Dos semanas después...
Dos semanas se han sentido una eternidad sin tener que ir a una sección fotográfica o a modelar para una de las revistas de Nessa. He estado completamente libre, invirtiendo tiempo en mí, aunque sabiendo que pronto esta pequeña tranquilidad va a terminar, y volveré a estar justo en medio de una guerra.
—Vamos, ábrelo —Dalia me anima.
Miro el correo de la Escuela Superior de Artes y Técnicas de la Moda de París que está marcado como sin leer en mi correo, y luego vuelvo mi vista a la pantalla de mi teléfono, donde puedo ver a Dalia recostada cómodamente en su cama.
Jamás le conté del incidente con Nessa, como jamás le conté sobre las demás veces que cerraba las puertas sin mirar si tenía los dedos cerca o esas veces que usaba kilos de maquillaje en la piscina porque a ella se le había ido la mano al enojarse. Jamás se lo conté, ni a ella ni a papá, y jamás lo haría. No puedo, porque, aunque sepa que ella me odia, sigue habiendo una niña de cuatro años creyendo que ella es en realidad su madre.
—Tierra a Enya —Dalia hace su mejor intento por sonar como una astronauta.
—Lo siento, es que estoy tan nerviosa —me disculpo, volviendo a la realidad.
—No te preocupes, pase lo que pase yo te apoyaré. Ahora ábrelo, quiero saber qué dice.
Tomo el mouse y lo arrastro hacia el correo, lo abro y empiezo a leer. Leo, leo y leo, hasta que llego a la firma del presidente del departamento de admisión.
—¿Y?
—No me aceptaron —digo en un murmuro—. Creen que no tengo lo necesario para estudiar en su escuela de moda.
Del otro lado del teléfono escucho a Dalia acomodarse.
—Lo siento mucho, linda.
—Olvídalo, no es tu culpa. Mis modelos no eran lo suficientemente buenos.
—De todos modos, dime qué puedo hacer por ti. ¿Quieres que vaya allá y enfrente a tus padres por obligarte a estudiar algo que no quieres, o...?
—Muchas gracias por ser tan valiente, Ricitos —la detengo antes de que pueda seguir—, pero de esto tengo que hacerme cargo yo sola.
Ella comprende al instante, así que luego de despedirnos y mandarnos un beso, ella cuelga la llamada, haciéndome prometer que, si cualquier cosa va mal, la llamaré enseguida. Bajo de la cama y me estiro frente a la ventana, cuando detecto movimiento en la ventana de enfrente. Sin importarme mucho, salgo al pasillo con la laptop en una mano y un boletín informativo sobre la universidad de Brow Hills —que es del condado de Zeel en el que vivimos— en la otra. A pocos pasos de llegar intento mejorar mi expresión facial para no parecer tan miserable.
—¿Qué hay de este? —oigo preguntar a mi padre.
—Imposible —responde Nessa—. Es horrible, no tiene nada de estilo ni elegancia. Por favor, repíteme por qué no podemos usar C&C, Sonia.
—Porque ya una diseñadora muy conocida en el país está usando G&G. Y lo mínimo que desea para promocionar su marca es una fama de plagiadora, créame.
Nessa tira todos los bocetos de los posibles logos oficiales para la marca, molesta porque no encuentra ninguno de su agrado, cuando mi presencia es notada por mi padre.
—Pasa, mi niña.
Me acerco a él y coloco la laptop sobre todos los bocetos. Él empieza a leer detenidamente hasta que por fin Nessa parece interesarse en lo que hay en la pantalla.
—¿Qué dice?
—No la aceptaron en la escuela de moda en París.
—¿Cómo qué no? ¿Y no dicen por qué? Déjame ver eso.
—Porque no es suficiente lo que tengo para ofrecer —esta vez le respondo yo.
—Es una desgracia —se lamenta Nessa, cubriendo su cara con sus manos.
—¡Pero si a mi me parece increíble! —grita en cambio mi padre.
—¿Cómo que increíble, Rowan? ¿Acaso no la has oído bien?
Él asiente, feliz.
—La escuché perfectamente, y insisto en que ¡es increíble! Así puede estudiar lo que quiera.
Ella suelta una risa amarga.
—Dime que me estás tomando el pelo.
—Pero no todo está perdido —la interrumpo—. Puedo estudiar en la universidad de la ciudad. Está cerca de aquí y, además... —intento decirle a mi padre, cuando Nessa me arrebata el folleto de las manos.
—No veo nada de moda aquí —dice luego de ojearlo.
—Porque no lo hay.
Los ojos azules de Nessa me descuartizan silenciosamente mientras espero una respuesta de mi padre, que ahora es el que tiene el folleto en sus manos.
—Me parece bien —dice al final—. Aquí hay algo sobre literatura. ¿No es eso lo que te gusta?
Yo asiento, feliz. —Si.
—Entonces eso será.
—¿Enserio? ¡Gracias, papi!
Le doy un corto abrazo y un fuerte beso en la cabeza antes de tomar mi laptop y huir escaleras arriba a contarle a Dalia, sintiendo la mirada pesada de Nessa sobre mí hasta que desaparezco de su vista.
· · · · ·
A la mañana siguiente...
—Arriba, señorita Callahan. Ya ha amanecido —escucho decir a Jenny —la única mucama de la casa desde hace tiempo— antes de abrir las cortinas de par en par. Luego la escucho recordarme que ya es tarde antes de salir de mi habitación y bajar por las escaleras mencionando algo sobre mi desayuno.
El sol me da de pleno en la cara, obligándome a apretar los ojos si no quiero sentirlo golpearme las pupilas sensibles por el sueño y la oscuridad que hasta hace unos momentos me cubría por completo.
—Ciérrate, persiana —murmuro, creyendo estar en la película de Mi pobre angelito, donde las persianas se abren y se cierran por comando de voz.
Suelto un gruñido al seguir sintiendo el sol dar de pleno en mi cara, e intento esconderme nuevamente entre las sábanas, aun negándome a dejar la cama.
Oh, Jenny, ahora deberás huir de la ira de una pelirroja somnolienta.
Sin otro remedio aparente, me pongo de pie y me dirijo al baño. Ya allí me quedo frente al lavado, echándome abundante agua en la cara para intentar despertarme del todo y, luego de un par de segundos batallando contra el sueño, tomo mi bata y mis sandalias, me las pongo y bajo a la primera planta, desplazándome por los pasillos a la velocidad de...de un ser humano hambriento y con sueño. No sé qué tan rápido sea eso, pero a esa velocidad es la que voy.