9 años atrás.
Blake.
Me encantaba las calles de mi nueva casa, mi nuevo hogar cuando era Invierno caía mucha nieve, y eso me gustaba muchísimo en Rusia mi antiguo hogar también caía mucha nieve, pero no la podía disfrutar y salir a jugar como los demás niños, siempre tenia que estar en casa por ordenes de mi papá.
Pero New York no se comparaba en nada, me encantaba mi nueva vida, tenia como quería a mis padres a mi lado la mayor parte del día, solo cuando iba a la escuela nos separábamos o cuando tenían que atender algo muy urgente del trabajo, por ejemplo hoy nos encontrábamos jugando en el patio trasero mi madre y yo, formábamos muñecos de nieve.
— Mami, no hay muchas ramas aquí para ponerle bazos a mi muñeco, ¿me puedes ayudar? — mi madre era de estatura promedio, con un cabello rubio de rizos hermosos con su piel clara y sus mejillas sonrojadas la hacían ver la mujer más bella.
— Claro que si cariño, ven vamos a buscarlas. — mi madre se levanto de su lugar y me tomo de la mano para adentrarnos en el bosque que colindaba con nuestra nueva casa. — Hagámoslo rápido cariño, no quiero que tu padre se vaya a enojar si no nos ve en el patio trasero. — asentí sujeto a su mano, no quería soltarla su mano era tan cálida.
Encontramos rápido las ramas que íbamos a ocupar y llevamos unas cuantas más para más adelante no tener que interrumpir el juego ni arriesgarnos a que papá se preocupara. Llegamos nuevamente al patio trasero y pudimos ver a todos los escoltas que mi padre nos había puesto a mi madre y a mi desde que nos mudamos aquí hablando con mi padre, que parecía molesto.
— ¡Vivian! ¡Blake!, pero ¿Dónde se habían metido? — mi padre llego rápidamente a donde nosotros estábamos me soltó de la mano de mi madre y me cargo en un brazo para poder abrasar con el otro a mi madre y besarla. — No me hagan esto, saben que deben avisar a donde van, me dieron un susto tremendo.
— Shane amor, tranquilo solo fuimos por ramas para los muñecos de nieve que estamos haciendo. — mi madre correspondió a su abrazo y me rodeo con un brazo para cerrar un circulo solo entre nosotros tres, mi familia.
— Solo avísenme a donde irán por favor. — papá solía cuidar mucho de nuestra seguridad, tiempo después entendería el por que.
— Papi perdón yo le pedí a mami que me ayudara. — me disculpe ya que por mi culpa mi padre se había preocupado y no quería ver a mi padre molesto. — ¿quieres venir a jugar con nosotros? — sonreí y intente cambiar el tema para que no se enojara más, pude escuchar la risa ronca de mi padre, su barba negra se hizo relucir con su perfecta dentadura.
— Claro que si campeón. — mi padre rompió nuestro abrazo y me dejo en suelo para caminar de la mano de mi madre siguiéndome hasta el lugar en donde estábamos haciendo los muñecos de nieve. — pues parece que ya voy en desventaja ¿no? ustedes llevan la mitad del muñeco.
— Podemos empezar de nuevo. — corrí hasta mi muñeco y lo tire todo con las manos, me di la vuelta para contemplar la escena de mis padres tomados de la mano viéndome con admiración.
— Es una buena idea cariño, tira el mío también por favor. — corrí a tirar el de mi madre que se encontraba a lado del mío.
— Muy bien, pues empecemos de nuevo.
Y así fue como empecé a jugar con mis padres como si en mis 8 años de vida lo hubiera echo del diario, quería guardar esto para siempre en mi memoria, no quería que este tiempo se acabara. Ya no estábamos jugando a hacer muñecos de nieve, ahora nos estábamos lanzando bolas de nieve, una bola que me lanzo de mi padre me dio directo en el rostro y me tumbo al suelo lleno de nieve.
— ¡Shane! ten más cuidado. — mi madre corrió para poderme auxiliar, mientras mi padre se moría de la risa. — ¿estas bien Blake? — asentí. — no es nada gracioso Shane. — mi madre riño a mi padre, cada que se enojaba le decía así.
— Es que... es que pareció un muñequito... salió volando. — mi padre intentaba controlar su risa para hablar pero no podía. — me recordó a ti cuando nos conocimos.
— ¿Saliste volando cuando conociste a papá mami? — me limpie la nieve de la cara con mis guantes para poder verla mejor.
— Pero es que mira, ¡hasta tiene la nariz roja como tu! — mi padre aún intentaba contenerse de la risa.
— Te recuerdo que te di una patada por reírte de mi. — mi madre le lanzo una mira amenazante a mi padre que hizo parar su risa y acercarse para ver como estaba, ambos me ayudaron a quitarme la nieve de mi ropa y cara.
— Algún día me contaran como se conocieron. — sonreí, quería saber como se habían conocido eran totalmente diferentes.
— Algún día cariño. — mi madre asintió y me abrazo. — pero nunca, nunca olvides lo mucho que te queremos, lo mucho que te amamos, siempre siempre recuérdalo por favor, aunque no estemos contigo.
Y nunca llegue a saber como fue que se conocieron ya que, días después los asesinaron, pero siempre recordé ese día, esas palabras de mi madre, atesoré esos últimos momentos con ellos.
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