Lincoln me lleva a una zona frondosa del bosque y me informa de que Zack, el niño que ha desaparecido, fue visto por última vez en esta localización por sus padres. Me indica que llegaron hace cuatro días acompañados de otro matrimonio y su hija, pero que decidieron acampar en plena naturaleza prescindiendo de un guía, o los albergues que están a disposición de los turistas porque querían una experiencia distinta a la que se vende en los folletos informativos.
A media mañana los dos pequeños jugaban fuera de las tiendas de campaña cuando la nevada se intensificó y, sin saber cómo, lo perdieron de vista. Intentaron dar con él por su cuenta durante una hora, hasta que la madre en plena desesperación rogó que diesen la voz de alarma, y así lo hicieron. Llegaron a la oficina de Red y le indicaron la ladera en la que habían establecido el campamento, también el tiempo que llevaban sin saber del pequeño. De inmediato una brigada salió en su busca, sin embargo y dada la experiencia en estos temas, mi padre ordenó a Jordan que se dirigiese a los pueblos mas cercanos para reclutar a voluntarios.
Intento seguir el ritmo de Lincoln mientras insiste en que el tiempo es crucial, porque las horas de luz natural escasea en esta época, y eso implica que cuando llegue la noche y las temperaturas caigan en picado, las probabilidades de dar con el niño con vida se reducirán a la mitad.
Alzo la mirada, y observo el cielo cubierto de nubes que se vislumbra entre las copas de los árboles. Pienso en ese niño y en lo asustado que debe sentirse, también en sus padres que han de estar muertos de miedo, atormentados por la culpa… «¿Y sí no lo encontramos?», medito angustiada.
Se me corta la respiración al escuchar a lo lejos los gritos que dan varias personas: «¡Zack, Zack! ¿Dónde estás?». Todos tenemos el mismo objetivo, una misma finalidad, localizarlo y llevarlo a un lugar seguro junto a su familia.
―Des, no te quedes atrás ―me dice Lincoln.
―Voy ―retomo la marcha, respondiéndole convencida e intentar todo lo que este en mi mano para ayudar a ese pequeño. Sin embargo, hay algo que me reconcome, y debo informarle de ello: ―Lincoln, sé que esperas que sea de ayuda, que tenga alguna visión sobre el pequeño y me convierta en algún tipo de heroína en el proceso, pero la realidad es que llevo días sin notar nada, y creo que…
Dejo de dar explicaciones y clavo los pies en el suelo al ver como gira sobre sí mismo para acercarse hasta mí. Su mirada oscura y penetrante me observa con detenimiento, para después colocar ambas manos en mis hombros. Murmura un par de palabras en su idioma natal que no comprendo, pero que por algún motivo me reconfortan.
―¿Qué has dicho? ―le pregunto, recuperando la voz.
―No estás sola ―susurra―. ¿Sabes como se conocieron tus padres? ―suelta de pronto cambiando de tema, y desviando la vista hacia el bosque.
―No estoy segura… ―intento hacer memoria, mi madre siempre evitó hablar de su juventud, y Red no es dado a recordar esos temas. Al menos conmigo.
―Norah perdió cuando era una niña a su familia y la crio mi abuelo como a una hija más ―me guardo el dato de que William omitió contarme que había sido la familia Couture la que la adoptó―. En aquella época tu madre estaba empezando a notar las primeras visiones de su poder, y una noche de invierno despertó alarmada al viejo ―sonrío, me hace gracia la manera que tiene de nombrar a su abuelo―. En ese sueño vio a una chica herida en el bosque, sola y a punto de morir.
―¿Qué pasó?
―Convenció al viejo para ir a buscarla, y fue él quien la acompañó porque mi madre en ese momento se encontraba embarazada de mi y le era imposible.
―¿Localizó a la mujer?
―Lo hizo, y fue cuando conoció a tu padre. Un joven muchacho que acababa de empezar su carrera como ayudante forestal. Lo que quiero decir con todo esto es que confío en ti, y sé que el espíritu de tu madre te guiará. No estás sola…
Me abruma la confianza que deposita en mí, también estoy emocionada al descubrir cosas que desconocía de mamá, pero temo fallar. Bajo la mirada al suelo, la oscuridad de la noche cada vez es mas notable, y en breve no seremos capaces de discernir ni donde pisamos.
Las palmas de las manos de Lincoln descienden por mis brazos llegando a las mías sosteniéndolas con firmeza. Se agacha instándome a que hinque la rodilla en el suelo, y lo imito. Me retira los guantes con delicadeza, y los guarda en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero.
―¿Qué haces? ―inquiero curiosa.
―Shh ―musita para que guarde silencio.
Entierra las palmas de las manos en la densa nieve, poniéndose a escarbar en ella para formar un pequeño hoyo. Me fijo en sus nudillos los tiene rojos, y frunzo el ceño. Debe de ser doloroso. Haciendo caso omiso a su petición, le indico que pare, que se va hacer daño. Sin embargo, Lincoln no me escucha y prosigue con la tarea hasta que se vislumbra la tierra.
Con un movimiento repentino me rodea las muñecas, y coloca mis manos en el hueco. Lo miro a la cara extrañada, pero su rostro no muestra signo algo de perturbación, es más, con la llegada de la noche sus rasgos nativos se han acentuado, dándome la sensación de estar en presencia de un guerrero, de una persona con la sabiduría que le otorga el tiempo. Mirándome fijamente realiza un sutil movimiento con el dedo pulgar en el dorso de mi mano que me eriza la piel.