Cuando la policía llegó ya era muy tarde.
Primero encontraron los cadáveres desenterrados y a Samuel bajo el árbol. Caminaron con temor al interior de la casa. Era difícil respirar en ese ambiente pesado y sangriento. Cuando entraron encontraron al padre con un gran charco de sangre a su alrededor.
Subieron las escaleras a la expectativa y en el cuarto se encontraron con una escena muy desagradable.
Madre e hija estaban muertas.
La madre se encontraba sumamente pálida porque tenía un corte en el cuello, había muerto desangrada. Y su hija estaba igual o peor que ella.
Atrás de ellas, en la pared blanquísima, estaba escrito un corto mensaje con sangre escrito en mayúsculas: SIGUE VIVO Y HAMBRIENTO.
La policía pensó en el asesino de los desaparecidos pero que equivocados se encontraban, pues, ese ya era el menor de los peligros. En el pueblo seguía el monstruo dispuesto a seguir jugando con sus títeres en un espectáculo hecho de muerte, sangre y dolor.