KAIDAN.
Mi dormitorio había cambiado mucho con el paso de los años; lo que no había movido o quitada eran los retratos y dibujos que Sabina había hecho para mí. En el escritorio se encontraban las pocas cartas que la pelirroja había escrito para mí y en esos años que estuve lejos. .
“Tu distancia me deprime y siempre que vuelves te quedas por un tiempo tan efímero. Eso duele aún más Kaidan”. Esas fueron las palabras de la última carta que me escribió, luego ya no fui merecedor de una sola palabra escrita por ella.
« La academia resultaba aburrida para los que venían sin muchos ánimos de estudiar o destacar, pero Kaidan si deseaba destacar entre todos los demás; incluso en la actividad de demostrar quien conquistaba a mas muchachas.
Su primera vez besando se sintió nuevo, raro y poco excitante. Sobre todo porque aquella joven de cabellos rubios, un tres años mayor que él no le atraía tanto, su única motivación fue ganar el reto que le habían puesto aquellos mentecatos que estudiaban con él. Fue dulce con ella y desde un principio le explicó la situación, él esperó una bofetada pero para su sorpresa la muchacha no se molestó.
—Cuando regrese me harán casarme con un hombre realmente desagradable, al menos habré entregado mi primer beso a quien a alguien que yo misma escogí. —le dijo ella y Kaidan lo único que hizo fue encogerse de hombros.
Decirle que lamentaba su situación era innecesario pero si le entristecía la realidad de aquella joven. Sus padres nunca obligarían a Diana, ni mucho menos a Cornelia a contraer nupcias con ningún hombre que ellas no quisieran.
En los años posteriores las veces que había estado con alguna mujer siempre era un amante recíproco. No pensaba mucho, disfrutaba del momento y cuando el acto terminaba la satisfacción que sentía al principio se desvanecía. Antes Sabina nunca estaba presente en sus pensamientos, ahora después de meses no se había acostado con ninguna otra mujer; no podía cuando en su mente siempre estaba la expresión de Sabina llena de decepción.
“La vas a perder” –dijo mi conciencia.
“Siento que ya la perdí” –pensé con melancolía para después levantarme de la cama y salir de mi dormitorio. Afuera de la casa ya debía estar la diligencia de los gemelos Bonet, esperándome para irnos a la fiesta de los Talbot.
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SABINA
El carruaje se movía a trote lento pero aun así sentía ganas de vomitar.
—Me estoy arrepintiendo, ya no considero que esta sea la mejor idea.
—¡Ya no te puedes echar para atrás! —espetó Eliana.
Mis hermanas siempre habían sido expertas en escaparse de la casa sin que nuestros padres las escucharan ir a hurtadillas. Eliana era la que más salía a fiestas.
—Al menos pudimos escoger vestidos diferentes, ¿por qué tenemos que ir vestidas exactamente iguales? —preguntó Romina.
—Para confundir a todos y divertimos, nunca sabrán a cuál de las tres estaba con ellos.
—Encuentro muchas fallas en esta treta, Eliana. —dije.
Lo único que nos diferenciaba eran los collares que colgaban en nuestros cuellos. Madre los habían mandado a fabricar hace unos años: la cadena era de plata y la forma de la piedra preciosa es una gota. Mientras yo portaba un rubí, Eliana tenía un zafiro y Romina una esmeralda.
—Tengo un mal presentimiento —enfaticé, recostándome contra el asiento del carruaje. Mis piernas no dejaban de temblar, era la única que jamás se había escapado a una fiesta a mitad de la noche y me encontraba llena de nervios.
—¡Tranquilízate Sabina! —dijo Eliana —Vas a divertirte, ¡te lo aseguro!
KAIDAN
Cuando llegamos la fiesta ya había empezado. Los Talbot en sus fiestas ofrecían todos esos libertinos placeres que eran muy mal vistos por la sociedad, en aquella residencia algunos podían dejarse llevar por la pasión y tener un encuentro casual, en algún salón con su respectivo amante. Eran pocos lo que obtenían una invitación pero quienes las recibían sabían que para seguir disfrutando de todo eso, debían mantener su boca cerrada sobre lo que pasaba en aquellas reuniones.
—Hay muchas mujeres, alguna podrá sacarte de la cabeza a Sabina. —sugirió Adam, mientras su hermano Robert ya se había perdido entre los invitados.
Es cierto que había muchas mujeres en la fiesta y al final una se me acercó. Era una bonita castaña de ojos oscuros, descotada y me miraba con interés pero nada en mí me incitaba a seguirle el juego de seducción. Estaba por dejarle y de repente vi aquella aparición de cabellos rojos, creí que podía ser Romina o Eliana, de esas dos era bien sabido que les encantaba divertirse en fiestas como estas pero el brillante rubí en su cuello me ayudó a reconocerla y todo mi cuerpo vibró.
“¡¿Por qué ella estaba aquí?!”.
—Milord… —murmuró con dulzura la mujer a mi lado. No aparté mis ojos de Sabina, ella estaba siendo rodeada por varios hombres y eso me fastidió, ella pareció sentir mi mirada sobre ella y sus ojos se encontraron con los míos. Antes de que pudiera dar el primer paso Sabina comenzó a escabullirse entre los invitados.
“Corre, corre que te voy alcanzar Sabina” —pensé divertido y prácticamente corrí atrás de la exuberante pelirroja.
SABINA
“Maldita, maldita sea”. Debí suponer que ese infeliz estaría aquí, no debí dejarme convencer por mis hermanas para venir aquí. Corrí por el largo pasillo de la residencia y de repente fui acorralada contra la pared por un desconocido, sus ojos turquesas estaban fijos sobre los míos.
—Creíste poder escapar, ya esta es la cuarta vez que te escapas. No volverás hacerlo.
—¡¿Qué?! ¡Suélteme, no le conozco! —exclamé aterrorizada. Él sonrió y todo mi cuerpo se tensó al sentirlo tan cerca de mí.
—Ambos podernos jugar al mismo juego, miladi.
—¡A que... ¡Humm! —sus labios fueron sobre los mismo de forma sorpresiva. Reaccioné mordiéndole con fuerza el labio inferior y en el momento que se alejó, como mi padre nos había enseñado, le di un certero puñetazo en su rostro. —¡En su vida vuelva tocarme patán degenerado!
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Editado: 02.04.2022