Mientras todos descansaban brevemente, el comandante Collines tomó a un puñado de soldados y los dirigió mas al este, buscando la esquina para intentar tener una mejor visión del edificio a atacar. Tras asomarse peligrosamente detras unas esquinas e improvisar con un espejo que tenía guardado y un trozo de madera que encontraron, pudieron entender mejor la situación.
Mirando hacia ellos, la cara sur del edificio fortificado no tenía ventanas, solo las aberturas por donde estaban las escaleras para acceder a los edificios superiores, llenos de alambres. Las entradas y las ventanas estaban mirando hacia el este y el oeste, y era bastante claro que estarían bien vigiladas. Estaban sopesando sus posibilidades cuando desde la radio que Vitka llevaba a sus espaldas sonó un mensaje.
—Echo centro, aquí Echo izquierdo, ¿me recibe? Cambio.
Eran los que defendían el flanco izquierdo del parque. El superior tomó el auricular y contestó.
—Echo izquierdo, aquí Echo centro, cambio.
—Señor Collines, lo vimos todo desde los edificios del costado. Menuda carrera.
—¿Qué ocurre señor?
—Escuchamos el francotirador y creemos que está apostado en el edificio mas alto que está al este. Nos interesaría atacarlo, pero por este lado hay ventanas y está todo al descubierto. ¿Tiene algún plan?
Deliberaron por radio y organizaron el plan. El grupo del centro se reagrupó todavía a cubierto entre las ruinas y allí les explicó. Varios tragaron saliva, mas que nada porque la idea de volver a correr, ahora ante una posición fortificada no les gustó del todo. Sin embargo, estaban envalentonados por todo lo que habían tenido que pasar, así que se guardaron las dudas y fueron a tomar posiciones. El grueso del grupo fue un poco al oeste, de tal manera que tendrían que cruzar la avenida en diagonal para llegar al edificio, poniéndose a tiro. Asama, por su parte, fue un poco mas allá y se instaló a cubierto en una zona mas lejana. Iba a dar apoyo de francotirador y, con un poco de suerte, dar caza al o los francotiradores enemigos. Por último, Mille escogió a sus cinco zelotes y al escuadrón de Janira par otra misión. Ellos debían cruzar la esquina al otro lado, por el punto ciego de ellos.
—¿Y cómo se supone que entraremos? —preguntó Sophie. Allí apareció Bernardo portando un lanzacohetes, el mismo que habían usado contra ellos, siendo recogido junto con una bolsa de proyectiles que llevaba el difunto antiguo usuario.
—¿Están listos? —preguntó Mille. Todos asintieron con la cabeza. Entonces tomó el auricular de la radio y contactó con el grupo del flanco izquierdo y el resto del grupo del centro, indicando que la misión comenzaba.
Pasados uno segundos, desde el otro lado de la cuadra sonaron varios silbatos, y una marea humana salió corriendo en dirección al edificio emitiendo gritos de guerra. De forma inmediata los citadinos comenzaron a disparar hacia ellos desde las ventanas de la cara oeste. Esto hizo que el escuadrón de Janira sintiera algo de culpa, porque sabían que los estaba usando como carnada, pero también sabían que era necesario. Ahora mismo el ala izquierda debería estar comenzando un flanqueo sobre la cara norte, y ellos deberían hacer lo mismo. Inmediatamente cruzaron la calle y agradecieron que nadie les vio. Al llegar al otro lado, Bernardo apuntó el lanzacohetes a la pared y disparó. El proyectil impactó y creó un agujero en la pared. Todos corrieron a posicionarse en fila a los lados del mismo. Fusako, que estaba en el lado derecho, sacó una granada y la arrojó al interior. Llegaron unos gritos de alerta ante la misma y luego explotó. Seguidamente los seis zelotes entraron a la cabeza y dispararon sus armas haciendo un barrido para despejar la habitación.
Tras abrirse paso hacia el vestíbulo, vieron a otros de los suyos también. Muchos iban cansados, extenuados de tanto correr y tener el corazón en la garganta por ir al filo de la muerte, además de Echo Izquierdo que había logrado entrar por la cara este al hacer un rodeo mas grande. Algunos aprovecharon de beber agua de sus cantimploras, pues tenían la boca totalmente resecas.
—Solo un último esfuerzo mas compañeros —dijo Mille —. En cuanto despejemos el edificio, habremos dado un gran golpe a San Francisco y habremos ayudado a los habitantes de West Oakland.
Los disparos desde la ventana empezaron a reducirse, posiblemente para preparar a los soldados en la defensa del interior, lo que ayudó a que mas gente pudiera llegar a salvo. De esta forma, todos se reorganizaron y se prepararon para ir a los pisos superiores. Eso si, antes recuperaron todas las granadas que pudieron encontrar pues las iban a necesitar. Cada grupo tenía que ir en fila subiendo las escaleras, apuntando siempre hacia arriba, vigilando que nadie esté asomándose e intentando disparar. El que iba al frente es el que la llevaba peor, porque en caso de encontrarse con alguien, él sería el primero en caer. En combate cerrado siempre era el defensor el que dispararía primero, y todos lo sabían.
Pocos se ofrecieron para ir al frente, y Paulo fue uno de ellos. Iba pistola en mano, apuntando con el pulso tembloroso. Al subir las escaleras y llegar al segundo piso, había una abertura que indicaba la entrada al pasillo. Inteligentemente, se apoyó en el borde y se asomó un poco.
Bastó con escuchar los disparos para que se escondiera de forma instintiva. Miró para atrás y vio a su escuadrón y los otros en hilera esperando avanzar. Volvió a a asomarse lo mas que pudo para intentar ver qué había. Lo vieron y comenzaron a disparar. Se volvió a esconder de forma instintiva. Había visto lo que necesitaba, una barricada con su distancia respectiva. Sacó una granada, quitó el seguro, contó cierta cantidad y con un movimiento de su brazo derecho la arrojó. Volaron algunas balas cuando esta se asomó, pero ninguna le impactó. Detrás solo alcanzaron a escuchar el grito de "¡Granada!" antes que detonara y le siguieran gritos de dolor. Inmediatamente salieron de la cobertura y salieron a tomar posiciones en el pasillo.