Ultralita

11. Cazada

El viaje en coche a Kalispell, dura una hora y cuarto en la que transcurre; un interrogatorio por parte de Sally sobre Lincoln, el descubrimiento de que Anna no puede evitar tararear las canciones que le gustan y, que Sophie realmente desea ir al baile de otoño. Por mucho que les he dicho hasta quedarme sin saliva que Lincoln es solo un amigo de la familia, no me han creído. Por suerte, supe aprovechar el tema del baile, y desvié el tema hacía los posibles disfraces, dando la casualidad de que ninguna tiene idea de qué va a ponerse.

Acabamos de llegar al centro comercial, y en lo primero que me fijo es en el movimiento de gente que hay. No es un local gigantesco, más bien se le puede denominar como acogedor y familiar. Los niños corretean por los pasillos, los padres les increpan, y todo ello mientras que un grupo de chicas pasa por nuestro lado mirándonos de reojo. ¡Uy!, creo que he descubierto el tipo de prejuicios que no encontré en el instituto de Hot Springs.

―¿Las conocéis? ―le pregunto a Anna, usando un tono bajo.

―Más o menos, son las cheerleaders del instituto Fladhead, suelen acudir con los deportistas a los pueblos como Hot Springs cada vez que tenemos alguna competición. La última vez provocaron una disputa entre los chicos.

―¿Qué pasó? ―le sonsaco.

―Ves a la ricitos de oro ―comenta a mi oído Sophie, mientras caminamos hacia el lado opuesto del pasillo para tener una mejor visión―, se llama Lyssa, y acusó a uno de nuestros chicos de meterle mano sin su consentimiento.

―¿Cómo estáis tan seguras de que no dijo la verdad? ―insisto, no es que quiera dudar de mis nuevas amigas, pero los rumores no suelen contener toda la verdad.

―¡Porque sé que no lo hizo, él no haría algo así! ―grita Sally, sorprendiéndome.

―Venga, ya llegó. Vamos a asustar a Destiny ―dice Anna.

―Tienes razón, lo lamento mucho Des ―se disculpa Sally, y le quito importancia poniendo una sonrisa un poco forzada, pero no lo notan―. Vamos a mostrarte este lugar, estoy segura de que te encantará.

Me dejo guiar por das distintas tiendas, como si de una muñeca de trapo me tratara. Y nos paramos en distintos puestos que están colocados en los huecos que, según me cuentan son para transitar, pero por lo visto al ser sábado el establecimiento alquila a los habitantes para que vendan souvenirs locales hechos a mano.

Observo uno en concreto, tiene pulseras de cuero, pendientes, y colgantes entre otras cosas. Tanteo con la mirada varios objetos, pero uno llama mi atención. Se trata de una pulsera sencilla con una pequeña estrella de plata, la sostengo en la mano y bordeo las esquinas con la yema del dedo. Es muy bonita, pero quizá demasiado elegante para mí.

La dejo en su sitio, y vuelvo a reunirme con las chicas que están buscado algún comercio que tenga disfraces para el baile. Pese a que me habían comentado que no iban a comprar nada, las acompaño. Me intentan convencer de que me pruebe varios modelitos, entre ellos uno de enfermera. Me niego al instante.

La primera media hora es bastante amena entre risas, y chistes malos. Pero como lo de ir de tiendas no es lo mío, empiezo a agobiarme.

―Debería de aprovechar para mirar algo para el invierno, no me traje mucha ropa de Arlington.

―Sí esperas a que nos cambiemos te acompañamos, a dos calles de aquí está Toggery, siempre tienen de todo ―vocifera Sally desde el interior del vestidor.

―No es necesario, puedo encontrarlo yo sola, y así me despejo un poco ―les indico―, además llevo el móvil y por lo que he comprobado aquí sí que va bien la cobertura.

Aun no salgo de mi asombro, cuando me llegaron varios mensajes seguidos de Marion, creí que se estaba quedando sin batería por como vibraba. Se me había olvidado por completo como sonaba una notificación, y que además lo tenía en modo vibración. Lo que hace la desconexión…

―Entonces te avisamos cuando salgamos. Anna, ¿qué tal me queda este, no me hace un trasero muy grande? ―pregunta mirándose al espejo.

Mezclándome entre la multitud termino saliendo a la calle, y empiezo a caminar hacia el norte. Al cabo de unos diez minutos, me freno en un cruce, creo que me he perdido. Cierro los ojos, realizando un quejido lastimoso. Soy única para estas cosas, con lo sencillo que es, y no lo consigo. Giro sobre mis pies, y emprendo el camino de regreso.

Tardo en dar con la tienda textil veinte minutos, pero ha merecido la pena. He conseguido varias prendas, que son básicas para no morir de hipotermia cuando lleguen las temperaturas mínimas. Y por lo que me ha comentado el dependiente, eso puede suceder en cualquier momento, me ha dicho que el año pasado se quedaron varios pueblos aislados por semanas debido a las tormentas de nieve. Temo que no exageraba.

Cargada con dos bolsas, me despido como puedo del amable chico que me ha atendido. En cuanto pongo un pie fuera del establecimiento, mi estomago ruge con fuerza. «Que bien me vendría un bagel en este instante…», pienso para mí. No he visto ningún puesto durante el tiempo que estuve caminando, pero el otro día me dijeron las chicas que en la ciudad quizás habría.

Curioseo por distintos sitios, y consigo dar con una cadena de comida rápida, pero no tienen lo que busco. Agotada, y con los pies doloridos desisto en continuar. Apoyo las bolsas en el suelo, y saco el móvil del bolsillo del abrigo.



#50048 en Novela romántica
#3289 en Paranormal
#1067 en Mística

En el texto hay: amorprohibido, amor eterno, secretos

Editado: 30.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.