ANTHONY
Oscuridad y dolor. Violaciones una tras otra. Golpes morales continuos. Sunergido en el sopor y la semi conscuencia me encontraba desde que Mefis me había atrapado.
No sabía si era de día o de noche ni cuánto tiempo había pasado. Días, meses o años. Nada sabía, me encontraba encerrado en una especie de dimensión donde no pasaba el tiempo y solo dolor y desesperación sentía.
Nada más. En mi mente solo podía llamar a gritos a mi amado Gabriel con gran desesperación. Lloraba en silencio todo el tiempo, pero Mefis no tenía piedad. No me daba respiro ya que me torturaba continuamente.
Sentía sus repugnantes manos acariciar mi cuerpo y sus uñas clavandose en mi piel una y otra vez, junto a su alocada risa y su asfixiante aliento que me quemaba la piel.
Respiraba entrecortado continuamente con desesperación. Necesitaba escapar o suicidarme. Pero así no podía seguir, aquello en verdad lo tenía muy en claro.
Si de todas formas no podría volver a mi amado Gabriel, prefería acabar con mi vida misma antes que permitir que el loco de Mefis se salga con la suya.
Sin embargo yo no quería morir sino vivir, deseaba vivir junto a Gabriel y al fin poder ser feliz a su lado.
Quería poder reconciliarme con mi papá, no me importa su fortuna ni su maldito apellido sino él mismo.
Pero me encontraba en el peor momento de mi vida, debido a él y su terquedad. No dejaría que el loco de mi ex desintegre lo que Gabriel tanto protegía de mi, o sea mi corazón.
— Eres en extremo apetitoso Anthony — me decía Mefis sin dejar de manosearme provocandome intenso asco — Entiendo a Gabriel, en serio que comprendo su desesperante deseo de tenerte desnudo en su cama. Eso es lo que despiertas en todo aquel que te ve. Ya sea hombre o mujer, no importa la edad. Estás destinado a ser usado por todo aquel que te vea.
Sus palabras me hicieron recordar a mi violadora, aquella mujer que mi abuelo paterno contrató para mí. Lloraba a más no poder debido a que no soportaba aquello, el terror, la desesperación y el asco empezaban a destruir mi mente una vez más.
Miré a Mefis desnudo sobre de mí sintiendo repugnancia.
— Maldito, matame. ¡Por dios mátame Mefis! ¡Ya lograste lo que querías! ¡Me alejaste de Orfen, de mi padre y de Gabriel! ¡Conseguiste encadenarme a una cama desnudo y me violaste incontables veces!
— Si, en eso tienes razón Anthony — me dijo él sin dejar de manosear todo mi cuerpo con sus repulsivas manos — Conseguí todo lo que hasta ahora me propuse hacer contigo.
Él se acercó más a mí, al punto de sentir su aliento quemar mi piel. Desvie mi rostro para alejar mis labios de los suyos haciendo una mueca de asco.
— Conseguí todo eso que mencionaste, menos lo que me había prouesto en verdad contigo Anthony. Yo en verdad te amaba, aunque no lo creas te amé con cada fibra de mi ser. Y me había propuesto ser tu esposo para protegerte siempre. Pero tú me rudiculizaste siendome infiel al tomar al hijo de Fausto como amante. Por tal razón jamás pude ni podré conseguir mi verdadero deseo Anthony. Ser tu esposo.
No sabía si se había vuelto loco del todo Mefis o me tomaba por idiota. ¿Amarme? ¿Él a mí? Una broma de mal gusto de su parte.
— Me ví forzado a volverme éste monstruo porque despedazaste mi corazón Anthony. No valorste nada de lo que hice por tí.
— Deja de mentirte Mefis, porque a mí no me engañas. Tú jamás me amaste, solo querías poseerme. Eso no es amor. No me estarías dañando así si me amaras ¡No le hubieras mentido a Orfen y a mi padre si me amaras! ¡Ahora sueltame, maldito enfermo!
Él amarró mis brazos al respaldo de la cama como Fausto solía hacerle a mi padre. Cerré los ojos con pesar ya que era consciente de lo que me esperaba.
Mefis abrió mis piernas violentamente y empezó a hacerme el sexo oral. Podía sentir sus intensas y asquerosas lamidas en mis partes íntimas.
La cabeza de Mefis estaba enterrada entre mis piernas, su lengua acariciaba mi miembro succionandolo. Pero solo asco despertaba en mí aquello. No soportaba que me toque por dios.
— Basta...por dios ya basta Mefis...déjame por dios...ah...basta...ah
Forcejeaba en un desesperado intento por soltarme de las ligaduras que aprisionaban mis brazos pero me era imposible de lograr.
Gabriel ayúdame por dios ¡Gabriel!