Un amor prohibido

· 4. Carta de ingreso ·

Siempre, desde que tengo uso de razón, he odiado a los periodistas y a los reporteros. Son personas que caen lo suficientemente bajo como para crear de una tragedia una gran mentira con la intención de generar la mayor cantidad de reacciones posibles. Primero lo hicieron cuando era una niña. Crearon de una situación de la cual aún tengo cicatrices, una historia que nos hacía ver culpables. Que la hacía ver culpable. Y ahora la historia se repite otra vez, aunque ahora en un grado menor.

Apago el televisor antes de que Nessa entre en mi habitación, esperando a que no haya oído ni visto nada, pero teniendo en cuenta la manera en la que me mira al entrar, sé que estoy en problemas.

—Creí que estarías de camino al psicólogo.

—Estaba a punto de salir —murmuro.

Nessa se coloca frente a la ventana que da a la casa de Demián. Dura un par de segundos en silencio, hasta que finalmente dice algo, todavía de espaldas a mí.

—¿Por qué demonios no me haces caso nunca?

—Nessa...

Nessa por fin se voltea, revelando realmente lo alterada que está. Sus ojos están oscuros por la ira, tiene los labios fruncidos y su tono de voz me revela que se ha quedado sin una gota de paciencia.

—¡Nessa nada! Por el amor a lo que quieras, a la basura esa que dices que son libros, a la mierda de música que escuchas, ¡Están acusándonos de haber incendiado la casa de los Kozlov! ¿Podrías ser tan amable de explicarme por qué, si se supone que no deberías haber estado en el jardín a esa hora, y mucho menos si él estaba cerca?

—Lo siento —me disculpo sin saber muy bien porqué, pero siendo consciente de que, cuando me echo la culpa de todo yo, ella normalmente se calma—. Necesitaba un poco de aire y...

—Esto ya es demasiado —ella me interrumpe sin siquiera darme oportunidad de explicarme—. Dame tu teléfono y tu portátil.

—¿Q-qué? —balbuceo, confusa.

—¡Ya me escuchaste! Dame el teléfono y tu portátil —bajo la mirada, intentando evitar a toda costa sus ojos iracundos, aunque eso no evita que pueda escuchar su voz—. ¡Estoy hablando contigo, Enya!

—Si, madre.

Camino hasta mi escritorio, y con un nudo en la garganta y una molestia muy familiar en la nariz, tomo mi portátil y mi teléfono. Luego, vuelvo sobre mis pasos y se los entrego en sus manos.

—Y la computadora es solo para estudiar —me aclara—. No pudiste entrar en la escuela de diseño, pero entrarás si o si a BlackStone.

Asiento suavemente, pero ella no se va, en cambio se acerca más a mí, hasta que quedamos solo a un par de pasos.

—Desde el día de hoy, Enya, escúchame bien, —murmura sin dejar de verme a los ojos—, quiero que sea la última vez que se te ocurra mirar a Demián. Olvídate de él. No existe en tu mundo. Y no lo volveré a repetir. No quiero volverlo a repetir. Y claro que no tengo que mencionarte que no quiero verte con ninguna de tus novelitas románticas en las manos hasta próximo aviso.

Y con eso se va, dejándome deshecha.

· · ·

Me desmonto de mi auto y guardo las llaves en mi bolsillo delantero, ajusto mi gorra y me precipito dentro del consultorio de mi psicóloga, Eva Montesinos. Con solo pisar el consultorio, siento una paz interior que solo consigo sentir en este lugar. A mi lado aparece la secretaria de la señorita Montesinos, que, al verme, sonríe con genuinidad.

—Está esperándote.

—Gracias —agradezco antes de desaparecer de su vista a toda velocidad por los pasillos del consultorio. Una vez que me encuentro frente a su puerta, toco dos veces antes de pasar y sentarme, como ella me lo indica.

—Bienvenida otra vez, cariño. ¿Cómo te ha ido este mes?

—Ha habido días bastante duros —respondo con sinceridad.

—Ni que lo digas —algo en su voz cambia, y no tardo en detectar que ahora tiene una nota de preocupación—. He visto las noticias.

—Y eso no es lo peor —murmuro mientras me encojo en la silla.

—¿Las pesadillas han vuelto?

Niego, agradeciendo que, no importando a los niveles elevados a los que estoy siendo sometida de estrés, y a la presión que Nessa pone sobre mis hombros, las pesadillas no han vuelto. Al menos eso es algo positivo entre todo este caos.

—No entré a la escuela de modas en la que Nessa quería que yo estudiara, así que ya te imaginarás...

—Está histérica —asiento—. Empiezo a creer que más que tú, que estás aquí por algo del pasado que ya pareces haber superado, ella es la que necesita venir mensualmente.

Hago silencio ante su comentario y, aunque sé que ella tiene razón y quiero dársela, evito hablar sobre ella. De los pocos temas que odio tocar, ese es uno de ellos. Eva se queda en silencio un buen tiempo, escudriñándome con la mirada, cuando hace una pregunta que sé que desde hace tiempo moría por hacer.

—Le tienes mucho miedo a tu madre, ¿verdad?

Asiento lentamente, pero casi tan rápido como empiezo a asentir, niego.
—Me gusta pensar más que es respeto —murmuro.

Los ojos de Eva se vuelven tristes, pues sabe que más que respeto, es como ella dijo: Miedo. Le temo a Nessa, y más cuando sus histerias tienen que ver con Demián. Se vuelve loca cuando se trata de él o de los Kozlov.

—¿Puedo irme? —rompo el silencio que anteriormente había en la habitación—. Necesito estudiar para el examen de ingreso, y por lo que veo, ya no hay más nada de qué hablar.

Al menos no por ahora.

Ella no parece convencida en un principio, pero finalmente termina accediendo. De todos modos, a la sesión de hoy ya no le queda casi tiempo.

—Claro, pero si algo pasa, no olvides que puedes contar conmigo para lo que sea. Solo tienes que escribirme y te responderé.

Me pongo de pie, me despido de ella con un largo abrazo y me voy a casa, sintiéndome nuevamente intranquila.

· · ·



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En el texto hay: amorprohibido, amorodio, pasadodoloroso

Editado: 11.05.2024

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