Pov's Enya Callahan.
Por un momento solo hay silencio, y pienso en que quizás exista la posibilidad —aunque esta sea minúscula— de que me arrepienta de haberme apartado de él.
Demián entiende el mensaje y se aparta de mí, sacando sus manos de debajo de mi blusa.
—Discúlpame —Demián murmura, retrocediendo hasta llegar a su cama y sentarse en el borde de ella—. No estaba pensando claramente.
Sintiendo mi corazón latir tan fuerte como nunca antes, y confundida porque, por un momento, dudé sobre qué hacer, me dirijo a la puerta de la habitación con pasos torpes al principio, pero una vez que me encuentro al pie de las escaleras me obligo a correr hasta el baño. Nessa está buscándome, la oigo preguntarle a todo el mundo si me ha visto.
Me encierro en el baño, abro el grifo de agua y meto mis manos debajo del chorro, cuando la puerta suena dos veces.
—Enya, ¿estás ahí?
—S-si —cuando me doy cuenta de que me tiembla la voz, carraspeo y luego vuelvo a hablar —. Ya casi salgo.
Y para sorpresa de nadie, cuando lo hago Nessa sigue frente a la puerta del baño. Ella me mira por lo que me parece una eternidad, entonces habla-
—¿Qué pasó?
—¿Eh? Nada.
—¿Y por qué tenías tanto tiempo en el baño?
De hecho, estuve a punto de besarme con Demián.
Por algún motivo ese pensamiento me hace gracia aún cuando tengo a Nessa enfrente. Digo, es chistosa la situación... pero no si Nessa se entera.
—Me sentía mal —miento —. Por lo de la fiesta.
De pronto a Nessa parece habérsele caído una gran carga de los hombros.
—Si es eso no importa. Si tan deprimida te sientes, mejor vete a casa.
Inconscientemente miro a las escaleras, sorprendiéndome cuando veo una figura desaparecer en la oscuridad del segundo piso.
—Sí, eso haré.
· · ·
Hoy es un nuevo día. Dalia se excusó por no haberme llamado anoche. Sé que dice que se quedó dormida, pero la alegría que tiene hoy tiene poco que ver con quedarse dormida, estoy segura de ello.
A pesar de, estoy contenta porque ella está contenta. Ambas vamos caminando y contando anécdotas para matar el tiempo antes de que las clases comiencen, mientras en mi mente voy buscando una manera de sacarle conversación a Xavier sobre lo de ayer. No ir después de haberle dicho que movería lo que sea para acompañarlo, supongo que es mal visto no haber asistido.
—Como sea, ¿qué tal ayer?
—No fui a la fiesta.
—Lo sé, te quejaste de eso todo el camino. Hablo de la parrillada.
—No lo sé. Del uno al diez, ¿qué tan malo es que Nessa se haya enterado de que Demián entró a mi casa a escondidas?
Dalia me sostiene del hombro, frenándome. Cuando me giro a verla, me sorprende ver sus ojos totalmente abiertos, escandalizados.
—¿No te lo había dicho ya?
Ella ríe. —Sí, pero siempre es divertido hacerse la que no sabe.
Río con ella. —Sí, muy gracioso para ti, pero no para mí.
Aunque al menos no me golpeó".
—Enya —Dalia me llama —. ¿Estás bien?
—¿Eh? Sí, sí, estoy perfectamente.
—No lo parece —ella murmura, señalando mi cara.
Claro, pensar en ese tipo de castigos me hizo recordar lo mucho que me costaba esconderlo en la secundaria y el infierno que vivía todos los días. Por eso, de alguna manera retorcida, todo está mejorando en mi vida.
—Debo irme —le anuncio. Dalia hace un mohín —. No hagas esas cosas para que te tenga pena, Ricitos. No es mi culpa que tengamos carreras tan distintas.
—Bueno. Entonces nos vemos donde siempre. No te atrases.
—Sí, sí. Ahí estaré —digo, girando en dirección contraria a la de ella.
Espero pacientemente en la acera a que un buen samaritano me permita pasar, cuando siento una incómoda sensación. Esa sensación... yo la conozco muy bien. Miro atrás, pero Dalia sigue caminando sin mirar atrás. Ojos, ojos, ojos... Hay un par de ojos que no dejan de verme de mala manera.
Intentando huir de aquel sentimiento, pongo un pie en la vía y luego el otro, sin estar realmente atenta a lo que pasa a mi alrededor más que a buscar el origen de aquella mirada. Y finalmente lo hago. Encuentro aquellos ojos taladrantes que me miran desde la entrada a uno de los edificios.
Esos mismos ojos son los que me atormentan de noche. Son los mismos ojos del que disparó delante de mis ojos hace quince años. Flashbacks pasan por mi cabeza, desconectándome del mundo exterior por un par de segundos, los suficientes para que me choque un auto. No lo vi venir, y al parecer él no a mí, por lo que no se pudo evitar.
No tardo en perder el conocimiento y sumergirme en lo que por años me vi obligada a luchar: Los recuerdos.
· · ·
"—Tata, hay un hombre malo afuera.
El sonido de un disparo suena.
—Eres el único culpable de que haya pasado esto, Rowan.
La cabeza de Cara tocó el piso de repente, haciendo un sonido seco.
—Cara, ¡Cara, no te duermas! Tata, despiértala. ¡Tienes que despertarla!
Sangre emana de la cabeza de la pelirroja, formando un charco de sangre que se expande rápidamente debajo de su cuerpo.
Aunque mis padres me ordenaron cerrar los ojos, nunca aparté la mirada del cuerpo de mi hermana."