—Suena tan poético si se dice así.
—Lo sé, pero una vez me dijiste que todo en la vida era sobre la poesía, y toda inspiración llenaba al poeta. O sea, si el poeta y la poesía... No, espera. Si la poesía escribe al poeta... ¿Qué? No. Si la inspiración poeta a la poesía...
Sonrío, pero me quedo en silencio. El silencio reina en la línea, hasta que finalmente Dalia habla.
—Demián hace todo lo que puede.
—¿Sí? Entonces no está haciendo un buen trabajo —murmuro.
—¿Por qué lo dices?
—Porque no lo está haciendo bien. Eso. No me ha hecho liberarme y mucho menos me ha dado ánimos para enfrentarme a mis padres y dejar atrás una promesa la cual no puedo cumplir —hablo, mientras juego con un pequeño llavero de plata que al parecer Demián dejó al acostarse.
—Bueno...
—No me digas. Me equivoco —ella emite un sonido con su garganta, afirmando mi creencia—. Ya a estas alturas no estoy sorprendida. En estos últimos días al parecer lo único que hago es equivocarme.
—No seas tan dura contigo misma —me riñe Dalia—. Sé que te es difícil aceptar que sientes algo por tu "enemigo mortal", pero a él le duele, ¿Sabes?
—Si, claro —suelto con sarcasmo. Estoy a punto de decir otra cosa, cuando mi cerebro termina de procesar las palabras de Dalia—. Espera, ¿Él ha hablado contigo?
Ella se ríe con fuerza del otro lado del móvil.
—Puede ser.
—¿Socializaste con el enemigo?
—No es el enemigo, Enya. Es el único ser humano que está dispuesto a enfrentarse a tus padres por ti, después de mí, y así te comportas con él...
—¿Así cómo?
—Así, como si no te importara.
—Lo hace. Él me importa, pero... Es solo que estoy tan confundida, Dalia.
Las dos nos quedamos en silencio, pensando en cómo haríamos para parar este ciclo vicioso donde insulto a Demián, nos "reconciliamos", pasamos tiempo juntos, volvemos a pelear y otra vez desde cero.
Ya me estoy hartando de esto.
—Ya lo tengo. Déjate de dudas.
—¿Como que me deje de dudas?
—Según la poderosísima Abril Rizzo, la negación es el segundo paso. Y tú, querida amiga mía, estás en ese paso.
Frunzo el ceño, confundida.
—¿Segundo paso para qué?
—Quedémonos en que estas en el segundo paso. Necesitas dejar toda duda, y para ello se me ha ocurrido una magnifica idea —alardea.
—¿Y esa idea es...?
—Dilo en alto. No te mientas más y dilo.
—¿Decirlo? ¿Qué cosa?
—Que te gusta.
Niego y luego suspiro. —No puedo.
—¿Quieres perder a una persona tan maravillosa como él?
—¡Me hizo besar una rana!
—Pero te aguanta.
—¡Me llamó loca! —la línea se queda en silencio—. ¿Dalia, sigues ahí?
—Si, solo buscaba la lista con alrededor de cien renglones con sobrenombres que le has puesto al pobre chico a lo largo de su vida.
Lo analizo un rato. No puede ser tan malo eso de perderlo... Solo perdería la posibilidad con él, y si nadie más me quiere, me volveré vieja sola. Seré la amargada vieja que viva en una casa vieja y que según los niños es una bruja malvada. Lo más probables es que tenga un gato... Bueno, muchos. Cientos de ellos. Y también es muy probable que no me duche.
Suspiro, resignada.
—No quiero.
—¿Qué? No entiendo de que hablas —me presiona Dalia.
—Que no quiero perderlo... —susurro, deseando por dentro que la idea de que él se canse de pelear por mí no me cause tanta amargura.
—Entonces dilo en alto. Acéptalo.
A estas alturas aún no lo quiero creer, pero es verdad. Trago grueso y separo mis labios, soltando las palabras que temía que algún día se convirtieran en realidad:
—Me gusta Demián Kozlov.