Llegó el momento, ya estoy lista para ir a la fiesta de navidad de Brishman & Asociados. Hoy vestiré distinto, sin negro, sin colores oscuros, hoy solo quiero volver a ser yo de nuevo.
Me coloco un vestido turquesa largo de gala el cual tiene incrustaciones de piedras preciosas en la parte superior, un gusto que decidí darme esta mañana cuando salí de compras para este evento.
Admito que estoy nerviosa, aún no sé bien qué le diré, las manos me sudan, pero estoy segura de estar haciendo lo correcto, no puedo negarmelo más.
Al entrar al salón de eventos todo está magníficamente decorado, lujoso y con buen gusto como siempre ha sido. Los empleados me observan con cara de asombro lo que hace que sonría hacia ellos, quienes al verme sonreír sonríen en respuesta, los entiendo, son muchos años sin venir aquí, los mismos años que dejé de ser yo y donde los colores oscuros eran mi común denominador.
—Lucía, estás sencillamente hermosa.
—Gracias Alfred, tu también estás muy apuesto esta noche. —sin querer mis ojos recorrieron el salón buscándolo a él.
—No ha llegado pequeña.
—Alfred. —bajé la cabeza roja de vergüenza al haber sido descubierta. —¿Cómo sabes a quién busco?
—Recuerda que el diablo sabe más por viejo que por diablo, además hacía mucho tiempo que no veía esa luz en tus ojos, misma luz que solo tuviste al lado de Bill.
—Yo, no sé cómo pasó Alfred, solo sé que su sonrisa y su corazón alumbraron mi mundo.
—Entonces no me queda más que darte la bienvenida a la familia, Lucía. —me abrazó fuerte para luego llevarme con él a recorrer el lugar.
El tiempo pasaba y comenzaba a sentirme ansiosa, estábamos reunidos con unos socios y la esposa de Alfred cuando lo vi, ingresaba al salón tan bello y elegante con ese esmoquin negro que no hacía otra cosa más que resaltar sus hermosos ojos azules. Hubiese dicho que todo fue perfecto desde ahí, pero no, él no venía solo, de su brazo estaba ella, Sandra Martinez, otra vez.
—Pequeña. —sentí la mano de Alfred en mi hombro.
—Lo siento Alfred, no debí venir esta noche, sabes que mi apoyo es para ti, te extrañaré mucho en Brishman & Asociados, prometo que hablaremos después, pero por ahora debo irme de aquí.
Comencé a caminar a la salida con una opresión en el pecho, sintiéndome la más tonta de todas las tontas en la humanidad, recogí mi abrigo en recepción y salí del lugar con el frío de New York calando en mi piel.
—Lucía. —escuché. —¡Lucía, espera! —era él, Patrick venía corriendo hasta mí.
—Necesito irme Patrick, estoy apurada, lo siento. —tomó mi mano y me hizo detener.
—No te puedes ir, no viniste hasta aquí para simplemente irte. —sonreí, sin gracia.
—No, no vine para eso, pero realmente ya no importa para que vine.
—A mí sí me importa, dímelo Lucía.
—No vale la pena, vuelve adentro, hace frío y tu compañera te espera. —sonrió con una chispa de luz en sus ojos que me hizo suspirar imperceptiblemente.
—Es eso. —afirmó. —No estoy con Sandra, me la encontré al llegar y me pareció muy descortés no tomarla del brazo como un gesto caballeroso para entrar al salón, solo fue eso, sabes que siempre deseé hacerlo únicamente contigo.
—Patrick. —se acercó a mí tomando mi cara entre sus manos haciendo que nos viéramos directo a los ojos.
—Dime por qué estás aquí.
—Pedí un deseo de navidad. —me miró con suma ternura.
—¿Cuál fue?
—Pedí algo que me ayudara a entender que lo que deseaba era lo correcto.
—¿Encontraste ese algo? —asentí.
—Sí, conseguí el libro de los deseos de mi boda, allí Bill me pedía volver a empezar si es que alguna vez algo le pasaba, leerlo, saber que él hubiese estado de acuerdo con que yo sea feliz aún sin él me dio la fuerza y certeza que necesitaba para venir.
—¿Deseas volver a empezar Lucía? ¿Deseas como yo tener un amor en tu vida?
—Sí.
—¿Puedo ser yo el que tenga ese privilegio?. —asentí sintiendo unas profundas ganas de llorar y reír al mismo tiempo.
—Solo por eso estoy aquí. —lo vi cerrar los ojos mientras me mostraba la más bella de sus sonrisas.
—Cielos bonita, acabas de cumplir mi deseo de navidad, ¿lo recuerdas? —afirmé a punto de llorar. —Eres tu mi amor en navidad Lucia, eres tu el amor que quiero a mi lado siempre, te esperé, te soñé y hoy te tengo aquí conmigo y te prometo bonita que no te soltaré jamás.
—No lo hagas Patrick, no me sueltes nunca.
Acabó con el poco espacio que nos separaba besándome despacio, con dulzura, con amor, con un beso cargado de anhelo y oportunidad.
Nos besamos por un tiempo hasta que los copos de nieve comenzaron a caer sobre nosotros bendiciéndonos y regalándonos la más bonita de las navidades, porque, ¿quién dijo que lo que se desea desde el corazón no se hace realidad?... solo debemos creer, confiar y agradecer al obtenerlo, que no se nos olvide nunca lo hermosa que es la magia de la navidad.
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Editado: 13.12.2021