Actualidad.
Travis Blass, el modisto más importante de la marca de ropa de mi madre —Callahan&Copenni—, aplaude dos veces una vez que la maquillista se ha alejado de mí, complacido con los resultados de estas largas horas de trabajo.
—Estás preciosa, muñeca. Preciosa. Dile, Nessa, lo bella que está.
Él señala a mi madre con su dedo índice, esperando su aprobación, pero ella solo mira su reloj con impaciencia, y con un gesto de desinterés, manda a las maquillistas a sentarse.
—Ya estamos retrasados con la sesión de fotos, no tenemos tiempo que perder.
A pesar de que la culpa de este retraso fue realmente de su chofer, ella parece haberlo olvidado, porque solo me mira a mi mientras se queja. No debería ni siquiera sorprenderme que esté actuando así, pues siempre por estas fechas pasa lo mismo, pero supondré que sigo creyendo dentro de mí que algún día las cosas serán diferentes.
—Bien, vamos arriba —Travis me ayuda a ponerme de pie, pues tanto tiempo sentada ha entumecido mis piernas. Le agradezco con una sonrisa, cuando el tono de voz frívolo de mi madre nos sobresalta.
—Dejen sus sonrisitas y avancen. ¿Todo está listo? —ahora pregunta en dirección a su asistente personal, Aline.
—Así es. Tenemos los escenarios preparados y los vestuarios que usted misma eligió ya en el probador.
—Bien —ella murmura, y tras un par de segundos mirándome, algo parece hacerla cambiar de opinión—. Avisa a los demás que cambiaremos alguno de los conjuntos más ajustados por prendas de la temporada pasada, así que tendrán que buscar nuevas poses que vayan de acuerdo a la ropa elegida.
—Pero Nessa, eso sería una pérdida de tiempo y dinero. Tenemos todo preparado, y según logística, esta sesión nos abrirá puertas que posiblemente jamás volvamos a tener posibilidad de abrir —Travis intenta convencerla con buenos argumentos, he de admitir, pero ella no parece querer ceder—. Además, Enya...
—Enya ha subido un par de kilos, por si no lo habías notado. Y algunos vestidos, el Kelly, más precisamente hablando, no le sentarán bien.
Estoy por bajar la vista a mi cuerpo, cuando Travis me toma del mentón y me obliga a subir la mirada.
—Tonterías, Enya está perfecta.
—Bueno, entonces esos vestidos no son talla "perfecta", sino talla "sacrificio". Sacrificio que ella no ha hecho para verse mejor.
Por detrás de mi espalda siento la mano de Travis apretar la mía. Anteriormente la escondí por miedo a que mi madre vea que he vuelto a la mala costumbre de morderme las uñas, pero ahora me ha sido útil para ocultar la pequeña muestra de apoyo que Travis ha tenido hacia mí.
—Nessa...
—Aline, haz el favor de enseñarle a Enya su probador, y vayan tomando las fotos con los vestuarios dos y seis mientras busco la ropa del cambio.
—Si, señora —ella acepta sin discutir. Ella nunca le discute—. Señorita Enya, por favor sígame.
Sabiendo que mi madre no cambiará de opinión por nada del mundo, suelto la mano de Travis y me alejo del estudio de maquillaje, oyendo como a mis espaldas él y mi madre empiezan a discutir. Subo las escaleras con pesar, sabiendo que esos pequeños trozos de piña que estoy comiendo para desayunar no funcionan lo suficientemente bien como para darme energía durante toda la mañana, pero también sabiendo que, si comiendo eso he subido de peso, mi madre terminará haciéndome comer hielos para calmar mi hambre.
Cuando terminamos de subir, me apresuro a entrar al vestuario, donde me empiezo a desvestir para colocarme el vestuario número dos de la lista, que como estamos en temporada de otoño-invierno, unas botas altas, delicadas y de un estilo minimalista forman parte del vestuario. Estas son ese estilo de calzado que siempre he amado, aunque me vea obligada a usar tacones y sandalias más "femeninas".
Me termino de desvestir, y empiezo por lo más incómodo de poner. Unos skinny jeans azules que apenas me llegan a subir hasta las rodillas.
Oh no.
Con cuidado de no caer de boca, me acerco hacia las cortinas del probador y saco la cabeza lo suficiente como para localizar a la asistente de mi madre, quien aún anda merodeando por ahí.
—Aline, hazme el favor de llamar a Travis. Solo a él, y que mi madre no se entere.
—Si, señorita.
Veo a Aline desaparecer por las escaleras, y sabiendo que de alguna manera necesito ganar tiempo, empiezo a colocarme la blusa y el abrigo que complementan el conjunto. Estoy terminando de arreglarme las mangas de ambas prendas cuando Travis traspasa las cortinas del probador.
—¿Necesitas algo de apoyo moral antes de salir? —pregunta con una gran sonrisa en su rostro, seguramente intentando darme un poco de ánimo.
—No exactamente —murmuro, señalando mis piernas semi desnudas.
Él parpadea dos veces, y luego niega.
—Bien, eso es malo.
—Lo sé. Mi madre va a matarme. Lleva diciéndome todo el mes que no coma tanto, pero no le he hecho caso.
—No, Enya, no eres tú el problema. Son ella y sus jeans de talla cuatro. No puede suponer de verdad que una pieza tan pequeña te sirva...o a alguien más de tu edad.
—En cuestión debería hacerlo.
—Pero no es sano —él señala antes de llamar a una de sus ayudantes con un gesto silencioso. Cuando ella llega, señala el jean que sigue atascado en mis piernas—. Ve al almacén y tráeme la talla de jean más grande que tengamos de ese tipo.
—Si, señor.
Espero hasta que ella desaparezca de mi vista para mirarlo a él, escandalizada.
—¿La más grande?
—Conociendo a tu madre y su obsesión con la delgadez, sé muy bien que, para estas primeras semanas, solo estarán disponibles sus modelos en las tallas más pequeñas.
Asiento, y sin decir nada más empiezo a sacarme el jean. Minutos después, una agitada Tiana —así dice en su placa que se llama— aparece tras las cortinas, trayendo consigo la prenda de un azul bastante oscuro.