Un amor prohibido

· 15. La manera correcta de domar a un dragón ·

El tiempo en la universidad no voló como dicen en los libros, sino que fue lento y tenso. Miro el reloj. Once y cuarto. Es la última clase del día y esta no parece querer terminar, razón por la cual estoy ansiosa.

Me muerdo la uña del pulgar, y casi al instante siento como Dalia me aleja la mano de la boca.

—¿Qué pasa, Pelirroja?

—El tiempo va muy lento —me quejo en un susurro.

—No te vuelvas loca. Sientes que pasa el tiempo más lento, pero no es así.

Hago una mueca y vuelvo a mirar el reloj, el cual no se ha movido de donde estaba.

—El tiempo no pasa, Dalia. Moriré aquí —dramatizo, haciendo reír a Ricitos.

—Entonces le rezaré al padre Santiago por ti para que las horas junto a Demián pasen más rápido.

Claro. El trabajo con Demián. ¿Cómo rayos haré para hacer ese trabajo con él? No me había puesto a pensar en eso más allá de que de por si él suele ser una molestia. Rasco mi cabeza con la borra de mi portaminas, cuando por fin el maestro da por finalizada la clase.

Si bien ya termino esta tortura, la parte más dolorosa todavía está por venir.

· · ·

—Nos vemos, Pelirroja. Te llamo a la noche. ¡No lo olvides!

Le lanzo un beso en el aire a Dalia mientras acelero. No voy muy rápido, pues en mi casa me espera una señora de segunda edad con ganas de decirme qué hacer y hasta las veces que debo respirar en público, y en la tarde, un pelinegro al que preferiría ver a través de un cristal de un grosor de doce centímetros, como mínimo. Inevitablemente llego a casa. Me aparco, bloqueo el auto, y luego de tomar mi mochila y una bocanada de aire, entro.

La primera en recibirme es Blue, quien me salta encima, haciendo que inmediatamente sonría. La mejor terapia es tener a Blue cerca. Después de darle de mimos un buen rato, me dispongo a subir a mi habitación a ducharme, cuando Jennifer me detiene.

—Sus padres la esperan en el comedor, señorita.

Puedo ver en sus ojos color café que ella está asustada por mí. Conozco a Jennifer desde que nos mudamos desde Irlanda a aquí. Al principio era solo la cocinera y ama de llaves, pero con el paso del tiempo, ella se volvió parte esencial de nuestra familia, al menos para mí, pues era quien siempre se quedaba conmigo por días y jugaba cuando nadie más lo hacía.

Sabiendo que tarde o temprano debo enfrentarme a esto, le pido de favor que lleve mi mochila arriba y saque a Blue un rato a jugar, cosa que hace rápidamente y sin peros. Me limpio las manos llenas de sudor con mis jeans, y luego de imaginarme cuál sería el peor de los casos, entro al comedor, intentando fingir tranquilidad.

—Mamá, papá —los saludo mientras tomo asiento en mi lugar habitual.

Fijo mis ojos en el plato vacío que tengo enfrente e ignoro a Nessa, quien de seguro ya tiene canas verdes por la manera "malcriada e irresponsable" que me estoy comportando desde que defendí a Demián. Según ella él es la razón, pero en realidad tiene poco que ver con él. Más bien la razón es lo que vi ese día en el programa de Eleonor Huston. Desde entonces evito modelar, participar en cualquier comercial, o incluso, tomarme una simple foto para publicarla en redes sociales. Y eso tiene a Nessa a punto de estallar.

—¿Por qué no me dejas a solas con ella, Rowan? —al instante de haber oído eso, levanto la mirada y niego en dirección de mi padre, quien solo se pone de pie y murmura un "Te espero en tu habitación".

Pasan un par de segundos en los que Nessa solo se dedica a mirar por la ventana que tiene enfrente, y luego de que casi un minuto ha pasado, suspira y se sienta.

—Creí que nos entendíamos.

—Y lo hacemos —miento. Nadie la entiende.

—No, no lo hacemos, y al parecer nunca lo hicimos.

—Ni siquiera has escuchado la razón por la que no quiero...

—Y no necesito hacerlo, Enya —ella gruñe, interrumpiéndome—. No necesito saber qué tienes para decir. No necesito saber qué piensas. No necesito que digas nada, de hecho, solo necesito que me hagas caso a mí. Yo soy la que sé lo que te ayudará a llegar a la cima.

Un silencio tenso se extiende entre ambas.

—¿Entonces no tengo voz ni voto? —pregunto, harta de todo.

—No.

La miro con molestia, pero evito decir algo. No quiero empeorar la situación, sinceramente. De hecho, si profundizo más en todo esto, me doy cuenta de que quien quiera pensar que soy una estúpida, tendrá razón. Siempre voy bajo la sombra de mis padres, haciendo lo que ellos quieren que haga, y de no ser porque no me aceptaron en la universidad de moda y diseño, apuesto hasta que en eso les hubiera intentado agradar. Pero lastimosamente no puedo rebelarme. Debo cumplir una promesa.

—Quiero que me entiendas, Enya...

—¡Lo intento, pero no lo logro! —grito, al borde del llanto—. De niña ustedes dos me decían que siguiera mis sueños, ¿Y ahora qué? ¡Ahora me asfixias lo suficiente como para que ni comunicarme con mis vecinos pueda!

Nessa me mira, fulminante, se pone de pie y se planta frente a mí.

—Tú, Enya Adara Callahan, vas a cortar todo lazo que tengas con Demián. Eso si quieres seguir viviendo en esta casa. Ya hablé, y no quiero oír más nada referente al tema.

Justo en ese instante entra Jennifer con Blue. Mi madre le pide que le lleve su comida arriba, y luego de eso, desaparece por la puerta del comedor. Yo, intentando huir de todos, subo a la segunda planta por las escaleras de la cocina, ignorando a Jen, que me mira con tristeza. Entro en mi habitación con lágrimas de furia llenando mis ojos, por un momento olvidando que papá me esperaba aquí.

—No quiero oírlo —le digo, sentándome la silla del escritorio y de espaldas a él—. Ya me cansé del mismo sermón. Por favor, ahórratelo.

Mi padre, que a diferencia de mi madre me permite al menos respirar, se sienta en el escritorio y me sonríe con tristeza.



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En el texto hay: amorprohibido, amorodio, pasadodoloroso

Editado: 11.05.2024

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