IAN
Los días siguieron su curso y gracias a Orfen pudo liberarme del miedo atroz que me invadía e impedía salir del cuarto. Al menos ahora podia volver a caminar por toda la mansión sin problema. Me volvía a sentir bien y hasta felíz.
Esa tarde estaba en la cocina junto a la cocinera preparando Ramen, mi comida favorita. Estaba muy felíz ya que podría compartir con Orfen aquello.
Recordaba cuando aún vivía con mis padres y junto a mi madre cocinabamos ese plato favorito de ambos. Eran momentos felices en verdad.
Reviviría esos momentos junto a mi amado. La cocinera también disfrutaba de aquella preparación. Así al cabo de unas horas la comida estuvo lista.
Para cuando Orfen había llegado la mesa estaba armada en el jardin bajo la luz de la luna y las velas en unos hermosos candelabros.
Mi amado abrió grande sus ojos al ver aquello. Era mi forma de agradecerle por todo lo que hizo y sigue haciendo por mí. Cenamos en paz y con amor.
Orfen había denunciado tanto a Sara como a mi odioso padre y ya las cosas seguirían su curso. En verdad me sentía relajado allí.
Aquello era bastante importante debido a lo que había estado pasando días atrás. Decirte que empezaba a creer que mi vida al fin se encaminaba era poco, ya que en verdad creía que la amargura y el terror quedaron atrás.
Pero me equivocaba, mis problemas aún no acababan. Aquella noche fue muy especial y por suerte ignoraba lo que me esperaba.
Al día siguiente Orfen recibió un mensaje del jefe de policía pidiéndole que vaya a la comisaría para concretar algunos detalles sobre las últimas denuncias.
Se fue prometiéndome volver pronto. Pero al cabo de diez minutos de haberse ido la puerta sonó y el mayordomo me dijo:
—Señor Duncan alguien vino por usted.
Al voltearme para ver me quedé helado, ahí estaba Fausto tan arrogante y con aquella siniestra mirada ávida de deseo y crueldad.
Miré al mayordomo sin entender qué pasaba, pero en ese instante apareció Sara colocandose junto a Fausto.
Ella me dijo:
—Orfen me arruinó y no desea verme ni cerca, me apartaré para siempre, pero antes....me vengaré en lo que más le dolerá....tú.. — Luego sacó de su bolso una bolsita negra de terciopelo dandosela al mayordomo. — Aquí tienes tu pago — luego me miró con odio — Adios Ian — ella se marchó.
Fausto reía como loco, así chasqueó los dedos y aparecieron aquellos dos gorilas y se me acercaron.
Aterrado corrí lo más que pude, me encerré en su despacho y tomé un papel y una lapicera y escribí:
"Ayudame Orfen, Fausto me atrapó"
Inmediatamente guardé aquel papel en el cajón cuyo unico acceso lo teníamos él y yo debido a la contraseña.
Al acabar me fuí a la estanteria justo cuando los gorilas derribaron la puerta.
Agarré los libros y los fuí arrojando a mis secuestradores pero me agarraron, dejé el mayor desastre posible pero sabia que el maldito mayordomo lo arreglaría todo.
Me arrastraron hacia afuera, al ver al mayordomo exclamé:
—¡¿Por qué me hiciste ésto?! ¡Sabes que me violará! ¡Y no una vez!
Fuí conducido al carruaje de Fausto, donde él me esperaba y nos fuimos. Te juro que confiaba en Orfen, estaba seguro que me salvaría una vez más. Solo que desconocia cuándo.
Fausto me sujetó con sus brazos mientras me inyectaba algo que me hizo perder la conciencia mientras las lágrimas humedecian mi rostro.....
ORFEN
Alices lloraba aunque intentaba discimularlo. Orfen la abrazó con ternura intentando calmarla. Alice sentía que sus deseos de ver y abrazar a su padre iban aumentando.
La niña miró al azabache y le dijo:
—Por favor Orfen, dime que lo salvaste. Dime que lo buscaste por favor.
—Cuando llegué a la comisaría, mi amigo el comisario me dijo que nunca me había llamado. Aquello me resultó muy extraño y volví rápido a casa. Al llegar ví al mayordomo nervioso. — Orfen suspiró hondo — Al ver que Ian no estaba, el mayordomo me dijo que había decidido irse para siempre.
—No te creíste esa mentira ¿cierto?
— Cierto y se lo hice saber. Estaba desesperado y no sabía nada de nada. Pero la nota que Ian me dejó la encontré esa misma noche y fuí a la policia. Le pedí a mi amigo que arreste a mi mayordomo aprovechando que seguía en mi mansión. Así se hizo. Cuando el muy maldito estuvo encadenado por la policía recién confesó todo.
—¿Qué dijo?
—Que aceptó la propuesta de Sara porque lo tentó el dinero. Pero me aseguré de que se pudra en la cárcel. No pude hacer nada con Sara, ya que ella y sus padres se fueron en barco a vivir al otro lado del océano.
—¿Y Fausto? ¿Qué pasó con mi papá?
— Eso era más complicado porque la policía no podía entrar a su mansión por más pruebas que haya en su contra. Salvo que él mismo así lo desee.
—¿Por qué?
— La aristocracia tiene sus privilegios. Así que tuve que hacer mi propio seguimiento para poder salvarlo.
—Lo hiciste ese mismo día ¿cierto? Lo salvaste ese mismo día ¿verdad?
—No Alice, lamentablemente me llevó tiempo.
— ¡Nooo! — Alice no pudo evitar llorar amargamente. Orfen lo abrazó con fuerza calmandolo.
— Tu padre siempre fue alguien muy fuerte Alice. Secate las lágrimas y salgamos a cenar. Mañana seguiré leyendote la historia de tu padre.
—Está bien. Pero....
—No te angusties tanto, ésta historia la escribió Ian para tí pero no para que te sientas así de triste. Él quería que lo conozcas de verdad para que no lo odies.
—No lo odio....él...él es....es mi papá.....¿cómo podría odiarlo?
—Me alegra oírlo Alice. Ahora vamos a cenar. ¿De acuerdo?
—De acuerdo