Un Amor Imposible En Navidad

7. Batalla mortal

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La espesa nieve nos envuelve mientras nos alejamos de la cabaña. La majestuosidad de una luna llena me sorprende y canto victoria en mi mente cuando mis pies avanzan a la par con los del hombre de mi vida.  Pero.

La libertad es efímera cuando a lo lejos vemos a los secuestradores que emergen de la oscura noche polar.

—No podemos dejar que nos atrapen de nuevo. ¡Corre Ángel! ¡Corre! —grita Adam, agarrando mi mano y me llevan con él hacia el lado contrario de dónde vienen los dos payasos.

Comenzamos a correr, pero la nieve profunda dificulta nuestros movimientos. Los secuestradores se acercan, y el frío mordaz nos recuerda que estamos lejos de la seguridad. 

Desafortunadamente, los sujetos apresuran su andar y logran llegar a nosotros. Por un momento me siento perdida por pensar que tendremos que regresar a la cabaña y una vez más todo empezara desde cero, sin embargo, la mirada intensa de Adam se conecta con la mía y en ella puedo descubrir una invitación a no darnos por vencidos.  

Asiento confirmando que entiendo su mensaje.

Nos movemos con torpeza sobre el terreno resbaladizo, y justo cuando los sujetos enmascarados están a pocos centímetros con armas en manos, lanzamos golpes y patadas al aire que, en su mayoría, se pierden en la nevada, pero alguno son precisos y logramos mandar las armas de fuego a volar, estas cae en medio de la nada y son literalmente tragadas por una enorme capa de nieve.  Los secuestradores responden con movimientos igualmente descoordinados, y la situación se vuelve más cómica que amenazante.

Nadie alcanza a golpear a nadie, la profundidad de la nieve que absorbe nuestros pies nos impide hacerlo. En medio de un intento de esquivar un golpe, resbalamos y caemos, llevando a los secuestradores con nosotros. La nieve se convierte en nuestro colchón improvisado mientras rodamos y revoloteamos cuesta abajo, intentando mantener la dignidad en medio del caos.

Ni bien logro frenar cuando extiendo una de mis manos y saco fuerzas, no sé de dónde para zamparle un cachetadon al sujeto que venía volando y estuvo por caerme encima.

—¡Adam, cuidado! —advierto al amor de mi vida que el otro sujeto lo espera para noquearlo.

Adam me escucha y antes de aterrizar revienta patadas voladoras muy certeras una tras otras en el abdomen, de quien la tanda de golpes repentinos lo derriban en la nieve. En un momento de confusión, los secuestradores quedan aturdidos, y es nuestro momento para contraatacar.

Sin planear mucho mi proceder, aterrizo mi boca e incrusto mis dientes filosos en el antebrazo del tipo que aún se está sobando la cara, la cual tiene mis cinco dedos pintados. El sujeto grita, y aprovecho para reventarle otro bofetón en la otra mejilla para emparejarlo, queda aturdido y creo que viendo chispas. Miro en dirección a Adam que está en una lucha cuerpo a cuerpo con el otro secuestrador.

—Que mi mamacita me perdone por desobedecerla, pero es que, ella no tiene ni idea sobre la clase de dama que.eres tú. Eres un demonio, eres, ¡una maldita hada! —habla con enfado el girándote que se levanta y empieza a perseguirme.

—¡Ay... madre mía, no me abandones, dame un poco de tu fuerza y sabiduría! —grito cuando el tipejo corre tras de mí, doy media vuelta y a trompicones me doy a la huida corriendo en círculos, agachándome por pequeños instantes para agarrar bolas de nieves que lanzo y se revientan contra su rostro.

—¡Resiste Ángel, este ya casi cae! —Me da ánimos Adam desde su punto en medio de su batalla a muerte. Alcanzo a ver como sus puños aterrizan contra la cara del payaso a su cargo y creo que le exploto la nariz porque de repente sale un chorro de sangre como si fuera una fuga intensa de agua.

Esto es un completo caos. La nevada intensa agrega un nivel adicional de dificultad a nuestra pelea improvisada. Los secuestradores avanzan con una determinación fría, pero nosotros estamos decididos a no volver a ser sus prisioneros.

—¡Lo haré, lo prometo! —respondo segura, a pesar de que mis pies se doblan cuando las capas de nieves me someten. Hago un esfuerzo por salir de la trampa.

—¡Te tengo! —festeja el delincuente con una risa malvada cuando está a pocos pasos.

—Nunca subestimes el poder de una mujer determinada. —Lo desafío y cuando sus brazos intentan agarrarme, soy más rápida y le reviento un rodillazo en las pelotas, logrando que caiga de rodillas chillando de dolor— ¡Tómalo, jonrón, sufre! ¡Maldito payaso, sufre! —grito emocionada por mi hazaña, la euforia me gana y como si estuviera sola, salto y bailo moviendo mis caderas con agilidad.

La fiesta me dura poco porque mi cuerpo es atrapado y siento que me elevan en el aire. Los músculos del secuestrador intentan aplastarme, pero antes de morir asfixiada, reacciono y utilizo mis mejores armas de combate. Puyo sus ojos con mis dedos, lo muerdo con todas mis fuerzas, le jalo el pelo hasta hacerlo gruñir de angustia, pero no se da por vencido y avanza conmigo acuestas a grandes zancadas.  No me rindo y sigo sin descanso dando lo mejor de mí, pero creo que este tipo, por tanto golpe que le he dado, se volvió un hombre de acero. Por primera vez desde que empecé esta batalla me siento un poco derrotada, hasta que…



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En el texto hay: humor, romance, aventura

Editado: 01.01.2024

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