Todo era oscuro, hacía frío...
Podía sentir el latir de mi corazón. Podía oírlo palpitar en mis oídos. No había más sonido alguno. Mi respiración se entre cortaba. El dolor me recordaba que aún estaba vivo. Entre mis dedos podía sentir la rojiza sangre que había en ellos, proveniente de una herida en mi antebrazo derecho, que podía sentir con un punzante dolor. No podía moverme, era como estar paralizado, como si estuviera pegado al asfalto. Con una enorme jaqueca que me atormentaba. Tirado ahí en medio de ninguna parte.
No tenía conciencia de tiempo todo parecía girar en torno a mi (según mi parecer), incluida la noche abrumadora. No había ruidos, todo estaba tan quieto. La oscuridad reinaba por aquel callejón. Podía sentir el dolor que se extendía por todo mi cuerpo. Era intenso, pero no era lo que más me preocupaba.
El dolor de mi herida en el brazo izquierdo era fuerte, y el dolor sobre el mentón me atormentaba aún más, aletargando mi agonía en plena soledad.
Me quede inmóvil por un largo rato... espere... un ruido, una señal, pero nada pasó, solo la silenciosa y abrumadora noche cubría la ciudad. No supe cuánto tiempo más estuve ahí tirado, pegado al piso, posterior a esto me pareció escuchar un auto, pero al no volver a oírlo, pensé que solo había sido mi imaginación y las ganas de oír algo.
Tomé la decisión de moverme ya que nada iba a solucionar estando ahí tirado. Intente mover mi brazo herido. Valla que me dolía mucho, mis brazos ya no tenían muchas fuerzas, intenté lentamente ponerme en pie, entonces me di cuenta de un dolor punzante en mi pierna izquierda, “Mierda” pensé. Cada musculo del cuerpo me dolía bastante, era un dolor distante pero que se mantenía. Me logré incorporar tras grandes esfuerzos.
La jaqueca me punzaba el cráneo desde el interior. Sentía como si me fuera a explotar, el dolor de mi brazo era fuerte, pero podía soportarlo, o al menos eso intente probarme mi mismo.
No distinguía luces cerca solo a lo lejos se lograba ver un farol, con el dolor en mi cabeza me era difícil observarlo bien, más bien parecía un lucero en el horizonte.
No pensé que ese lugar fuera tan oscuro, al menos no lo era cuando llegué aquí. Comencé a caminar en dirección hacia aquel farol, mis pasos eran cortos y flanqueaban. Poco más adelante, había arenisca que, sonaba al pisarla, sentía una sensación extraña; camine un poco más, cada paso era lento. Pero al fin, después de unos minutos tal vez, llegué al farol, justo al final, donde la calle terminaba para formar una esquina con la otra que corría perpendicular al callejón, me detuve un momento me sujeté del farol, miré en todas direcciones, nada. todo estaba en absoluta soledad y no había ruidos en ningún lugar, nada se escuchaba.
La calle, a esa hora de la noche estaba desolada. Pocos sonidos se escuchaban, en el cielo nocturno, no estaban ni las estrellas, menos la luna para darme un poco de luz. Solo ese farol. En la mitad de la noche, no distinguía muchas cosas de mi alrededor. Quería identificar el sitio para así, saber a dónde ir. Ningún edificio me parecía conocido. Podía saber que estaba en las afueras de la ciudad, probablemente en alguno de los barrios pobres, o alguna fabrica.
Un dolor punzante en la cabeza me atravesó por la cien. La vista se me nublaba, sentía sangre en la cabeza, porque podía sentir la humedad en mi cabellera. La herida en el antebrazo, no se veía tan profunda, y el dolor era punzante pero soportable. Aproveché la luz del farol para revisarla las heridas. Mi camisa estaba llena de sangre. Y mi pantalón también estaba cubierta de sangre. Arranqué un trozo de mi camisa para hacer una especie de paliacate para cubrir la herida de mi antebrazo. Con dificultado pude colocarlo sobre la herida y atarlo ayudándome con los dientes. El dolor se volvió intenso nuevamente.
[…]
El cómo estaba en esta situación, bueno me llevará un poco contar. Desde que mi vida cambiaría por completo. Sigo sin entender muchas cosas. Pero tengo como objetivo buscar las respuestas.
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Editado: 05.04.2020