—¿Listo? —pregunto Solange.
Estaban en medio del bosque, quedaron de verse en un lugar lejos del ojo humano, así que la joven Ángel de luz lo había citado en medio de una selva espesa donde por seguridad, el humano tenía prohibido visitar.
—Nervioso, pero bien ansioso y listo, no sé —confesó el desterrado.
Solange sonrió mientras cerraba los ojos, suspiró profundo y le habló a Selene, inmediatamente esta, sintió el llamado y se dejó ver envuelta en una luz brillante, cuyo brillo perdió algo de fuerza para que el desterrado pudiera verla. Este, al ver aquella figura femenina e imponente, quiso arrodillarse ante ella pero Selene lo sostuvo con las manos impidiendo que se humillara.
—No hagas eso —dijo mirándolo a los ojos—. Vales mucho, no soy más que tú, no debes humillarte, se supone que te amo y cuando uno ama, no humilla al que se dice que ama —le explico —. Soy tu amiga.
Se sentía con muchas ganas de llorar, puesto que venía del cielo y aquel dios, los hacía sentir inferior; los hacía sentir que no merecían nada, que debían humillarse y dar gracias por aquello que tenían y no habían pedido. Aquel Dios les decía que era su mejor amigo pero disfrutaba verlos a todos, arrodillados ante él, humillados.
—Es demasiado hermoso y justo, para ser realidad —balbuceo el desterrado.
—Hay justicia, solo que tu dios no lo era porque se cree superior —hablo, Solange.
—Vamos a sentarnos —Selene puso una mesa grande en un lugar que dejó seco y sin monte. Puso té y galletas. Los tres se sentaron a hablar sobre muchos temas, el desterrado se permitió desahogarse sobre aquel Dios y todo lo que sufrió en aquel cielo.
—Lo llevaré ante el consejo para que pronto pertenezca a nuestra naturaleza —dijo, Solange.
—No querida, aún no —mando, Selene con un tono de voz, bastante melancólico—. Lamento decir que aún le falta, hay algo en él que aún debe cambiar.
—Es que aún le tienes mucho miedo a tu antiguo Dios, eso se siente y debes cambiarlo —señaló, Solange.
Era imposible que el desterrado no sintiera miedo, si aquel Dios se había encargado de sembrar miedo desde el minuto cero de su nacimiento y así era con cada ser que creaba. Al ver lo maravilloso que sería aquella otra naturaleza, estaba bastante optimista y decidido a renunciar a aquello que antes vivió y perder el miedo.
Selene se despidió, dejando solos al desterrado y a Solange. Estos se quedaron recostados en un árbol collado. Siguieron hablando mientras disfrutaban de la naturaleza y de la deliciosa ausencia de los humanos.
—¡Sabes! —la joven Ángel de luz llamó la atención del desterrado —, puedes perderle el miedo a ese Dios, vociferando en voz alta, en su contra; al inicio sentirás miedo de que algo malo te pase pero conforme el tiempo, irás perdiendo ese mal sentimiento.
—Cuesta hacer eso, pero lo intentaré, ¿me ayudas?
Solange, sonriendo gritó lo que los cristianos llamarían, "serías blasfemias imperdonables'' pero, ¿para qué querrían el perdón de un dios altivo? Daniel la imitó, tal como ella lo había predicho, sentía miedo pero ella lo tenía agarrado de la mano y con ella se sentía protegido.
—Malo —gritaba—, te gustaba vernos de rodillas, humillados ante ti, te aprovechabas de tu poder; maldito egoísta y egocéntrico, ¿recuerdas cuando me humillas diciendo que eras el único dios y que debíamos arrodillarnos y pedir perdón hasta por respirar, mientras nos decías que te debemos la vida y que eras el único sabio? ¿Recuerdas cuando decías que me amabas pero me castigabas por amar?
Seguía reclamando cosas, dijo tanto que las últimas palabras las dijo llorando y con mucho rencor. Recordarse arrodillado ante aquel Dios, le causaba enojo consigo mismo. Eran muchas cosas que tenía por reprochar y las decía sin impedimento alguno, hasta que se hizo un ovillo entre los brazos de aquella angel que lo cubría con su luz.
—Eres grande y muy valiente, estoy muy orgullosa de ti —hablo Solange abrazando fuerte y muriendo de amor por él.
Entre más lo miraba y pasaba tiempo con él, sus sentimientos crecían. Sabía que eso no estaba bien y que era muy probable que terminaría con el corazón roto, pero ya era demasiado tarde, ya sus sentimientos estaban siendo heridos, pero nadie se los estaba lastimando, ella sola se había enamorado, porque el desterrado nunca le había dado motivos para que sintiera aquello pero ella no era más fuerte que lo que por él sentía. Desde que ella lo conoció, él ya se encontraba perdidamente enamorado de aquella humana y la humana, enamorada de otro humano pero de eso, Solange no estaba muy bien enterada. La Ángel de luz, lo estaba amando sin importarle que él amara a otra; ella quería que él fuera completamente feliz así fuera en brazos de la humana. Planeaba que después de convertirlo en Ángel del Olimpo, ella se iría lejos a llorar su tristeza y desamor.
Mientras estos seguían en medio de aquella espesa selva, la humana estaba en el apartamento en compañía de Alan quien la estaba cuidando muy bien y disfrutaba hacerlo. El joven estaba tan enamorado que suspiraba cada que la miraba, su corazón palpitaba fuerte cuando ella se encontraba cerca y se sentía feliz cuidando sus sueños. Acariciaba su cabello imaginando una vida con ella, lo quería todo con ella y la mayor prueba de eso, era el brillo en sus ojos cada que la miraba.