Todo a mi alrededor se sentía… perdido. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Perdí la noción del tiempo en cuanto sentí ese cuchillo atravesando mi pecho. Todavía siento la sangre empapando mi blusa. Debería sentir frío o al menos así es como describen la muerte en las películas y series. Quizá y todavía no deba morir, tal vez deba dejar que pasen unas horas para sentir el frío o el miedo… ¿Miedo? ¿Por qué debería sentir miedo? Quizá y mi final no será doloroso, pero será solitario, o bueno, algo así. No siento miedo, en realidad me siento… feliz.
Mi vida acabará pronto y lo único en lo que pienso es en ella, esa pequeña niña que el monstruo me la arrebato antes de conocerla. Tal vez y la vea en el lugar al que van los muertos, el cielo tal vez. ¿Y si en realidad no voy al cielo y en realidad me voy al infierno? Perdí mi fe hace muchos años, pero tengo la esperanza de poder conocer a mi hija antes de que me lleven al lugar en el que merezco estar.
Todavía puedo sentir sus pataditas o los movimientos que hacia cuando me recostaba o sentaba. Ella no debió morir sin antes nacer, ella debería estar conmigo, pero ahora que lo pienso, supongo que ella está mucho mejor lejos de aquí, lejos del lugar donde me verá morir y quizá pudrirme poco a poco, al menos que alguien me encuentre tirada en el mugriento piso lleno de moho y ceniza. Puedo ver el techo desde mi posición, ¿Cómo llegaron esas gotas de mermelada al techo? Seguro y fueron los dueños anteriores de este departamento. Tengo que decir que este lugar no es el más exclusivo, pero cuando nos mudamos planeaba que se convirtiera en nuestro hogar, un refugio donde mi familia sería feliz y todo termino en… esto. Un pequeño departamento de sesenta metros cuadrados donde las paredes se encuentran agujereadas y el piso lleno de la ceniza de las decenas de cigarrillos que la persona, que una vez amé, fuma.
Mi hija no podía vivir en este lugar, eso era seguro. Tal vez y el destino sabía lo que le deparaba a esa pequeña niña viviendo junto al monstruo y por ese motivo se la llevó para que no sufriera. Todavía guardo un pequeño trajecito de bebé que tuve que robar de un centro comercial. No tenía dinero, al menos no el suficiente para comprarle algo tan hermoso a mi hija. Lo robé pensando en ella, pero jamás pude ponérselo ni tampoco deshacerme del traje. El mameluco tenía una gran flor pintada a la altura del pecho y varios puntos rosas sobre la blanca tela de algodón. Hubiera sido perfecto para ella, a pesar de haber sido robado, pero Dios, el destino o lo que sea, me arrebató la oportunidad de tan siquiera verla una única ocasión.
No quiero vivir mis últimas horas sufriendo por lo que pudo ser y no es. Quiero recordar los momentos felices que tuve junto a mi abultado vientre, imaginando mil futuros donde jugaba con mi hija en el parque o la llevaba a su primer día de clases, pero algo era seguro, algo en lo que estoy completamente de acuerdo desde el momento en que lo vi. Desde que vi que vivía con un monstruo sabía que mi hija no crecería en este lugar, aunque nunca me imaginé que ni siquiera nacería.
Ha pasado mucho tiempo desde el último día que pensé en ella, quería borrarla de mi memoria para dejar de sufrir y tolerar la vida que me tocó, pero hoy es un día diferente, un día en el que mi vida acabará y me permitiré recordarla a pesar de jamás haber visto su rostro.
Recuerdo perfectamente ese día, esos golpes jamás se irán de mi memoria. Tenía toda la intención de matar a mi hija con sus patadas y puñetazos en mi vientre. ¿Qué le había hecho? A si… le había quitado la botella de cerveza antes de terminársela. El monstruo simplemente había levantado su enorme trasero del sofá frente a la televisión en cuanto me vio tomar la botella y llevarla al basurero. Me encontraba tan distraída ese día que había olvidado revisar la botella antes de tomarla.
Tan solo horas antes me habían informado que mi bebé sería una niña y la felicidad me invadió por completo. Grave error.
Tenía los ojos inyectados en sangre y apenas recuerdo abrir la boca para tratar de explicarle cuando recibí el primer golpe en mi rostro. Después de eso todo comenzó a dar vueltas, pero sentía claramente los golpes en mi vientre. Traté de protegerla con mis manos, pero el monstruo tomó mi acción como si estuviese defendiéndome y enfureció aún más. Las patadas eran lo que más dolían, pero traté de resistir. Lloraba como jamás había llorado en mi vida cuando comencé a sentir la sangré resbalando por mis piernas. Sabía lo que ocurría, sabía lo que el monstruo me había hecho y al final solo lloré y me derrumbé en el mismo piso en el que había perdido a mi hija.
Caminé al hospital con las piernas llenas de sangre y, de seguro, mi rostro hinchado por los golpes. El hospital se encontraba a dos kilómetros, pero con cada paso que daba, más lejos sentía que estaba. Bloqueé el dolor todo lo que pude para poder seguir caminando y llegar al hospital, pero en un momento mis piernas se detuvieron por completo y perdí las fuerzas. Caí al suelo y fue en ese momento donde las personas me notaron y llamaron a una ambulancia. Pude caminar ocho cuadras y la ambulancia tardó diez minutos en llegar, lo que se hizo un total de cuarenta minutos desde que pude salir del departamento, bajar dos pisos por las escaleras y llegar al hospital. Los médicos no pudieron hacer nada y simplemente dejaron que mi bebé terminara de morir. A las 03:14 pm había muerto mi hija y todo había terminado para mí. Mi vida había acabado cuando la de ella lo hizo y al final lo único que pude hacer fue volver a casa… con el monstruo.