ELIANA
Luego de la fiesta de los Bonet mis hermanas querían saber lo que había pasado entre Robert y yo. Se habían colado en mi habitación para saber qué era lo que me había dicho.
—¿Al final que pasó? —preguntó Romina. Mi hermanita estuvo muy entretenida con su adorado Franz Hatmond, seguro dándose besos en algún rincón de la casa de los Bonet por lo cual era la más interesada en saber todo el chisme.
—Por fin él me dejó ir. Solo le faltaría que encontrara a alguien…
—Tu mirada pensativa me hace imaginar que tú quieres intervenir en eso. —dijo Sabina entrecerrando sus ojos.
—¡¿Cómo puedes pensar eso de mí?! —me hice la ofendida.
—Eliana ni se te ocurra intervenir. Ya deja que él lo encuentre solo.
—De acuerdo, no lo haré.
—Tu voz no se escucha de confianza. —enfatizó Romina —No te confíes Sabina, ella lo hará y te vas a acordar de mí.
—¡Que poca fe me tienen mis propias hermanas!
—Te conocemos Eliana Berfor y sabemos que eres una metiche de primera…—dijo Sabina.
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Romina parecía enamorada, tal parece que las cosas con Franz Hatmond iban de maravilla mientras que Sabina mantenía al margen a Kaidan. Mis hermanas como lo esperaba serían las primeras en encontrar el amor, nunca había visto a Romina tan entusiasmada por un hombre y en el caso de Sabina; mi hermana mayor había vivido enamorada de ese imbécil desde que tenía edad para saber lo que era el amor.
Aunque yo detestara a Kaidan por su vida de libertino, él no era un mal hombre sino como un niño grande. Podía apostar a que esos dos terminarían juntos tarde o temprano, aunque no perdería la oportunidad de atormentar y fastidiarle muchos intentos al perro de Kaidan con Sabina. Todavía tiene mucho que pagar por haber hecho sufrir a Sabina por tanto años, en fin.
Despejaría mi mente de la vida amorosa de mis hermanas. Salí de la casa a comprar un nuevo libro de estrategias y notación de ajedrez, para muchos era una mujer descontrolada, despistada y juerguista pero la calma, la incertidumbre, el control que me traía el ajedrez me equilibraba.
Cuando compré el libro y salí del local con mi tomo envuelto para que no se dañara, caminaba por las calles, mientras salía llamó mi atención ver a Adam Bonet, al principio lo confundí con Robert pero Adam era más esbelto y el cabello lo tenía más claro.
“¿A dónde se dirigía? Además traía flores en mano”. Mi curiosidad pudo conmigo y lo seguí hasta el parque donde él se fue a una aparte alejada de la vista de todos. Me acerque por la espalda.
—¿Se puede saber a quién esperas tan nervioso Bonet? —pregunté burlona y él se sobresaltó casi parecía nervioso..
—¿Qué carajos haces aquí? ¿Me seguiste? —se escuchaba molesto.
—Se me hizo curioso saber a dónde ibas con flores en mano. —no fue mi intención que mi tono sonara tan burlón, eso lo hizo exasperar.
—Solo vete Eliana.
—Humm, solo si me dices a quien esperas.
—No.
—Por favor, solo quiero saber quién podría ser merecedora de que el burlón Adam Bonet comprara flores.
—Vete ahora bruja —apreté mis manos en puños por la rabia situándose frente a él.
—Vuelve decirme bruja una vez más…
—Bruja. —repitió con lentitud y burla. —Un apodo perfecto para ti.
—Ahora si te mato. —me fui sobre él como una pantera enojada hasta hacerlo caer y rodamos por el suelo.
—Maldita loca, quítate de encima. —rodamos por el suelo forcejando, logré agarrarlo del cuello con mis brazos.
—¡Ríndete! —él me volteó imponiéndose sobre mí.
—No, tú ríndete.
—¡¿Que está pasando?! —exclamó una muchacha de rubios cabellos que miraba como Adam y yo estábamos en una posición comprometedora —Romina… —me dijo la bonita muchacha de cabellos dorados.
Adam se me quito de encima. ¿Quién era esta mujer?
—Antes de que te hagas conclusiones equivocadas te digo que esta mujer no es Romina sino su hermana la loca que preferiría no tocar ni con un palo —explicó tan tapido.
—¡Bastardo, yo soy la que no te tocaría ni con un palo! Eres un maldito.
—Y tú una arpía.
—Infeliz.
—¡Bruja!
—Te estas ganando un puñetazo Adam Bonet. —lo amenacé. Adam apartó la mirada de mí para hablarle a la muchacha pero esta ya se había ido.
—¡Siempre traes problemas!
—Esta vez lo aceptaré. Lamento haber arruinado el encuentro con tu amante.
—Ella no mi amante. —replicó. —Rogué bastante para esta cita y tú lo arruinaste apareciéndote y destruyendo las flores.
“Ahora mismo me siento una basura”. Mi libro había quedado también por el suelo. Así que lo levanté y sacudí la tierra.
—¿Por qué tuviste que rogar? ¿Acaso no todas mueren por tus miradas?
—Ella no y todo porque tiene interés en Robert. —confesó molesto.
—¿Cómo dices? ¿A esa mujer le gusta Robert?
—Si.
—¿Por qué conoce a mi hermana?
—Romina me había estado ayudando a conquistarla, ya se había hecho amiga de ella.
Así que esa bonita señorita de cabellos rubios estaba enamorada de Robert. Incluso parecía el tipo de mujer que podría gustarle a Robert.
—“Es linda, joven podría ser buena para Robert”.
—¡Hija de perra! —gritó Adam. “Ups, ¿lo dije en voz alta?” —Te dije que me gusta y la quieres lanzar a los brazos de mi hermano solo para librarte de él.
—¡No seria es así!
—Por eso no te tolero, solo velas por tus propios intereses y te valen mierda los demás.
—Me importa muchísimo mi familia ya aquellas personas fuera de ella si pueden irse un poquito la mierda. —Adam me fusilaba con la mirada.
—Te lo voy a exponer de este modo Eliana Berfor: Emory me gusta mucho y tú no vas a arruinar todo lo que he hecho para llamar su atención —enfatizó Adam.
—¿Y acaso no te preocupa que termine queriéndote porque no puede tener a Robert? Piénsalo, a mí no me gustaría ser plato de segunda mesa de nadie.
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Editado: 02.04.2022