Todo está oscuro, solo hay un chico conmigo. Creo que es el mismo de mi anterior sueño, pero aún no logro descifrar su identidad. Por alguna razón inexplicable, me cuesta hacerlo. De repente, me tiende la mano y me lleva a una carpa decorada con luces. En esta, hay un vestido muy bonito; es de dos piezas color lila y unos tacones negros y muy altos, casualmente parecidos a mis favoritos. Le pregunto para quién son.
“Como si no fuera obvio, son para ti”, me responde, y con duda me deja en aquella carpa esperando a que me vista. Cuando estoy lista, me lleva a un lindo claro, donde una extraña pero dulce sinfonía suena, envolviéndonos completamente. Él me tiende su suave mano y me invita a bailar. Somos uno solo moviéndose al ritmo de la canción; no hay nadie más. Justo cuando creo que nada puede dañar el momento, mi alarma suena, devolviéndome de nuevo a la realidad, justo como aquella vez que tuve mi primer encuentro onírico con aquel chico.
—Su alteza, buenos días. Espero haya descansado plenamente; el desayuno está listo.
—Buenos días, Mathew. Espero te encuentres bien. ¿Mis padres desayunarán conmigo hoy?
—No, princesa. Desgraciadamente, tuvieron que viajar de improviso. No obstante, antes de salir le dejaron apartada una cita con la modista de la familia real.
—Mathew, sabes que amo la moda y todo lo relacionado con esta, pero ¿simplemente no puedo ir a comprarlo en una boutique?
—Claro, princesa, esa es una opción. Sin embargo, sus padres quieren que su vestido sea único, pues es la anfitriona de esa noche tan especial.
—Pero, Mathew, faltan 5 días para el baile. ¿No sería un abuso de poder pedirle a la modista real que nos tenga el vestido con tan poca antelación y poco tiempo?
—En este caso, no, ya que, aunque usted no lo sabe, la reina habló una semana después con la modista para apartar una fecha, y a Katy le pareció bien agendarlo para esta fecha. De este modo, ella estaría al tanto de que su vestido no se repitiera con el de alguna otra dama.
—Bueno, Mathew, siendo así, iré a desayunar y me prepararé para la cita con Katy. Gracias por decírmelo.
—No tiene por qué agradecerme, princesa. Lo hago con todo el gusto.
—Y es por eso que te aprecio, Mathew, de verdad —le dije, guiñándole un ojo como muestra de mi cariño.
En el comedor del jardín estaba listo mi desayuno. Todo era espectacular, pero había un vacío que era difícil de llenar: el de mi alma. Aunque me costara admitirlo, mis padres me hacían falta. Sin embargo, como miembros importantes de la realeza, tenían obligaciones que cumplir, y yo debía entenderlo porque en un futuro tendría que estar en el mismo lugar que ellos. Solo esperaba que, en ese momento, mi vida no fuera vacía y tuviera un gran apoyo a mi lado. Porque, aunque no lo crean, a veces siento que necesito a alguien que me acompañe en cada paso que dé y me quiera de una forma incondicional, y que esto sea mutuo. Solo espero que este no sea un tonto sueño que haga que un día me estrelle contra la realidad.
Cuando terminé mi desayuno, me di un baño de espuma con esencia de lavanda, mi favorita, y pétalos de rosa. Me vestí con un vestido aguamarina, unas zapatillas de charol blancas y un abrigo del mismo tono que el vestido.
Llegué un poco antes de lo acordado al taller de Katy, la modista real, por lo que tuve que esperar a que terminara de hacerle unos ajustes al vestido de una clienta.
Cuando terminó, me llamó a una habitación. Esta era muy bonita; sus colores eran en tonos pastel y contrastaban de maravilla con la decoración.
—Bienvenida, princesa. Es un gusto recibirla. Su majestad me comentó que quiere un vestido único y a la moda, que acentúe su figura. ¿Está de acuerdo?
—Sí, señorita Katy, sin embargo, quisiera que tuviera algo de encaje.
—Claro, no hay problema. Tengo unos diseños que hice especialmente para usted. En esta parte hay encaje. Avíseme cuando esté lista su elección, para proceder con la toma de medidas —dijo Katy, señalándome un portafolio en el que se podían apreciar muchos vestidos bonitos y elegantes para la ocasión. Lo mejor era que se notaba que estos modelos eran recientes, puesto que el trazado de cada dibujo era tan delicado y su pintura tan fresca que era como si no los hubieran diseñado hace mucho.
Cuando estaba finalizando mi búsqueda, aún sin tener clara una opción, un vestido me llamó la atención. Era púrpura como el de mi sueño, y tenía un lindo encaje en el pecho. En la caída de la falda, el encaje iba en tonos degradados. No menos importante, en la cintura tenía unas piedras preciosas que, aunque pequeñas, lo hacían ver magnífico. Esta coincidencia era tan grande que, a la hora de elegir, me decidí por esta opción, pues era como si el destino me quisiera dar una señal, y yo no iba a desaprovecharla.
Cuando le di a conocer mi elección a Katy, le encantó, y seguidamente se puso a tomar mis medidas. Eran casi las 2:00 p.m. cuando terminamos, lo cual era mucho tiempo teniendo en cuenta que estaba allí desde las 11:00 a.m., pero todo había valido la pena, y estaba muy contenta con ello.
—Hasta pronto, Katy. Gracias por tu ayuda.
—Es un gusto, princesa, y no se preocupe por la entrega; en cinco días estaré a primera hora en el palacio con su vestido y sus accesorios. Tenga por seguro que no la defraudaré.
—No lo harás, Katy. Estoy muy contenta de haber venido. Gracias por tus servicios. Hasta la próxima.
Cuando llegué al palacio, fui inmediatamente a revisar el salón de bailes. Todo estaba listo para la gran noche, mi discurso estaba preparado y la decoración había sido un éxito. Me sentí orgullosa, pues con mis ideas y dirección todo se había logrado. Además, estaba agradecida con el personal; se había notado el empeño que habían puesto, y las palabras no me alcanzaban para describir la satisfacción que esto me daba. Solo esperaba que mis padres sintieran lo mismo y la noche no se arruinara.