Ultralita

8. Guardianes

Espero con impaciencia a que Lincoln empiece a hablar, el silencio que guarda me pone de los nervios. «¿Tan complicado es de explicar una leyenda?» Entrecierra los ojos, y se pasa la palma de la mano por la barbilla dejando un rastro oscuro de aceite en su mentón.

Incorporándome hacia delante, me dispongo a limpiarle, y su ceño se frunce.

―Te has manchado en… ―me señalo la zona donde el está manchado, sin llegar a tocarle, y él se frota.

―Destiny, ¿te ha pasado algo con el coche? ―La voz del señor Couture me sobresalta. Me giro, encontrándome con él.

―Abuelo ―Lincoln, usa un idioma que desconozco―, Des vino para que le contase el origen de la gema que lleva.

Alterno la mirada entre el anciano, y su nieto. Ambos mantienen la mirada en el colgante.

―Niña, ¿qué te contó Norah de su vida aquí? ―tantea, el abuelo de Lincoln.

―Ella…, ella nunca mencionó Hot Springs, ni a la reserva. ―Se me hace difícil hablar con unos desconocidos de mamá, pero al instante recuerdo que Red me dijo que la habían conocido, y decido continuar―: Siendo pequeña indagué por mi cuenta en su habitación, creyendo que quizá ocultaba cartas de algún familiar o algo sobre su vida. Lo único que localicé fue este colgante, y cuando me pilló, se enfadó mucho y me dijo que no lo tocase.

―Es lógico… ―murmura el viejo, voltea la cabeza e inspecciona a su nieto poniendo cara de desaprobación―. Lincoln, entra en la casa y pégate una ducha estás lleno de grasa. Yo me ocuparé de explicarle a Destiny las dudas que tenga.

―Pero… ―se queja el chico.

―No rechistes a tu anciano abuelo, ya tendrás tiempo de volver a ver a la pequeña ma҂inkin ―«¿Qué me ha llamado?

―Está bien, nos vemos Des.

Pruebo a esbozar una sonrisa agradecida, al tiempo que me pregunto si no me estoy excediendo un poco, él a su vez me devuelve la sonrisa y se aleja saliendo del taller.

El señor Couture, enarca una ceja y su voz es más ronca cuando me pregunta con tono agorero:

―¿Debo dar por sentado que no conoces nada de nuestras leyendas ancestrales? ―Niego con la cabeza― Acompáñame al exterior.

Camino a su lado, usando el mismo ritmo que él, lo he examinado con atención, y Red tenía razón, es bastante mayor. Me entran ganas de sujetarle del brazo para ayudarlo a avanzar.

El aire gélido del atardecer abofetea con dureza mi rostro. Me subo la cremallera del abrigo, y me fijo en que él no está usando prendas de invierno para protegerse.

―¿Quiere que entremos en la casa? ―le pregunto.

―No, es mejor aquí. Y por favor, no es necesario tratarme de usted.

Philip pasea hasta un árbol cercano cuyas raíces sobresalen de la tierra como las patas de una gran araña. Se apoya levemente sobre una mientras me indica que tome asiento a su lado. Contemplo la hermosa vista que hay a nuestro alrededor, con una gama inmensa de verdes y marrones. La sonrisa que pende de las comisuras de sus labios me anuncia que va a empezar.

―Te contaré la leyenda del origen de los Ktunaxa, la gran tribu a la que pertenecemos los Kootenai ―Asiento con sumo interés―. En los tiempos ancestrales referidos por los Ktunaxa como el mundo animal, hubo un disturbio causado por un enorme monstruo marino conocido como Yawuʔnik̓, que mató a muchos de los animales. Un concilio fue llamado por el animal principal, Naⱡmuqȼin. Este era enorme. Era tan alto que tenía que gatear sobre las manos y las rodillas, porque si se ponía en pie su cabeza golpearía el techo del cielo.

Alzo la mirada imaginándome la inmensidad de tal coloso, y vuelvo a centrarme de nuevo en el rostro de Philip.

―Se decidió que Yawuʔnik̓ tenía que ser destruido ―prosigue―, y se formó una fiesta de guerra. La persecución estaba en marcha.

La solemnidad con la que el señor Couture, nombra cada detalle de la leyenda me pone los pelos de punta. Si cerrase los ojos, estoy convencida de que sería capaz de visualizar cada escena que describe. Según esta leyenda ese monstruo es el creador de los ríos, y lagos que hay en estas tierras.

Ensimismada con la historia, termino posando la espalda en el tronco, subiendo las piernas para encogerlas y así abrazarme a ellas.

Yawuʔnik̓ ―«¡este es el malo, ya me lo aprendí!»― fue perseguido por el río Kootenay más allá de los desiertos de Wasa. Skinkuȼ ―«¿un secundario de la historia?», pienso para mí― se metió en problemas cuando cayó al río y tuvo que ser rescatado por Wasa, cola de caballo. Para no aburrirte con demasiados nombres, lo resumiré diciéndote que la persecución continuó por todas las tierras Ktunaxa.

―No me aburre, creo que es… una fábula impresionante.

―Para nosotros es más que una fábula, esta historia ha pasado de generación a generación, y pocos blancos la conocen.

―¿Por qué me la cuenta a mí? ―Me sigue costando no tratarlo de usted.

―Lo entenderás cuando termine ―me indica―. Como iba diciendo, Yawuʔnik̓ fue hacia el norte hacia los lagos Arrow, pasando por Arrow Rock, allí fueron disparadas las flechas en la grieta de una roca. Si la flecha era verdadera, el viaje continuaba, si la marca se perdía, cuidado, porque significaba peligro adelante. Como la flecha fue verdadera, el viaje continuó donde el río Columbia desemboca en los lagos Arrow, pasó por: The Big Bend, Golden, BC, Briscoe, BC, Athalmere, Windermere, BC, Lagos Windermere. Para más tarde regresar al Lago Columbia, Yaqa·n Nukiy. Esto completó el ciclo.



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En el texto hay: amorprohibido, amor eterno, secretos

Editado: 30.05.2018

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