ver a su hija, una duda que desde hace meses también se agregó a ese sentimiento. ¿Por qué no dejaba que si hija fuese pionera? Era evidente. Ser uno de ellos era algo muy sacrificado, muy arriesgado, donde verías sufrir y morir a los tuyos, o hasta uno mismo. Ella no quería eso para su hija, quería que tuviera una larga y tranquila vida, una vida feliz... ¿O no era por eso? ¿Era porque verla como ranger le recordaría por siempre su amargo sabor de boca de su experiencia como uno? ¿Era porque ya no comulgaba con esos ideales?

—Papá, ¿por qué no quieres que sea Ranger? —preguntó ella con voz queda. 

Justo lo que estaba pensando, ¿qué le respondía? 

—Papá, ¿tu verdad todavía crees en las ideas pioneras? —continuó ella.

—Sí —fue su respuesta cortante.

—¿Entonces por qué no quieres que sea como ellos?

—Es que... —se vio acorralado, estaba perdiendo el control de la situación.

—Si tienes miedo de que termine en una situación similar como la tuya, no te preocupes, no me dejaré amedrentar, y hasta devolveré los disparos si es necesario.

"No, no hija, no es tan fácil", pensaba él, pero por alguna razón no podía poner en voz sus pensamientos. Cada vez era mas claro que por mucho que le explicara, ella no iba a escuchar, que solo iba a poner excusas. ¿Qué hacer?

—Hija, yo te conozco, sé que no harás nada de eso, que serás buena persona ante todo. Confío en ti —fue lo que finalmente dijo.

—¿Entonces?

Su padre suspiró. Si nada mas podía hacer, entonces iba a terminar de la forma menos jodida posible.

—Muy bien hija, te dejaré unirte a los pioneros —sentenció.

—¿De verdad? —quiso confirmar ella irguiéndose en su cama y mirándolo fijamente.

—Sí.

—Gracias papá —contestó con una sonrisa en la cara.

Los últimos meses que estuvieron juntos cambiaron un poco para bien. La escuela siguió igual, sus compañeros siguieron insoportables, y se resignó a intentar interactuar con ellos. En su casa en cambio la cosa si mejoró un poco, y al menos empezó a tener mas interacciones con su padre. Aun así, nunca mas pudo volver a sentir su casa igual, no volvió a sentirla como un hogar, ni a su padre como tal, lo veía mas como una persona que le caía bien, pero con la que ya no sentía algún lazo paternal. Esto siguió molestándole, pero no dejó que este sentimiento incómodo le dominara. Se mentalizó completamente en aguantar, en no dejarse llevar, en poder terminar la escuela y alistarse a los puntos de reclutamiento que estarían disponibles. Sabía que cuando entrara en los pioneros, podría olvidarse totalmente de toda su vida anterior, toda la molestia e incomodidad que le embargaban desaparecerían, y que allí todo sería mejor.

*

Desmond bostezó. Ya era de noche y estaba junto a la hoguera que habían levantado junto a su campamento en las afueras de la ciudad. Asama apareció detrás de él y le preguntó cuánto faltaba para terminar el turno.

—Casi nada, solo cinco minutos —le respondió.

—Ya está oliendo bien, espero que esté buena la comida.

Cuando hubieron aparecido los relevos pertenecientes a otro grupo, ellos regresaron a la fogata donde estaban los suyos. Paulo era quien estaba preparando la cena, sopa de verduras. Terminada de prepararla, fue sirviéndola en los distintos platos de cada uno. La cena fue silenciosa, pues todavía estaban recuperándose de las pérdidas de sus compañeros, y en ese momento se sentía una en particular. Claire había sido su antigua cocinera, y aunque Paulo no lo hizo mal, sí se notó la mano distinta a la hora de preparar la comida. Eso sin mencionar que la no presencia de sus miembros faltantes era notoria cuando se sentaban en círculo alrededor de la llama, y quien mas lo notaba era Hans, que ya se había acostumbrado a la anterior formación del grupo. 

—Hace tan solo unos días éramos nueve ahora solo quedamos cinco —soltó el joven Gallagher. No se dio cuenta que había pensado en voz alta, cosa tendía hacer cuando estaba tenso o mal anímicamente. Siempre que le pasaba en el colegio los demás le quedaban mirando, preguntándose qué pasaba con él, mientras que en la instrucción, aunque al principio chocó, la gente se acostumbró a él. Pero esta vez sus palabras habían golpeado en la aún en reparación condición emocional de cada miembro sobreviviente, y les dejó algo mal. El joven acabó dándose cuenta de esto al notar que algunos interrumpieron sus comidas y tenían miradas incómodas (le habían explicado como identificar tales momentos) y se iba a disculpar, pero una voz desde atrás les interrumpió.

—Seis querrás decir, Hansito —dijo la voz de Janira que había aparecido desde las sombras y estaba parada allí. Todos se voltearon a mirarla. Se notaba que trató de hablar con voz prepotente, pero esa vez le salió forzada, en especial al notar una cara triste y las marcas por donde habían corrido las lágrimas, resaltadas por el fuego. 

Su aparición sorprendió a todos, girando para mirarla. Traía consigo un piso de metal como el que usaban sus compañeros, la colocó junto al fuego y se sentó.

—¿Quieres un plato de sopa? —preguntó Asama, a lo que ella asintió. Paulo, algo recuperado de la sorpresa, lo tomó y le sirvió. Ella comenzó a comer como si nada. Un completo silencio permaneció por mucho tiempo antes que el joven Gallagher hablara.

—Janira, ¿qué pasó durante el día? Pensamos que habías abandonado.

—Esperaba que me alguien me preguntara eso —respondió con el mismo tono de prepotencia forzada, para luego ir contando todo lo que pasó durante el día. A medida que avanzaba el relato, su tono de voz fue cambiando, haciéndose mas tranquila y cordial, con algunos momentos en donde parecía quebrarse. Al terminar de conversar, fue Sophie quien se preocupó mas.

—Pero, ¿ya te encuentras mejor? —le interrogó.




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