Último deseo: Venganza

El principio del fin

¿Cuánto tiempo había pasado? Ni siquiera estaba segura ya de ese detalle. La noción del tiempo para mí dejó de ser existente tiempo atrás, no obstante estaba segura que varios días habían pasado, incluso podría haber apostado por un mes. Los momentos de mi llegada a ese oscuro y tétrico lugar eran prácticamente borrosos, ya que la mayor parte del tiempo mis secuestradores me tenían drogada para, según ellos, no causarles dolores de cabeza.

¡Un momento! Creo que me he adelantado bastante en la historia. Comenzaré por el principio, una breve presentación de mi “maravillosa” vida antes del día en que fui secuestrada. Hoy quiero contarte lo que me ocurrió y cómo es que he llegado hasta el punto en el cual me encuentro ahora. Seguro que cuando leas esto pensarás que lo que escribo es una completa locura, pues mi historia carece de sentido alguno y está repleta de surrealismo y fantasía, pero es la pura realidad. Estoy segura que os asombrará sin duda alguna. ¿Mi nombre? Sí, supongo que eso es lo más importante. Me llamo Jessica Williams y esta es mi historia:

Todo comenzó cuando yo vivía con mis padres; Daniel y Julia, en Breakmount Dale. Esa es la ciudad en la que crecí y transcurren los hechos que estoy por narrar. La ciudad fue fundada por la familia Breakmount muchos años atrás. La localidad pertenece al estado de Washington, está a tres horas de Seattle aproximadamente. Como acabo de mencionar, ahí crecí como hija única junto a mis padres, los cuales he de mencionar que no fueron nunca los mejores.

Mi padre se pasaba de viaje cada día debido a su importante trabajo como empresario, eso solo me permitía verlo como mucho dos veces al mes. Ser el dueño de una gran empresa multinacional siempre le robó una gran parte esencial de su vida, aunque gracias a él siempre disfrutamos de todo tipo de comodidades y lujos. Jamás me faltó nada material. Mi madre tampoco estaba nunca en casa, la diferencia entre ella y mi padre era la razón de su eterna ausencia. Lo único que hacía era derrochar el dinero de mi padre con las tarjetas de crédito, siempre que salía de casa volvía con diez modelitos nuevos de diseñador que guardaba en algún armario de la casa ajeno a su habitación, en la suya ya no entraban más caprichos. Las pocas veces que se quedaba en casa permanecía encerrada en su cuarto con alguno de sus tantos “amigos”, aunque si no tenía a nadie con quien pasar el rato optaba por acabar ella solita con una buena botella del licor más caro que podía encontrar en el bar del salón.

Como puedes notar,  mi familia siempre fue rica e importante en ciertos círculos sociales. Fue por esa razón que debía asistir cada día a la academia Duxtor, una de las mejores escuelas de todo el país, y me atrevería a decir del mundo. Es reconocida por sus alumnos, los cuales son hijos de famosos, importantes accionistas o empresarios. Incluso hay gente que asiste a la academia gracias a una beca gracias a su intelecto. No todos los  padres pueden permitirse gastar una exagerada cantidad de dinero en la educación de sus hijos.  Duxtor es tan exclusiva que siempre ha habido un código de vestimenta y estrictas reglas. Desde que eres pequeño hasta la universidad estás obligado a acatar cada una de las cosas requeridas por la dirección de la escuela. La escuela tiene ciertas secciones llamadas casas, lo que permite “clasificar” a los estudiantes en diferentes grupos; algo elitista y en muchas ocasiones fuente de discriminaciones y humillaciones por parte de algunos alumnos.

En Duxtor los estudiantes comienzan a los tres años en la casa Ángel. En esta parte de la academia los niños van vestidos de blanco, algo que no creo que sea demasiado bueno para quien deba lavar la ropa de los pequeños. Los alumnos permanecen en esa casa hasta que pasan a la primaria, es entonces cuando se escoge su casa oficial. Por lo tanto, en la academia se estudia: infantil, primaria, secundaria, el bachillerato y luego puedes acceder a su universidad o ir a otra. Si decides ir a otra será mucho más fácil que te admitan, ya que has sido estudiante en Duxtor. La academia está dividida en cuatro casas, sin contar la de los pequeños.

Las arañas rojas: Los uniformes son rojos y negros. En esta casa solo pueden entrar las personas de familias importantes, como la mía, pero yo rechacé pertenecer a ella. Nunca me gustó la actitud de los miembros con respecto al resto.

Las víboras verdes: Los uniformes son verdes y negros. A esta casa pertenece cualquier alumno que sea un experto en deportes, da igual el que sea, si eres bueno, eres bienvenido. Jamás me gustó el deporte, por lo que las víboras tampoco fueron una opción para mí.

Los osos pardos: Sus uniformes son marrones y negros. A esta casa pertenecen solo los que poseen una gran inteligencia. Yo siempre he sacado buenas notas y me he considerado inteligente, pero también realista. Aunque quisiera entrar a esta casa no podría, pasar los exámenes requeridos es sumamente complicado.

Y por último, pero no menos importante, están los Búhos azules. Los uniformes de la casa son azules y negros. A ella pertenecen las personas con talentos para las artes, da igual si sabes cantar y eres un patoso bailando, mientras sepas hacer algo bien, estás dentro.

¿Por cuál casa me decanté yo en el momento de la elección? Por los búhos, por supuesto. ¿Por qué estaba esa en concreto y no otra? Bueno, siempre se me ha considerado un “prodigio musical”. Desde muy pequeña comencé a tocar diversos instrumentos; como la guitarra, el piano y el violín. Además de eso también me adentré en el mundo del canto y el baile. A pesar de llevar toda mi vida sumergida en la música no podía decir con exactitud en qué momento tomé ese camino. Durante años no fui capaz de recordar nada a partir de los seis años de edad y las primeras imágenes que tenía eran las de estar en la cama de un hospital.

Mi padre me contó que tuvimos un accidente de coche en una ocasión, cuando yo era solo una niña. Fue entonces que me golpeé la cabeza y eso me provocó una amnesia severa y permanente. Debo mencionar que esa historia nunca me había parecido del todo coherente, pero si mis padres lo decían así sería. ¿Quién mejor que ellos para hablarme del pasado, no?




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