NO MÁS DAÑO
Me separo del abrazo que nos estamos dando y subo la cabeza para conectar mi mirada con la de él.
—Muchas gracias Álvaro —le digo—, necesitaba un abrazo —me explico.
—No tienes porque dármelas —me sonríe—, nadie debería hacerte llorar —intenta tranquilizarme.
Me acaricia la mejilla mientras sigue sonriendo. No puedo evitarlo y mi cuerpo me pide volver a abrazarle. Me siento tranquila y segura. Su olor me embriaga y me atonta pero oigo como unos pasos se acercan hasta nosotros.
—¿María? ¿Álvaro? —nos llama una persona detrás de nosotros provocando que nos separemos y lo miremos.
—¿Tú y Blas os conocéis? —me pregunta Álvaro sorprendido.
—Sí —respondo pensando en que ojalá no fuese así— ¿Y vosotros? —pregunto sorprendida porque lo llame por su nombre.
—Sí —responde Blas antes de que lo haga Álvaro que es a quién le he preguntado—. Es uno de mis compañeros de grupo —me explica— ¿Podemos hablar María? —me pregunta pero aparto la mirada.
—No —respondo seria—. No tengo nada de qué hablar contigo —le digo mientras ando en dirección contraria— ¿Sabes? —digo girándome para encararle—. Podrías habérmelo dicho, ahora no me sentiría tan tonta –intento aguantar las lágrimas—. Me marcho —digo dándome la vuelta para irme.
—No espera —me dice agarrándome del brazo—, déjame explicártelo por favor —me pide pero yo intento soltarme de él.
—No Blas —consigo separarme de su agarre—, lo nuestro se acabó —digo enfadada— ¿O no lo entiendes? —más molesta de lo que ya estaba—. Lárgate, vete, no quiero volver a verte nunca más —suelto sin dejar nada en el tintero y sin ningún reparo porque mis palabras le hicieran daño.
Me giro para mirar a Álvaro y me despido de él. Después camino en dirección contraria a ellos en busca de una parada de autobús o de metro que me lleve lejos de aquí.
Encuentro primero una parada del metro y lo cojo para que me lleve a la estación de autobuses. Al llegar saco un billete de vuelta a casa, no tenía sentido seguir aquí. Espero dos horas en la estación hasta que mi bus sale.
Me siento en el asiento que me corresponde y entonces me permito derrumbarme de nuevo. ¿Por qué me hace esto? ¿No le he demostrado siempre que le he amado? No me merezco esto. Primero Ane y ahora esta chica que no conozco. No dejaba de darle vueltas a todo, las imágenes de Blas besando a esa chica no hacen más que repetirse en mi cabeza. Aunque al final de tan casada que estoy me quedo dormida.
Me despierto por un frenazo. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que ya estoy llegando. Me froto la cara al sentirme rara, me toco los ojos apartando los rastros de lágrimas que me habían quedado. El bus finalmente se para en la estación y salgo, cojo mi maleta y voy andando hasta mi casa.
Antes de entrar por la puerta de casa intento verme mejor para no preocupar a mis padres y también con la idea clara en mi mente. Voy a olvidarme de Blas y para ello tengo que seguir con un plan que ha estado rondando durante el camino a casa. Pero para llevarlo a cabo necesito hablar con mis padres primero.
Giro la llave en la puerta y entro en casa asustando a mi madre que estaba en el salón. Me mira extrañada por mi presencia ya que debería de estar en Madrid con Blas.
—Cariño, ¿qué haces aquí? —me pregunta mi madre sorprendida.
—Blas y yo hemos roto —digo sincera.
—¿Y eso cariño? —pregunta intrigada y a la vez preocupada.
—Lo he pillado besándose con otra chica —me siento a su lado.
—Lo siento muchísimo cielo —me dice pasando un brazo por mis hombros y abrazándome.
—No te preocupes mamá —le digo con una sonrisa forzada.
—¿Qué no se preocupe por qué? —pregunta mi padre entrando al salón.
—Nada, no os preocupéis —intento dejar el tema de lado— ¿Puedo hablar con vosotros sobre una cosa? —pregunto y ellos me miran expectantes.
—Claro —me responde mi padre sonriendo.
—Quiero irme a vivir con la tía a Londres —suelto sin más—. Por favor —les pido al ver como en sus expresiones se refleja un “no te vamos a dejar”—, necesito irme de aquí y olvidarme de todo —intento explicarme pero no puedo expresarme más sin romper a llorar.
—¿Estás segura de que es lo que quieres? —me pregunta mi madre cogiéndome de las manos.
—Completamente —digo sin dudar.
—Está bien —me dice después de intercambiar unas miradas con mi padre—. Mañana hablaré con tu tía y lo arreglaremos todo para que te vayas con ella —me dice.
—Gracias —digo quitándome un peso de encima—. Ahora me apetece irme a la cama —les digo levantándome del sofá.