—Creo que tendrás que hacer otras —sugirió viendo mis muy quemadas tostadas en el sartén—. ¿Por qué no usaste una tostadora? —lo miré.
—Porque quise hacerlo así, no contaba con que tú y tus miles de adornos de jardín me iban a distraer. —sonrió.
—No son miles, aunque no te creas, me hubiese encantado traer más, hay que ganar este año.
—Hablando de eso, ¿cómo lo lograste? –pregunté, interesada.
—¿Qué cosa?
—Inscribirte en el concurso. —dije con obviedad.
—Bonita, no hay cosa que el internet no logre. Están muy bien organizados aquí, encontré la inscripción al concurso anoche y hoy antes de tocar tu puerta confirmé el número de la casa y nos inscribí. —dijo con simplicidad, como si fuese algo de lo más normal.
Comencé a preparar nuevas tostadas para mí, porque él me explicó que ya había desayunado, le ofrecí un café para que me acompañara mientras comía.
—Comételo todo que tenemos trabajo.
—¿Por qué me tratas como niña pequeña?
—Jamás, solo te cuido, has perdido mucho peso. —eso llamó mi atención.
—No tenías manera de saber eso, ¿cómo lo sabías? —sonrió, recorriendo el lugar con la mirada.
—¿Tienes para hacer chocolate caliente? —afirmé extrañada—. Perfecto, cuando terminemos de decorar, prometo charlar contigo, así que apura ese desayuno para comenzar. Voy a ir sacando las cosas.
Lo vi ponerse de pie y dirigirse al frente de la casa, ya le había dicho donde estaba la escalera y las herramientas de trabajo en la cochera. Terminé mi desayuno, me puse ropa de invierno y fui detrás de él.
—¡Vaya!, sí que eres rápido. —dije asombrada, al ver que ya había colocado algunos muñecos de jardín en su lugar.
—Solo estoy viendo dónde quedan mejor; después de que hayamos elegido el lugar, haremos las conexiones eléctricas, solo espero haber traído suficiente cable.
—Tranquilo, yo tengo guardado en las cajas que están en el desván. Quizás consigamos algo ahí para usar, por algo quedé en segundo lugar. —alardeé, provocando su risa.
—Bueno, señorita, segundo lugar, vamos a ver qué tienen esas cajas y comencemos a trabajar.
Así fue como lo que comenzó siendo una decoración del frente de la casa, terminó siendo un: "hay que darle vida a este lugar" refiriéndose a mi casa entera. Y aquí estamos, agotados, pero felices.
—¡Quedó espectacular! —dije maravillada, viendo el frente de mi casa, donde las miles de luces adornaban todo su contorno. El santa en su trineo con sus renos, estaban en el techo, dando la ilusión de que volaban.
En el jardín había mucha más decoración, haciendo todo tan luminoso y bonito como siempre fue, como siempre lo recordé y sin evitarlo lloré.
—Hey, bonita, no llores. Debes estar feliz, estoy seguro de que este año ganaremos, cómo no, si me tienes a mí. —sonreí dándole un golpe suave en el costado, el cual él dramatizó.
—No exageres. —blanqueé los ojos, caminando dentro de casa porque estaba comenzando a nevar.
—¡Esperame!, debo ir lento, creo que me rompiste la costilla. —reí, y se sintió raro, se sintió bien. Estaba feliz, después de tanto tiempo hoy puedo decir que estoy feliz.
—Creo que te equivocaste de profesión, debiste ser actor. —dije de forma risueña, porque me hacía bien sus locuras.
Me quedó viendo tan profundo, tan intenso, en su mirada había tanta dulzura hacia mí, que por segundos sentí mis piernas volverse gelatina.
Se acercó tomando mis manos, uniéndolas y comenzó a frotarlas con las suyas dándoles calor, mientras yo me derretía como nieve frente al sol.
—Si tengo que ser actor o payaso para que rías así y en tu mirada haya alegría, dime dónde firmo, que te juro que lo haré. Eres preciosa Lucía y tu sonrisa es el mejor accesorio que puedes tener. —bajé la cara roja de vergüenza, no sabía bien qué hacer, soy una mujer adulta, pero justo ahora me siento como adolescente asustada y primeriza.
—¿Quieres chocolate? —¿por qué dije algo así? Me cuestioné, al sentirme tonta y él sonrió.
—Está nevando, hace frío, estoy cansado, no se me ocurre mejor momento que este para tomarlo, encenderé la chimenea mientras preparas el chocolate.
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Editado: 13.12.2021