Olivia
Cinco de la mañana... ¡son las puñeteras cinco de la mañana y Cristóbal no aparece!
Se que no soy el mejor referente de responsabilidad y que con seguridad mi calidad moral para regañarlo es nula ¡pero no es tan difícil que respete la hora de llegada que acordamos!
Ya sé que me estoy poniendo histérica y que posiblemente a mi tonto hermano solo se le haya pasado la hora estando con una chica, aun así no estaría de más, que para variar, me avise si se va a quedar follando con una tía.
Para nuestra fortuna, después del pleito familiar, papá regreso a casa y según el informe de Diego, los dos se encerraron en su cuarto, los ruidos que escuché cuando llegué me dan esperanzaras de que no notaran la ausencia de Cristóbal hasta mañana.
Sigo divagando, pensando en qué hacer cuando mi celular suena, me ha llegado un mensaje.
Cris (hermano idiota): Tarada...necesito que me ayudes.
Yo: ¿Qué has hecho? Mira que si estás atrapado en una casa con los padres de tu chica en turno en pelotas no iré por ti ni aunque me pagues.
Cris (hermano idiota): No imbécil, estoy en la comisaría y necesito que vengas a sacarme.
Yo: ¿Cómo has logrado evitar que te quitaran tu celular? Aunque la pregunta del millón es: ¿Cómo has sido tan idiota para dejarte atrapar?
Cris (hermano idiota): Solo ven.
Lo deje en visto, a saber dios que hizo para terminar ahí, me dan ganas de dejarlo ahí, pero por mi propio bien tengo que ir a sacarlo.
(...)
Cuando llegué a la comisaría me encontré con la linda estampa de varios padres regañando a sus hijos, como si al destrozarse la garganta lograran cambiar de opinión a esos rebeldes.
Yo estuve en el lugar de esos niños, estoy segura de que no entenderán.
Negué con la cabeza y continué mi camino.
—¿Acaso la loba viene por sus crías? —se burló esa voz irritante que antes era mi mundo entero.
—¿Enserio Lucas? ¿No tienes algo mejor que decir?
Lucas Arenas, mi exnovio cuando estaba en la ESO, en una pequeña fase de rebeldía que tuve cuando tenía quince años y pensaba que me gustaban los chicos mayores.
Él me lleva casi diez años de diferencia, algo que en su momento no me importó o me importa ahora, nunca me han gustado los chicos de mi edad, en especial porque mi temperamento les asusta.
Pensé que Luke era diferente, pero a ese tonto también le asusto mi vena rebelde y simplemente un día me dejo por una chica pinky, esas que no rompen ni un solo plato.
—¿Has visto a mi hermano? —En parte ahora me alegro de haber terminado con él, ya que hoy por hoy es un policía cutre sin estudios universitarios y con dos enanos en casa...el solo pensar que esa pudo haber sido mi vida me da escalofríos.
—¿A cuál de todos? ¿A tu reflejo? ¿O a la rata callejera?
Me contuve de pegarle una cachetada por dos cosas, la primera era que podrían meterme a una celda por agredir a un oficial y la segunda...Bueno en realidad solo era una cosa.
A mis hermanos nunca les cayó bien Lucas, al parecer el sentimiento era mutuo.
—A Cristóbal —enfaticé, puede que yo les ponga sobrenombres a mis hermanos, pero es algo a lo que solo yo tengo derecho— ¿Me llevas con él?
Él se encogió de hombros, como si realmente supiera de quien le estoy hablando.
Me condujo a una de las celdas donde estaba mi hermano y...¡No puede ser! ¡Es míster capullo!
Tal parece que ahora aparte de interrogar a mi hermano por cómo termino aquí, deberé sacarte a golpes como es que este idiota termino con él.
—¿Me vas a dar una explicación? ¿O debo pagar tu fianza primero? —exclame al tenerlo cerca.
—Joder Liv, no frente mis amigos.
¿Enserio me está diciendo esto? Vi como el imbécil de Leonard comienza a reírse.
—¿Te parece gracioso? —bufe— con seguridad fue tu culpa que mi hermano acabara aquí.
—¿Dónde quedó tu ropa de cuero pixie? —¿Cómo me llamo? ¡¿Cómo supo que traía ropa de cuero?! ¡¿Acaso es un acosador?!
—Eso no es de tu incumbencia —gruñí entre dientes, molesta y sonrojada.